El diario de los sueños de Noa


La vida es un sueño que nos permite vivir con la esperanza de crecer, progresar y alcanzar los objetivos que creemos necesarios para nuestro bienestar. Tenemos la necesidad de soñar al igual que tenemos la necesidad de respirar. Quien no sueña no respira vida. Quien no sueña se ahoga en las oscuras aguas de la apatía.

Ciertamente vivimos en tiempos oscuros dónde las tinieblas envuelven la mayor parte del mundo. Ciertamente no somos del mundo, pero estamos en el mundo y lo que pasa a nuestro alrededor nos tiene que afectar. Los sueños, aquellos que vienen de lo Alto, nos ayudan a respirar esperanza. Los sueños nos ayudan a vivir con la esperanza de alcanzar aquello que no solamente soñamos dormidos, sino que también soñamos despiertos. Un sueño tiene todas las posibilidades de hacerse realidad, cuando lo visualizamos con los ojos cerrados y con los ojos abiertos.

Tengo un sueño que comparto con todas aquellas personas de buena voluntad. Cuando tenemos un sueño compartido, seamos el número que seamos, hemos de hablar en plural. Tenemos un sueño. Los sueños compartidos son un milagro del Cielo. Un milagro implantado en el corazón de muchos que está creciendo en la fértil tierra de la fe. Un milagro compartido que producirá buenos y abundantes frutos. 

El Pueblo de Israel tiene el sueño de restaurar desde los cimientos el Templo que Salomón construyó. Toda una nación, independientemente del número que lo sueñe, se levanta cada día esperando que su sueño se haga realidad. Una Casa de Oración diseñada en el Cielo, pero construida en la tierra. Un lugar de paz, de sosiego, de oración, de motivación y de esperanza. Una Casa en la cual encontrarse con el Creador y con los amigos de fe. Una Casa de todos y para todos aquellos que buscan la paz que desciende del Cielo. Un lugar donde respirar esperanza.

Una Casa de Oración, para todas las naciones, donde congregarse para crecer, progresar emocionalmente y espiritualmente. Un lugar fresco y limpio, llámese santificado, para recibir visión, dirección, formación y fe. No podemos ver sin fe. La ceguera espiritual es la más peligrosa para el ser humano. 

La falta de fe nubla el entendimiento y nos hará tropezar en las piedras de la dura realidad. Sin fe es imposible agradar a Dios y mantener esa gracia ante los ojos de los hombres. Hebreos 11.6 “Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan”.

Acercarnos a Dios, y a los sueños que vienen de lo Alto, exige fe. Una fe activa que pone la esperanza en alcanzar las metas y los objetivos establecidos desde lo Alto. La recompensa del Cielo está relacionada con alcanzar los sueños que Dios mismo ha puesto en nuestra mente y corazón. Como parte del Pueblo de Israel, esta comunidad, Labranza de Dios tiene el sueño de restaurar una Casa de Oración. 
Un lugar que sirva a los intereses de toda la Comunidad. Un lugar donde nos desarrollemos, crezcamos, maduremos y seamos instruidos para llegar al corazón de los decaídos, tristes y desanimados. Un lugar dónde restaurar las vidas de aquellos que tienen roto el corazón por las muchas caídas que han sufrido en la vida. Tenemos un sueño compartido que deseamos compartir.

Lucas 4.18–19 “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a predicar el año agradable del Señor”

Los sueños son sustentados por acciones concretas de fe. Todo lo que hacemos requiere fe. Construimos con fe. Plantamos con fe y regamos con fe sabiendo que el crecimiento lo da Dios. Tenemos un sueño compartido con algunas de las personas más especiales de nuestras vidas. Como familia estamos involucrados, en este sueño de fe, en ver una Casa de Oración para toda la Comunidad de Labranza de Dios. Cada día me levanto alentado con la fe de este sueño, que estoy persuadido viene de lo Alto.

El día de ayer fue muy especial, en el cual mi fe se fortaleció, al saber que una de esas personas especiales con las que convivo tenía el mismo sueño que nosotros. El sueño primeramente creció en el corazón de mi esposa y el de un servidor. Con el tiempo el sueño prendió en la buena tierra del corazón de nuestros hijos, en el sentido más amplio de la palabra hijo o hija. Ayer nuestra nieta de seis años, esa persona especial de la que os hablaba, me hizo una pregunta, que removió mi fe. Una pregunta que motivó esta reflexión que os estoy compartiendo ¿Cuándo vamos a comprar una congregación? Sin pensarlo dos veces le dije “Este año, Noa, este año”

Para ella es un lugar, como el que tuvimos años atrás, donde tener las clases de Granero Infantil. Un lugar dónde ver a sus amigos. Un lugar para aprender, divertirse y danzar cuando cantamos. Un lugar para reconocer a Dios y su obra creadora. Un lugar donde crecer integralmente en todos los aspectos de la vida.

En su mente tener un lugar donde reunirnos, como congregación, significa hacer el esfuerzo de comprar un edificio o algo similar. Ciertamente que tiene toda la razón para creerlo así. Necesitamos una Casa de Oración comunitaria sin descuidar nuestra primera Casa de Oración. En nuestra propia casa tenemos un lugar de oración. Hemos sido enseñados a orar en nuestra propia habitación. Cuando oremos en nuestra propia habitación, ese bendito lugar dónde descansamos y soñamos, estará más cerca de hacerse realidad el sueño de ver una Casa de Oración para toda la Comunidad.

En este bendito Año de la Remisión en el cual esperamos ver hecho realidad nuestros sueños, esperanzas e ilusiones oremos y soñemos. La oración y los sueños son la forma práctica de alcanzar las bendiciones. Oremos y soñemos, con tener una renovada Casa de Oración. Qué los sueños de Noa sean nuestros sueños y que se hagan realidad en este “año agradable” si Dios así lo quiere ¡Qué se cumplan nuestros sueños este año Noa, este año!


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