La velocidad de los que van a la cabeza de la marcha

El ritmo de marcha en el viaje a la Libertad, por lo general, lo marcan los que van a la cabeza. Los líderes son los que tiran emocionalmente de los demás, pero están conscientes de las limitaciones del grupo. Con todo, incluso por mucho que los dirigentes quieran adelantar, la marcha encontrará resistencia, oposición y enfrentamientos, de los unos con otros.

En un grupo los problemas son grandes independientemente del tamaño o la cantidad de personas que lo conforman. Las metas y los objetivos están limitados, en el tiempo de consecución, al ritmo del grupo y a la motivación, que proyectan los que van por delante. La importancia de la motivación y el buen ejemplo podrán disminuir el tiempo que pasemos por el desierto, pero aun así algunos siempre serán resistentes al cambio de ritmo. La flexibilidad al cambio es de vital importancia, para alcanzar las metas y los objetivos a los cuales vamos a llegar. Por muy lenta y dificultosa que sea la marcha tenemos la convicción, motivación y fe, de que vamos al llegar a nuestra particular Tierra Prometida.


La actitud no la cambia el desierto sino nuestra propia voluntad. Los que culpan al desierto de su falta de motivación y apatía se exculpan así mismos y eso no es bueno. No podemos transitar por el desierto echando las culpas a los demás, al calor, a la arena, a la falta de agua, al pan endurecido o la falta de sombra. Las quejas son más dañinas cuanto más se repiten en el tiempo ¿Cuánto tiempo nos llevamos quejando, de una cosa o de otra? ¿Llegaremos antes a nuestro destino quejándonos? La actitud negativa y de continuas quejas no facilita la marcha, sino que la hace más lenta, dura y difícil.

La solución no es culpar a otros sino evaluarnos a nosotros mismos y hacer los cambios necesarios, para acompasarnos al ritmo del resto del grupo. Los que se conforman, a su estatus actual, son aquellos que desde la comodidad de su entorno resisten todo cambio. La buena actitud es la que está dispuesta a cambiar, mejorando el momento presente aspirando a un futuro mejor y más próspero, en el sentido más amplio de la palabra. El compromiso mutuo de apoyarse unos a otros, entiéndase como los intereses comunes y comunitarios, facilita y permite un buen ritmo de marcha en el viaje a la libertad, que la vida en si misma representa.


Los que van a la cabeza deben saber que la rebeldía, resistente al cambio, es la más difícil de cambiar valga la redundancia. La positiva rebeldía, entiéndase como espíritu de superación, tiende a promover los cambios empezando por uno mismo. No podemos pretender que los demás cambien y no estar dispuestos a cambiar nosotros. Los que van a la cabeza conocen el camino, pero no pueden forzar el cambio de actitud de una persona o de un grupo, que no está dispuesto a cambiar. La actitud de resistencia a cambiar, aceptar y asumir las directrices de los que nos conducen no debe interpretarse como un valor positivo o como una personalidad fuerte sino como una forma de presión, pura rebeldía y chantaje emocional, para llamar la atención.

La gente negativa ni avanza ni deja avanzar a otros. Lo único que les motiva, a la ya nombrada gente negativa, es desmotivar a otros y solo así se sienten momentáneamente mejor. En este viaje a la libertad lo que necesitamos son mujeres y hombres rebeldes frente a la apatía, el aburrimiento espiritual y la falta de motivación. Lo que necesitamos son motivadores, animadores y alegres visionarios con proyección de futuro, que faciliten la velocidad de los que van a la cabeza de la marcha. En esta carrera de la vida avanzamos en equipo motivándonos los unos a otros, para llegar a la meta alegremente victoriosos.



Qué te parece si dejamos toda actitud negativa y contribuimos a la buena marcha del grupo con buen humor, sana alegría y una gran sonrisa. La mujer virtuosa que presenta la Escritura es aquella que, entre otras muchas virtudes, sabe reírse de lo que está por venir. No estés tan preocupada o preocupado por el futuro que te olvides de reír, de alégrate y de agradecer al Cielo las muchas bendiciones que te ha dado personal, familiar y congregacionalmente hablando. 

La alegría, la tuya, la mía y la nuestra, acelera el ritmo de marcha, para salir del desierto.

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