Construir o destruir



En el setenta aniversario de la creación del moderno Estado de Israel el mundo asiste atónito ante los grandes avances, en todos los campos, que Israel está experimentando. La bendición del Cielo se deja sentir de una forma milagrosa, en la llamada Tierra Santa.

La celebración de este año marca el inicio de un nuevo tiempo, para Israel de forma especial, y para el resto de las naciones. Los amigos de Israel esparcidos por todo el mundo han puesto sus ojos en esta pequeña nación de grandes iniciativas, progreso imparable y visión de futuro. Unos amigos que además de admirar a Israel, como cabeza de naciones, saben que están viendo con sus propios ojos el cumplimiento profético de las Promesas, que el Cielo ha dado a Israel.

El presente tema no versa sobre profecía, escatología o señales de los tiempos sino sobre la inmensa bendición que Israel está aportando a la humanidad, en su conjunto. En los tiempos que vivimos de grandes tragedias, calamidades, cambios sociales, políticos y religiosos la luz de la Escritura alumbra a este Pueblo, que comparte al resto de las naciones. La responsabilidad más alta que una nación o pueblo puede recibir es la de salvaguardar la Ley de la Libertad o Escritura. Unos Mandamientos, Estatutos y Decretos entregados a Israel, para su transmisión a toda la humanidad. La única nación responsable proteger el Legado del Cielo, entiéndase la Biblia, es el Pueblo de Israel.


Los fundamentos sólidos del Judaísmo, de todos los tiempos, están sustentados en la Escritura. Una base de firme pensamiento espiritual, legislativo, jurídico y legal establecido por el Cielo, para que se aplique en la tierra. Una Ley Santa, para aquellos que quieren vivir apartados, léase santificados, para el servicio de los intereses del Reino de los Cielos. Unos intereses que nos interesa conocer, obedecer y aplicar en nuestra cotidiana forma de vivir. La llamada felicidad está sustentada por una conciencia incomodada por los Preceptos del Cielo que nos lleva a plantearnos el modo de vida, que estamos llevando. Los modernos avances nos han facilitado la existencia, pero no han podido cambiar al hombre obsesionado en ser el centro de una Creación, que ni siquiera reconoce. El hombre de hoy no reconoce la Creación, ni a su Creador, por eso destruye más que construye.

Una vida sin dirección, ni enseñanza, que es llevada por diferentes conceptos filosóficos y por la mal llamada ciencia que en algunos casos solo es ocultismo, con el apellido superfluo de ciencia. La Sabiduría que viene de lo Alto es pura, absolutamente pura, e incontaminada por el egocentrismo del ser humano. Una vida que no ha sido cambiada por la Escritura es una vida perdida, en el sentido más amplio de la palabra. Los logros son consecuencia de la bendición del Cielo, para aquellos que están conscientes de su necesidad de cambio. Los seres humanos hemos sido creados con nobles propósitos de servicio a Dios y al prójimo. Un cambio y unos logros que son propiciados por el amor obediente, a la Escritura.   

“Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía” Santiago 3.17

La sabiduría de la cual hace gala Israel no es una casualidad, sino el producto de mantenerse en las Enseñanzas, Principios, Leyes, Normas, Preceptos, Instrucciones o Mandamientos los cuales modelan nuestra vida y nos conducen por el Camino o Senda Antigua diseñado, por el Creador. El Estado de Israel cumple setenta años y nosotros estamos recibiendo de esa sabia de bendición al ser injertados, siendo ramas de olivos silvestres, en el Buen Olivo preservado bajo la atenta mirada del Eterno. 

El tiempo de construir el futuro ya ha empezado, pero tenemos estar fuertes y llenos de fe, para ver lo que no se ve y para tocar lo intangible. En Israel antes de ver hay que creer. En otras palabras, creer para ver ¿Estamos en esa disposición? Construyamos juntos la bendición que tanto tiempo llevamos esperando.




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