EL VALOR DE LA LEY DE DIOS


La presente enseñanza trata sobre el Shabat y las implicaciones que tiene su correcta aplicación en nuestras vidas. Algunos “juegan” con la Ley de Dios, sustituyendo sus demandas o Mandamientos por erróneas interpretaciones que llaman principios y que desvirtúan la propia Escritura. ¿Qué valor tiene realmente la Ley de Dios en nuestra vida? ¿Influye tanto como decimos? ¿Nos ha cambiado tanto como vociferamos? ¿Obedecemos a Dios o hacemos lo que nos parece a nosotros?.
Muchos que se llaman cristianos, alegan que no tenemos que guardar las Festividades Bíblicas y en especial el Shabat, estoy de acuerdo en que ellos no deben, ni pueden, ni saben celebrar Shabat ¿Para qué van a celebrarlo?. Otros dicen que celebran todos los días el Shabat, notable contradicción, para decir lo mismo que los anteriores cristianos ya mencionados, que no celebran el Shabat. Podemos poner excusas de lo más variopintas, para justificar que hacemos lo que queremos, interpretando la Escritura tal cual nos convenga. Otros más refinados, alegan que el Shabat es un “principio” y que con guardar un día de descanso a la semana es más que suficiente, para hacer la voluntad de Dios. ¿No le hace pensar que algo va mal?.
Analicemos la última alegación para no celebrar el Shabat, tal cual nos enseña la Escritura. Los que hablan de “guardar un principio”, están diciendo que Dios lo que nos enseña no es a guardar la literalidad de los Mandamientos. Con que guardemos los principios que emanan de los Mandamientos, es suficiente. Un ejemplo, cuando Dios nos ordena no mentir por medio de los Mandamientos, nosotros aplicando el guardar un principio, podemos decir, que las mentiras piadosas no son mentiras. No vamos a explicar más, queda totalmente claro. Del mismo modo y aplicando el concepto de sustitución del Mandamiento por un principio, podemos hacer lo que queremos y en la forma que nos convenga. Con sustituir la voluntad escrita de Dios en la Biblia, por un principio, nos sentimos justificados, alegando que somos buenos y obedientes hijos de Dios.
Un principio, es un razonamiento que interpreta la Ley de Dios, dejando ver un aspecto práctico de la misma. Los principios guían hacia el cumplimiento de la Ley, pero no sustituye, ni la contradice dicha Ley. La Escritura nos manda recordar, guardar y santificar el Día Séptimo o Shabat, esta es la Ley de Dios. El principio que emana de esa Ley, es que guardemos un día de reposo para el Señor a la semana. Aunque practiquemos un principio emanado de la Ley, dicho principio no puede sustituir ni contradecir la Ley. No podemos decir que da igual un día que otro, quitando así el valor que la Ley de Dios tiene, sustituyéndola por un principio de menor rango de autoridad. No podemos decir que lo importante es celebrar un día (el principio) y cambiar la voluntad de Dios, expresada en Su Ley, que es que guardemos el Shabat, el sábado, no otro día.
Acuérdate del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo para el Señor tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de tus puertas… (Éxodo 20.8-10)
Celebremos el Shabat en el día que Dios ha instituido y no lo cambiemos por la celebración del día del dios sol o Domingo. Somos los reyes de las invenciones más extrañas para no obedecer lo que Dios nos manda, en el día y en la forma que nos manda. La Ley es un Mandamiento que Dios ha promulgado por escrito, para que sus hijos la estudien, la practiquen y la enseñen. La Ley de Dios es un Precepto o Mandamiento establecido en la Escritura para ser cumplido, no para ser interpretado. La Biblia es la Ley suprema por encima de toda ley o leyes, que tenemos que obedecer. Tú que te jactas de la Ley, ¿con infracción de la Ley deshonras a Dios? (Romanos 2.23). La desobediencia hace que se deshonre la Ley de Dios, cambiando lo que Dios quiere, por lo que nosotros queremos o interpretamos. Cuando esto sucede quedamos en situación de convictos. Somos buscados por la Ley y sus autoridades. Somos convictos de pecado y por tanto buscados por la Justicia del Cielo. La desobediencia hace que se sustituya la Ley de Dios, por formas religiosas, culturales, filosofías humanas o los ya mencionados sutiles “principios sustitutorios”.
Muchos directamente quebrantan la Ley de Dios, sin experimentar ni el más mínimo sentimientos de culpabilidad. “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia…” (1ªTimoteo 4.1-2). Estamos como en el tiempo del más salvaje oeste, donde la Ley de Dios es violada, sin que parezca a nadie importarle. Cada uno hace lo que bien le parece sin importarle la Ley de Dios, ni el Pueblo de Dios, ni los Intereses Comunes y Comunitarios, algo más recurrente en la historia de lo que nos pudiera parecer. En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía. (Jueces 21.25). La desobediencia a la Ley de Dios es hacer lo que bien nos parece, sin pensar en los demás, incluidos aquellos que somos parte de la Congregación, familia espiritual a la cual nos debemos, por amor a Dios.
Cuando desobedecemos la Ley del hombre, somos perseguidos por las autoridades que tienen la responsabilidad de guardar y hacer guardar la Ley. Desobedecer la Ley de Dios, es enfrentarnos con el Señor mismo y creer que le ganaremos, que no tendrá consecuencias lo que hacemos o lo que hagamos. Desobedecer la Ley de Dios es traicionar la confianza que Dios ha puesto en nosotros y venderle por unas pocas monedas.
Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! (Mateo27.3-4).
Dios no es un pistolero al que podemos retar y salir impunes. No podemos vencerle, aunque si podemos venderle. Uno de los discípulos vendió al Mesías por unas monedas y su conciencia no lo pudo soportar. Cambiar la vida en el Señor, por dinero, sean poco o mucho, es un suicidio en la práctica. Y arrojando las piezas de plata en el Templo, salió, y fue y se ahorcó." (Mateo 27.5). El juicio siempre llega en algún momento de nuestra vida. Sea más pronto o más tarde, las consecuencias de nuestros hechos serán visibles y reales en nuestra vida. Cuando desobedecemos a Dios o no alertamos a otros de las consecuencias del pecado, somos también responsables, especialmente con nuestros propios hijos, naturales y espirituales. "Mas si engendrare hijo ladrón, derramador de sangre, o que haga alguna cosa de estas, y que no haga las otras, sino que comiere sobre los montes, o violare la mujer de su prójimo, al pobre y menesteroso oprimiere, cometiere robos, no devolviere la prenda, o alzare sus ojos a los ídolos e hiciere abominación, prestare a interés y tomare usura; ¿vivirá éste? No vivirá. Todas estas abominaciones hizo; de cierto morirá, su sangre será sobre él." (Ezequiel 18.10-13).
La Ley de Dios no es temporal sino eterna, perpetua, así como la ley de la gravedad no cambia cada cierto tiempo. Lo malo o lo bueno que hagamos, será lo que cosechemos. La diferencia entre los que pecan y no se arrepienten y los que se arrepienten del pecado y guardan los Mandamientos de Dios, son literalmente como la vida y la muerte. "que no prestare a interés ni tomare usura; que de la maldad retrajere su mano, e hiciere juicio verdadero entre hombre y hombre, en mis ordenanzas caminare, y guardare mis decretos para hacer rectamente, éste es justo; éste vivirá, dice el Señor." (Ezequiel 18.8-9).
De una manera o de otra la Ley de Dios se ejecutará y alguien la aplicará, sea bueno o sea malo el que la aplique, debemos saber que el juicio siempre llega. Dios mando a Su Pueblo gente dura que los encadenó y los llevó presos en el mejor de los casos a Babilonia. Observemos que quién mando a los babilonios fue el Señor y cuando esto sucede el cazador no puede fallar. "Y habló Dios a Manasés y a su pueblo, mas ellos no escucharon; por lo cual Dios trajo contra ellos los generales del ejército del rey de los asirios, los cuales aprisionaron con grillos a Manasés, y atado con cadenas lo llevaron a Babilonia. Mas luego que fue puesto en angustias, oró a su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres." (2º Crónicas 33.10-11).
El cumplimiento parcial de una Ley no significa que esté cumplida. La religión que llamamos de los mínimos lo demuestra. Un poquita de pan, un poquito de vino, un poquito de limosna y un largo etcéteras, que no forman, solo quieren justificar, las cauterizadas conciencias de gentes de aparente y sincera religiosidad. El Valor de la Ley de Dios, se disuelve cuando la mezclamos con principios y normas, tomando una especie de atajo para no ir por el Camino que Dios nos ha mostrado. Le Ley de Dios genera principios, pero los principios no pueden generar leyes, por encima de la propia Ley.
Como ya hemos dicho, son muchos los que dicen, que el principio es que guardemos un día de reposo, cambiando la Ley y haciendo la suya propia. Le Ley de la Libertad nos enseña así: Seis días se trabajará, pero el día séptimo es día de descanso consagrado a Adonai. Cualquiera que trabaje en sábado, ciertamente morirá (Éxodo 31.15). Si estas palabras directamente dichas por Dios, no nos hacen pensar ¿Qué nos podrá hacer pensar?.
Estamos siendo infieles a la Ley de Dios, sustituyéndola por otro principio hecho ley, que nos gusta más. Ni aunque fuéramos sheriff, tendríamos autoridad para hacerlo. La Ley de Dios genera tanto principios que se sustentan en la propia Ley, como principios que la explican y amplían, pero nunca la sustituya, la reemplaza o la abroga. No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir…(Mateo 5.17). Jesús no vino a abolir la Ley de Dios, aquella que es parte intrínseca de si persona, sino a cumplirla y hacerla cumplir. Antes no teníamos ley, ni honra, ahora con el Mesías, somos responsables de ambos y otros muchos conceptos bíblicos, delante de Dios. “En aquel tiempo estabais sin el Mesías, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los Pactos de la Promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo." (Efesios 2.12).
Los desobedientes cabalgan solos y mueren solos, por la dureza de su corazón, sin Ley de Dios y sin dirección, incluso habiendo tenido una responsabilidad en medio del Pueblo del Señor. Son aquellos que la Escritura define como nubes sin agua, llevados como el viento de un lado a otro, movidos a seguir doctrinas de hombres, aliados de los más feroces demonios. Sus intereses personales son más grandes que los Intereses Comunes y Comunitarios. Rebeldes y contumaces, se enfrentan las autoridades establecidas por Dios, sin la menor vergüenza. Estamos en un tiempo peligroso, socialmente, moralmente y espiritualmente. Los sacerdotes no dijeron: ¿Dónde está Dios? y los que tenían la Ley no me conocieron; y los pastores se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaron en nombre de Baal, y anduvieron tras lo que no aprovecha. (Jeremías 2.8).
El cazador enviado por Dios, ha salido a perseguirlos y no dejará de hacerlo mientras sean desobedientes, desleales y deslenguados. He aquí que yo envío muchos pescadores, dice el Señor, y los pescarán, y después enviaré muchos cazadores, y los cazarán por todo monte y por todo collado, y por las cavernas de los peñascos. (Jeremías 16.16). El cielo se está tiñendo de rojo, por la sangre de los desobedientes que no dan valor a la Ley de Dios. EL juicio siempre llega. ¿Qué valor le da en vida a la Ley de Dios?. Porque mis ojos están sobre todos sus caminos, los cuales no se me ocultaron, ni su maldad se esconde de la presencia de mis ojos. (Jeremías 16.17).
¿Qué valor le da en vida a la Ley de Dios? Recuerde el cazador está buscando a los que desobedecen obstinadamente, para arrastrarlos al calabozo, a la mazmorra o la cárcel. El cazador le está buscando y por mucho que se oculte le va a encontrar. Perversidades hay en su corazón; anda pensando el mal en todo tiempo; siembra las discordias. Por tanto, su calamidad vendrá de repente; súbitamente será quebrantado, y no habrá remedio (Prov. 6.14-15). El pecado tiene un precio que vamos a pagar de una forma o de otra.
El fin de todo el discurso que has oído es: Teme a Dios y guarda sus Mandamientos, porque esto es el todo del hombre. Pues Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa oculta, sea buena o sea mala (Eclesiastés 12.13-14) The End.

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