Rosh Hashaná: Las dos caras de la moneda
No debemos opacar la realidad del Juicio, con la alegría de
la fiesta. Es preferible que estemos conscientes del lado más serio e
importante de Rosh Hashaná, que nos olvidemos de ello, pensando solo en la alegría,
en la fiesta o en comer los ricos platos típicos de estos días. La Escritura
hace un balance entre la alegría y la tristeza, haciéndonos ver ambas están íntimamente
ligadas. “Aun en medio de la risa se
duele el corazón, y el término de la alegría es la congoja” (Proverbios 14.13).
La risa se acaba, la alegría es pasajera, pero los sentimientos producidos por
una tragedia, accidente, enfermedad o suceso que empañó nuestra niñez o
juventud, queda para siempre. Nos olvidamos, de los momentos alegres con suma
facilidad, pero perduran profundamente los recuerdos tristes de nuestra vida.
¿Significa esto que debemos estar siempre serios, tristes y compungidos?
Evidentemente no, pero debemos mantener el equilibrio de no pensar que la vida
en solo placeres, alegrías, risas y fiestas.
Algunos solo piensan en el fin de semana, como el único
aliciente de sus vidas. Durante la semana no son capaces de encontrar alegría
en lo que hacen. Viven frustrados con el trabajo, con la casa, con la familia y
con todo lo que les rodean. No son felices con nada, los hombres, solo están
pensando en el partido de futbol y las mujeres en su deporte de moda el “Shopping”
y en la escapada de fin de semana. Otros en los conciertos, en los viajes, en
las tórridas fiestas veraniegas y así toda su existencia. El vacío existencial
no se llena con fiesta, risas o alcohol, por citar ejemplos muy comunes. No
podemos llenar el vacío interior con lo que este mundo ofrece, de forma
aparente gratis. Todo tiene un precio y aquellos que solo llenaron su aljaba de
risas y placeres, acabaran llorando amargamente su perdido destino.
Rosh Hashaná nos dice que la alegría no puede ocultar la
realidad de la tristeza que nos rodea. Vivimos en un mundo interrelacionado,
donde muchos sufren y donde pocos se alegran. La “renta per cápita” de la
felicidad está muy mal repartida. La pobreza emocional y espiritual es muy superior,
a la riqueza de la sabiduría. El ser humano, en general, no busca la riqueza de
la sabiduría que viene de lo Alto, prefiere la pobreza que asciende desde las
profundas simas infernales de lo malo y perverso.
Sin un Juicio Anual del Cielo sobre la tierra ya haría
siglos que el ser humano se habría destruido, así mismo. El mal hubiera
prevalecido y sus agentes diseminados por todo el planeta habrían sometido a la
esclavitud absoluta a sus semejantes. Con los Preceptos del Señor en nuestras
vidas, el luto se puede convertir en felicidad, la tristeza en alegría, pero
sin la obediencia a Dios, la alegría se tornará en amargura y la risa en
llanto. Rosh Hashaná nos vuelve a la realidad, al equilibrio y a la cordura de
saber lo que somos y como debemos vivir.
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