Entrando por las puertas del Juicio Anual


A las puertas de Rosh Hashaná, el Año Nuevo en el Calendario Hebreo, nos preparamos para entrar en un Juicio que determinará lo que suceda en el resto del año. Un Juicio, con mayúsculas a nivel personal y comunitario. Un Juicio a todas las naciones, pueblos, asociaciones, grupos o empresas, por citar algunos ejemplos entre otros muchos. Todo y todos vamos a ser juzgados, evaluados y sentenciados en último extremo.

Una sola mirada a nivel internacional nos dice que el mundo está en una situación complicada, peligrosa y preocupante. Las guerras no cesan, sino que se intensifican. El hombre no puede, o no quiere, quitar el hambre. La ciencia aparentemente no tiene conciencia. Con este desalentador panorama vamos a entrar por las puertas de un Juicio, que comienza en Rosh Hashaná, transcendente para toda la humanidad. A los diez días en Yom Kipur se nos dará la sentencia. 

Todos sabemos que aquello que no solucionemos, o empecemos a solucionar, antes del Día de la Sentencia empeorará irremisiblemente a lo largo del año. Con este razonamiento es fácil determinar, no hay que ser profeta, cómo será el año que en breve comenzamos.

La guerra de Siria, por citar un ejemplo destacado, lejos de solucionarse está dejando un desastre humano, que empeorará a niveles fácilmente imaginables en el resto del año. Cada ciclo anual que pasa la guerra de Siria es más cruenta y más cruel. En Siria no hay malos y buenos, todos son malos y las consecuencias de sus actos saltan a la vista. El conocido adagio “lo que se siembra se recoge” es fácilmente entendible en la situación autodestructiva siria. No es casual lo que está pasando en Siria. No es fruto de un enfrentamiento entre políticas diferentes de unas facciones u otras. Siria como nación ha sido, y todo parece que será, un cruel enemigo de Israel ¿Pasará esto desapercibido para el Cielo? El Juicio Anual está a punto de comenzar para Siria, entre otras naciones, y nos tememos que la sentencia será de culpabilidad con las consecuencias que ello conlleva.

Aquellos que creemos en la intervención del Cielo, en los asuntos de la tierra, estamos persuadidos que todo tiene una causa. Nada en la vida es casualidad. Todo tiene un claro efecto y una determinante causa marcada por nuestras acciones individuales y colectivas. Las naciones, sus gobiernos y sus ciudadanos determinan su propio futuro por medio de sus acciones buenas o malas. Las acciones positivas o negativas, a nivel personal o comunitario, marcan definitivamente nuestro presente y nuestro futuro. Lo creamos o no lo creamos todos somos juzgados anualmente, en un Juicio que pretende corregirnos en primera instancia.

Todos estamos implicados en la corrección del mundo y llamados a corregirnos, en primer lugar, a nosotros mismos. Lo que vemos a nuestro alrededor es un reflejo de lo que somos en nuestro interior. El mundo entero está interrelacionado y lo que pasa en un lugar del planeta afecta al resto. La miseria y el hambre de una gran parte de la humanidad nos tiene que afectar de tal modo que nos impliquemos en buscar soluciones. Tenemos que involucrarnos en cambiar el mundo sabiendo que toda acción individual, por muy pequeña que parezca, afecta al resto de la humanidad.

¡Por último! tengamos conciencia que no podemos entrar al Juicio como inocentes, tal como está el mundo, sino como arrepentidos implorando la misericordia del Cielo. Rogando que se nos permita ser agentes transformadores del mundo, como ejemplos, siendo cabeza y no cola.

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