La serena gratitud frente a las angustias de la vida
Las cosas espirituales y las naturales de la vida adquieren
una nueva comprensión al ser iluminado nuestro entendimiento, con la Luz de
Dios.
Las preocupaciones, parte inherente de la vida, nos producen angustia la
cual se va incrementando a medida, que pasa el tiempo y pensamos que las cosas
no cambian. Muchos de los que nos rodean, sean familiares, amigos o simplemente
conocidos nos hacen preguntas, que nos pueden llevar a dudar de lo que Dios nos
ha dicho ¿Por qué se nos olvidan las Promesas del Cielo? Por lo general por
dejar de leer la Escritura ¿Así de fácil? Así de fácil y de sencillo mis
estimados compañeros de fe.
Hoy quisiera recordarnos, a todos nosotros, la forma de
presentar a Dios nuestras preocupaciones sean del tipo que sean. Los problemas
laborales, las dificultades económicas, las relaciones familiares o las
enfermedades nos enfrentan con nosotros mismos y con lo que decimos creer. Quién
no se ha preguntado ¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué a mí? Unas preguntas que nos
causan más preocupación pues no tienen respuesta. No se trata de preguntarnos
¿Por qué me pasa esto? sino ¿Para qué me pasa esto? Las razones las tenemos que
encontrar en Aquel, que tiene todas las respuestas a nuestras dudas,
preocupaciones y angustias. La Luz de Dios, por medio de la Escritura, debe
iluminar nuestro entendimiento.
La corriente predominante insiste en “torcerle el brazo a
Dios” para que nos de lo que las respuestas que pedimos. Muchos piensan, aunque
no lo digan así, que Dios tiene que darles lo que piden, cuando lo piden y explicarles
del porqué de su situación. No aceptan un no por respuesta y mientras esperan y
esperan se desesperan. Además, muchos de ellos, tienden a criticar a los que no
aceptan como espirituales sus maniobras disuasorias, para con Dios ¿Han pensado
en lo que Dios quiere? Todo parece indicar que solo están pensando en sus necesidades,
sin considerar la Voluntad de Dios.
El Señor insiste en decirnos una cosa y nosotros en hacer
todo lo contrario. En la práctica estamos a oscuras y pensamos que vemos mejor
que los demás. No es buen camino para llegar a entender las cosas de Dios creernos
orgullosamente espirituales. ¿Cómo tenemos que pedir algo a Dios? Así se nos ha
enseñado “Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones
delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filip. 4.6).
Aquí se nos dice que por nada estemos angustiados y cuando
dice el Señor por nada es por nada. Dios conoce nuestras preocupaciones. Tal
vez somos nosotros los que pensamos que Dios está ajeno a lo que nos pasa. Tal
vez, sin darnos cuenta e irritadamente, le repetimos una y otra vez lo que
nosotros queremos. Más que una humilde oración y paciente ruego pareciere que
estamos tramitando una queja, ante las instancias Celestiales. El Cielo no
tiene departamento de quejas y sugerencias. La atención al “cliente” es divina
e inmejorable ¿Por qué nos angustiamos e irritadamente exigimos
respuestas rápidas a Dios?
La confianza en Dios se traduce en humildad y paciente
ruego, a la espera de que la Voluntad de Dios prevalezca. No podemos entrar a
la presencia de Dios con quejas sino con ruegos y gratitud. Se nos ha enseñado
a no angustiarnos por nada, pero en la práctica nos angustiamos por todo. El
trabajo, la hipoteca, el dinero, los hijos, la familia o la salud no deberían
angustiarnos cuando creemos en Dios y en su Voluntad. La dificultad de no
angustiarse es humana, pero se nos pide que confiemos en Dios y en su autoridad.
Se nos ha enseñado a decir “Hágase tu voluntad” pero cuando las cosas no van
como nosotros creemos que deberían ir entramos en pánico y la angustia oscurece
nuestro entendimiento. Se nos ha enseñado “a los que aman a Dios todas las
cosas nos ayudan a bien” pero ponemos en duda eso de todas las cosas. Tal vez,
irresponsablemente, podemos llegar a pensar que solo algunas cosas nos ayudan a
bien. Cuidado pues toda nuestra vida está en las manos de Dios ¿Por qué nos
angustiamos y perdemos la paz?
No vamos por buen camino cuando desoímos a Dios y nos
angustiamos por todo. Si Dios nos dice, e insistimos en esto, que nos
angustiemos por nada deberíamos hacerle caso. La angustia se controla cuando
vamos al Señor con la aspiración de obedecerle en todo, no solamente en algunas
cosas ¿No sabe Dios, antes de que se lo pidamos, lo que necesitamos? ¿Acaso
Dios ignora nuestra situación? ¿No será que Dios espera que aprendamos a
obedecerle creyendo en lo que nos ha enseñado? La angustia puede ser nuestra
respuesta, a la falta de aceptación de la Voluntad de Dios.
El Señor espera que vayamos ante su presencia, como ya
dijimos, con humilde oración, paciente ruego y un sincero agradecimiento. El
agradecimiento vence a la angustia, el temor y la duda. No podemos llegar ante
Dios a quejarnos angustiosamente, y angustiados, pidiéndole que nos ayude.
Claro que nos ayuda. Recordemos que Él siempre está entre los que nos ayudan. La
obediente confianza en Dios nos abre las puertas de la necesaria bendición. No
necesitamos la frustración, ni la angustia, para que Dios nos oiga. Lo que
necesitamos es la gratitud a su Soberana Voluntad ¿Qué es mejor que se haga la
voluntad de Dios o la nuestra? Se nos ha enseñado a orar diciendo “hágase tu
voluntad” lo cual implica aceptar su voluntad por encima de la nuestra, con
especial gratitud y confianza.
La falta de comunicación espiritual y emocional, con lo que
Dios nos ha dejado por escrito, debería ser nuestra verdadera preocupación. Todos
necesitamos que nuestro entendimiento sea iluminado por la Luz de Dios, que
emana de la Escritura. Todos necesitamos entrar en la presencia de Dios con
gratitud y serena confianza en Su Voluntad. La angustia y la frustración deben
quedar en la sala de espera del tiempo pasado.
El resultado de nuestra sincera confianza en la Santa
Voluntad de Dios será paz emocional y espiritual. Entonces nos dice la Escritura
“la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones
y vuestros pensamientos en Yeshua HaMashiaj” (Filp. 4.7) La serena gratitud debe
prevalecer sobre las angustias de la vida, por medio de la fe en Dios. La
gratitud, entiéndase el dar gracias por todo, es el distintivo por excelencia de
los Hijos de Dios. Entonces una vez desterrada la angustia y la frustración
reinará la Paz del Cielo en nuestras vidas. El Shalom de Dios guarde nuestros
pensamientos y nos ilumine en estos maravillosos Días de Januca.
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