Principios Educativos: Tener límites claros en la enseñanza
Los limites en la educación no significa tener una educación
limitada. En el proceso educativo los límites son necesarios, para la buena
formación de nuestros hijos.
Un niño al que no se le pongan límites, en el
contexto de la educación en la familia, será un quebranto tarde o temprano,
para la unidad familiar. Los padres somos los responsables de marcar, con toda
claridad, las líneas hasta dónde pueden llegar nuestros hijos, en su proceso de
crecimiento emocional y espiritual. La corriente modernista, en la educación, presume
de todo lo contrario al no poner teóricamente límites, en la educación
infantil.
En la práctica los límites nos condicionan, como es
evidente, pero nos proporcionan seguridad, una valiosa autoestima y una
inestimable protección integral. El equilibrio está en determinar qué límites
son necesarios y cuales serían inapropiados, en el proceso educativo. Un niño
tiene que saber, con toda claridad, que es absolutamente peligroso asomarse por
una ventana en un edificio de varias alturas ¿Le estamos poniendo límites?
Naturalmente que sí. Un límite que le salvará la vida. Por el contrario, no
debemos limitar su creatividad, sueños o gustos personales con buenos efectos,
en la proyección de su futuro. Si queremos que nuestros hijos crezcan sanos
emocionalmente alentémosles a conseguir buenas metas, pero sin que ello
conlleve subirse por encima de los demás. La buena motivación personal también
tiene ciertos límites que nunca deben ser traspasados por nuestros pequeños.
Un niño no puede hacer lo que quiera, cuando quiera y con
quién quiera sin que tenga consecuencias no deseadas, para sí mismo y para los
que le rodean. Tenemos que ayudarle a formar su propia personalidad, sin que implique
que imponga su criterio a otros. Entre hermanos algunos pueden ser muy
impositivos, con los otros. Los mayores suelen imponer la ley del más fuerte
ocasionando más de un disgusto familiar.
Los padres tienen que vigilar en todo
momento la actitud de los unos, para con los otros. En otros casos un niño con
fuerte carácter, aunque no sea el mayor, impone sus propias reglas al resto de
los hermanos. El mejor criterio es limitar sus deseos autoritarios, por medio de
sesiones diarias de diálogo enfrentándolo con la realidad. Limitar su
prepotencia será un sano ejercicio, que le hará maduro y comprensivo con los
demás.
En muchos casos cuando un niño repite ciertas conductas, por
muy graciosas que parezcan, lo peor que podemos hacer es reírle la “gracia” por
emplear un término coloquial. No le ría la “gracia” sino corríjale, en el
momento, mostrándole lo inapropiado de su conducta. Aquí vemos un ejemplo
positivo de poner límites a nuestros hijos. En el momento que hace algo
indebido muéstrele su desaprobación. No tiene que hacerlo en público, pero
tiene que hacerlo en el preciso momento, que sobrepasa el límite de lo que sería
correcto.
En este punto hemos de señalar que hay padres, a modo de ejemplo
negativo, que no intervienen cuando un hijo contesta groseramente a su madre,
padre, hermanos u otras personas de su entorno. Todo un ejemplo de inapropiada
conducta familiar y social. Si no le enseñamos a los niños ciertos modales,
entiéndase límites, algún día pasará de las groseras palabras a la violencia
grosera, que tanto se exalta en nuestros días.
El amor a nuestros hijos también se expresa en forma de
límites, normas y acciones positivas, que refuercen su buena conducta familiar
y social. Pasar por alto sus negativas acciones no resolverá el problema de
conducta. Los padres que aman a sus hijos los corrigen. " No menosprecies, hijo mío, el castigo de Hashem, no te canses de que él te corrija, porque Hashem al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere" (Prov. 3.11–12)
El consejo bíblico enfatiza la responsabilidad de ambos
cónyuges en la función educativa. El pensamiento de que solo es responsabilidad
de la madre, la educación de los hijos, contradice la enseñanza bíblica al
respecto “Escucha, hijo mío, la instrucción de tu padre y no abandones la
enseñanza de tu madre” (Prov. 1.8) La palabra “escucha” es la misma que se
utiliza en la vocalización diaria del Shemá - escucha - en castellano.
El
énfasis radica en hacer conscientes a los niños de su responsabilidad de escuchar
atentamente a los padres. Los límites que les ponen sus progenitores son
buenos, para toda la familia. Unos límites que ambos padres deben consensuar,
para no contradecirse y perder autoridad frente a sus hijos. Empecemos por
hablar, definir, enfatizar y delimitar la forma de actuación, en el proceso
educativo de nuestros hijos. Unos padres que se toman en serio la educación de
sus hijos se pondrán de acuerdo, para guiar a sus hijos de la forma más correcta
y necesaria posible.
Toda enseñanza, que se precie como tal, impone límites,
absolutamente toda, sin los cuales la función pedagógica quedaría anulada y sería
nula por defecto. Todos nosotros debemos prepararnos para instruir, de forma
integral, a nuestros hijos con la Biblia en las manos y el corazón en el Cielo.
Nuestro “libro de texto” preferente en la educación familiar es la Escritura
¡No lo olvidemos!
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