Educación y cultura ¿Cómo se manifiestan?
En otras muchas ocasiones hemos señalado la necesidad de
alimentarnos espiritualmente con la lectura diaria de la Biblia, pero la
lectura debe acompañarse de una reflexión, que nos lleve a unos hechos
concretos. Lo que somos es consecuencia de lo que hacemos y también de lo que
no hacemos. No hablamos de leer para alimentar el ego y pensar que somos mejores
que los demás, sino de alimentar el alma y servir mejor a los demás.
Uno de los problemas de creernos educados, en términos
bíblicos, es la facilidad con la que aceptamos los halagos, las palmaditas en
el hombro de reconocimiento y prestigio ante los demás. Muchas veces las
paredes de nuestra casa espiritual están repletas de títulos, reconocimientos,
trofeos, medallas y cuadros de honores recibidos. La lectura de la Escritura
nos tiene que llevar a darnos cuenta sobre posible ansiedad que manifestamos,
cuando no somos reconocidos como nos creemos merecer.
Los halagos son muy peligrosos mucho más de lo que
pudiéramos pensar. Un buen halago es mucho más dañino que una mala crítica.
Cuidémonos del dulce halago, que engorda el ego. Los halagos son muy
traicioneros a la mínima que te descuides debilitarán tu carácter, por muy
fuerte que te creas. Las mayores caídas vienen por pequeños halagos, que nos
hacen pensar que somos grandes. La lectura de la Escritura debe tener el efecto
contrario al envanecimiento por el conocimiento adquirido. El saber no ocupa
lugar, pero puede quitar el espacio necesario a la moderada educación bíblica.
Los mayores tropiezos son aquellos que se perciben en formas
de caídas y resbalones, de carácter espiritual. Más de un gran hombre,
considerado como espiritual por otros, han sucumbido y tropezado por los
halagos y los parabienes recibidos. No dejes que los halagos te hagan tropezar.
Levantarse de la caída que produce un buen halago es más duro, que superar una despiadada
crítica. Solo servimos a los demás, independientemente del vínculo que nos una
a ellos, si dominamos el carácter pusilánime de esperar reconocimiento de los
otros. El carácter débil precisa del reconocimiento ajeno, para sentirse que es
alguien importante a los ojos de los demás.
En el campo de la educación, sea secular o religiosa, el
mayor peligro se deriva de creernos lo suficientemente preparados, por medio de
los estudios y la formación recibidas. Nunca deberíamos llegar a pensar que
estamos preparados y que tenemos los conocimientos necesarios, para realizar
una cierta tarea sea en el campo que sea. Si esperamos conseguir algo de los
demás, por nuestra preparación, que sea solo su respeto. Nunca busques algo más,
que el sincero respeto mutuo y entonces tendrás verdadera paz contigo mismo. No
confundas el conocimiento con la educación. El saber mucho, abundancia de conocimiento,
no te hace más educado, pero tal vez más vanidoso sí.
La paz interior es consecuencia de la certeza de que es Dios
quién nos otorga el reconocimiento ante los demás, en presencia de conocidos o desconocidos.
Por lo general les caemos muy bien a los demás, por la gracia que Dios deposita
en nosotros, o les caemos muy mal. Un distintivo, la gracia, que los siervos de
Dios exhibieron con rigurosa humildad ante los ojos de reyes, príncipes o
faraones. El Cielo nos pondrá a cada uno en el sitio que nos corresponde
independientemente de lo que otros piensen de nosotros. Nadie nos podrá dar lo
que el Cielo puso para otros, pero tampoco nos podrán arrebatar, aquello que
Dios nos tiene reservado.
La educación y la cultura no se derivan del mero estudio y
de la acumulación de conocimientos. La cultura y la educación son parte del
Proceso de Integración en el Reino de Dios. La Integración en la Cultura del
Reino es un Proceso que dura toda la vida, pero que se deja ver en la forma
como vivimos cotidianamente. Todos nosotros necesitamos lectura bíblica y reflexión
de los conceptos, que la Escritura nos enseña. Todos nosotros necesitamos una
esmerada educación bíblica, pero entendiendo que ni siquiera esa educación nos
hace mejores o superiores a los demás. Formarse o deformarse es cuestión de dos
letras nada más.
La educación de la Cultura del Reino de Dios se manifestará
en nosotros cuando dejemos de tener miedo a una supuesta falta de conocimientos.
La educación y la Cultura de lo Alto se manifestará cuando dejemos de esperar
el reconocimiento ajeno y demos ese mismo reconocimiento, a quien tenemos que
dárselo. Que el Señor permita que nos preparemos, para servir y que sirvamos
para prepararnos, en la fértil tierra de Labranza de Dios. La semilla está en
los graneros a la espera de ser sembrada.
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