La vinculación de lo negativo del pasado, con el presente,
acarrea serias consecuencias nada positivas, para nuestro futuro. Lo que
hicimos mal en el pasado debería corregirse lo antes posible, para que no se
siga repitiendo en el presente y en el futuro.
Tarde o temprano nos tendremos
que enfrentar con las decisiones erróneas, los fracasos, las acciones buenas no
realizadas, los positivos proyectos de vida inconclusos y los compromisos o
promesas que no cumplimos. El pasado tiene un precio que algún día lamentablemente
tendremos que pagar.
El pasado es como una imagen estática que siempre está presente,
aunque la tengamos en el álbum de los recuerdos, que se guardan en el corazón. Una
y otra vez volvemos a recordar y a experimentar los mismos sentimientos tormentosos
del pasado. Las imágenes del pasado no se borran tan fácilmente como pudiéramos
pensar. El gran problema viene cuando repetimos, una y otra vez, lo mismo que
hicimos o dejamos de hacer en el pasado. El futuro está seriamente comprometido
cuando repetimos, en el presente, los errores del pasado. El futuro se convierte
en pasado y el presente es meramente un puente que une los extremos antagónicos
del pasado y del futuro.
En los casos de una cierta clarividencia mental llegamos a
pensar, que solo lo mal hecho en el pasado podría afectar a nuestro futuro sino
se corrige. En estos casos recurrimos a pedir perdón al Cielo, despejando
nuestra conciencia de pesadumbre y creyendo, que así ya está todo solucionado.
El pedir perdón es el primer paso hacia la renovación del alma y la mente, pero
no el único. El problema es que no solo se nos demandará lo malo que hicimos
sino lo bueno que dejamos de hacer. El que sabe hacer lo bueno y no lo hace,
comete pecado (Santg. 4.17)
El pecado es un acto consciente o inconsciente, que
trasgrede la Voluntad de Dios expresada por medio de los Mandamientos. Las
cuentas que se nos van a pedir no son exclusivamente por los actos o acciones que
claramente son consideradas malas sino también por aquellas buenas acciones o
hechos preparados por el Cielo, que dejamos de hacer. Una promesa o un compromiso
incumplido con el Cielo es un acto reprobable del pasado o del presente, que sin
la menor duda tendrá consecuencias, en el futuro.
El Cielo nos ha dado una serie de responsabilidades, enumerarlas
todas sería imposible, las cuales nos serán demandadas más pronto que tarde. Las
responsabilidades son de carácter personal, familiar, conyugal y
congregacional. En este punto déjame enfatizar que las mencionadas
responsabilidades no son de carácter excluyentes las unas de las otras. La
responsabilidad personal no me deja exento de la responsabilidad, que tengo con
mi familia, esposo, esposa, hijos y demás miembros de la Comunidad, que también
son parte vital de presente y futuro.
Todos tenemos las mismas responsabilidades y ninguna de esas
responsabilidades puede desligarse de las otras. Los que son padres tienen la
misma responsabilidad con sus hijos, que con el resto de los niños de la
Comunidad. El bien que hagan unos padres con sus hijos debe estar enfocado al
bien general del resto de los niños, que forman la Comunidad. Los Intereses
Comunes y Comunitarios, llevados a la práctica, son aquellos que están pensados
y realizados, para el bien común de todos y no solo para el bien de mis propios
hijos. La responsabilidad de instruir a mis hijos en la fe no me excluye o exime
de la responsabilidad que tengo de instruir al resto de los niños de la
Comunidad y de trabajar por el bien común de todos.
El llamamiento a servir a Dios, empezando por nuestros hijos,
no nos exime, ni es excusa válida, para dejar la responsabilidad que tenemos
con el resto de la Comunidad de servir a todos. Los dones, las virtudes y los
talentos, de los cuales tanto hacemos gala, serán los mismos que nos acusen
ante el Tribunal del Cielo, por no llevarlos a producir al ciento por ciento. La espiritualidad no se mide solo por lo malo
que no hacemos sino por lo bueno, que dejamos de hacer. Es tan malo hacer lo
malo, como dejar de hacer lo bueno ¿Comprendemos esta enseñanza bíblica? Todos
aquellos trabajos que el Cielo nos responsabilizó y mandó realizar en el
pasado, a los cuales nos comprometimos, y que no hemos llevado a buen fin en el
presente serán una piedra de tropiezo en el futuro.
El mundo podría cambiar si presionáramos a los malos a ser
buenos y a los buenos a ser mejores. La Comunidad podría cambiar si presionamos
a los buenos a ser mejores y a todos a ser ejemplos de responsabilidad ante los
demás. La enseñanza bíblica es muy clara “porque a todo aquel a quien se haya
dado mucho, mucho se le demandará, y al que mucho se le haya confiado, más se
le pedirá” (Luc. 12.48). Si queremos dejar nuestro pasado en el pasado y
prosperar en el presente y en el futuro tenemos que resolver, si o si, lo que
dejamos a medio hacer.
Los compromisos incumplidos son una carga de la cual solo es
posible desprenderse cumpliendo con la responsabilidad que se nos encargó en el
pasado. Las excusas de cargas familiares, cargas laborales, cargas de formación
o estudios y un sinfín más de excusas que podríamos presentar no son válidas
ante el Señor ¿Cuál es tu excusa? Añádela a la lista, por favor y quédate en el
pasado dando vueltas en el desierto de la inacción, la irresponsabilidad y la
falta de esfuerzo. La comida está servida, la mesa está puesta, pero recoger
los platos es ahora tu trabajo, aunque te parezca poca responsabilidad, para tu
formación.
Los que no cumplen con una responsabilidad aparentemente
sencilla ¿Cómo serán capaces de atender una mayor responsabilidad? El que es
fiel en lo poco siempre será puesto en mayor responsabilidad. Lo que en el
pasado dejamos de hacer, por muy poco que sea, nos será demandado en el
presente y en el futuro ¿Imagínate lo que te será demandado si lo que dejaste de
hacer es algo transcendente y que alcanza a muchos a tu alrededor? No quiero ni
pensarlo, pero el futuro lo veo muy oscuro.
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