Comunicación con verdadero propósito
Todos los seres vivimos comunicándonos los unos con los
otros. Los seres humanos podemos elegir qué comunicar y a quién comunicar lo
que sentimos. La comunicación es un acto de la voluntad cuando no hay
impedimentos mayores como puede ser una enfermedad o una limitación de carácter
funcional o emocional.
En términos generales cuando estamos equilibrados, en el
sentido más amplio de la palabra, solemos comunicar nuestros sentimientos,
pensamientos, ideas, opiniones y sobre todo la creencia de fe que mantenemos. No
es posible vivir plenamente sin comunicar lo que creemos.
En el Judaísmo, que Jesús enseñó y practicó, el énfasis está
en comunicar lo que creemos por medio de lo que decimos, por lo que hacemos e
incluso por lo que no hacemos. La evaluación a la que somos sometidos cuestiona
nuestras palabras y nuestros hechos ¡Qué nadie se confunda!
La comunicación, por lo general, se efectúa entre emisor y receptor,
pero con los modernos medios de comunicación un solo emisor puede llegar a
millones de receptores. Incluso así, y teniendo espectaculares formas de comunicación,
como puede ser la radio, televisión o las modernas redes sociales, seguimos
limitando la comunicación de nuestra fe a un reducido círculo de “receptores”
¿Tenemos miedo de comunicar lo que creemos? Una pregunta que solo nosotros
podemos y debemos contestar.
La comunicación, entendida como aquello que debemos y deseamos
comunicar, carece de efectividad sino pasa primero por el corazón. La boca
habla lo que sale del corazón no solo de aquello que sale de un micrófono. Los artefactos
que utilizamos para comunicarnos solo son meros amplificadores de la voz del corazón,
no son el corazón. El micrófono no puede decir nada, ni comunicar nada. El micrófono
es un objeto inanimado, que reproduce sonidos nada más ¿Queremos comunicar lo
que creemos? Empecemos por ajustar el corazón y la voz al nivel que el Cielo
nos demanda.
Un verdadero comunicador, en el Judaísmo de Jesús, es un entrenador
de conciencias sensible y obediente, para enseñar todas las cosas que El Mesías
nos ha enseñado. En realidad, solo podemos enseñar lo que previamente hemos
aprendido y asumido. El conocimiento, aquel que viene de lo Alto, no asumido es
una mera acumulación de ideas inconexas carentes de valor. Lo que creemos solo
tiene verdadero valor si lo ponemos en acción y lo enseñamos a otros.
La correcta relación con Dios hace que mantengamos una
efectiva comunicación con verdaderos propósitos, que van allá de nuestros
intereses personales. El propósito de la vida no es que sepamos muchas cosas,
ni siquiera que hagamos muchas cosas, sino que guardemos y enseñemos a otros a
guardar, todo, lo que el Mesías nos ha enseñado.
Qué el Cielo nos ayude a ser conscientes de nuestra responsabilidad y nos de valentía para comunicar, enseñar y practicar nuestra fe sabiendo que todo lo demás nos será añadido. Si la fe viene por el oír la Palabra de Dios ¿Qué pasaría sino la comunicamos? Qué el Cielo nos encuentre confesados.
Comentarios
Publicar un comentario
Comentarios, opiniones o consultas