El patrón de los atávicos espíritus ancestrales
En el contexto del anterior estudio titulado “Los
tormentosos Patrones Culturales” y siguiendo su desarrollo hoy hablaremos de los
“atávicos espíritus ancestrales” que nos inducen a rechazar el Patrón Cultural
Bíblico establecido por el Cielo.
El caso bíblico más contundente de liberación del patrón
cultural, como ya dijimos, es el protagonizado por Rut, la moabita y Noemí su
suegra judía. Una clara victoria sobre la inducción a seguir los nombrados
patrones culturales, que todos hemos sufrido en algún momento y de los cuales
hemos de liberarnos, con prisa y sin pausa.
Los matices son importantes para entender un cierto contexto
y no hacer del contexto un pretexto. La moabita Rut no llegó de repente y
sorpresivamente, a tomar la decisión más transcendental de su vida. No sucedió
que un buen día se levantó y dijo me voy a Israel, me “hago” judía y aprovecho
que Noemí regresa a su tierra, para irme con ella. No pensó en aprovechar el
viaje de su suegra, para inmigrar a Israel y buscar un futuro mejor. Rut no usó
el interés personal, para alcanzar una meta. Rut tenía un profundo sentido de
lo que significan los Intereses Comunes y Comunitarios, en contraposición de
los individualistas intereses personales.
La moabita tomó la firme decisión de cambiar su patrón
cultural de forma radical y aceptar con todas las consecuencias el Patrón
Cultural del Cielo. Un Patrón que representaba y representa el Israel de Dios.
Muchas supuestas conversiones, cambios del patrón cultural, no son más que
conveniencias o intereses personales disfrazados de espiritualidad. Así tarde o
temprano se desmorona la supuesta aceptación del Patrón Cultural establecido
por el Cielo y la tragedia de la Perdición, con mayúsculas, se hace patente.
Rut conocía muy bien la idiosincrasia del Pueblo de Israel.
Una mujer moabita casada con un judío y con una suegra judía, Maestra de la
Torá, no podría desconocer el patrón cultural hebreo, por matizarlo más exactamente
en este caso. Rut no dejó su propio patrón cultural, por otro totalmente
desconocido, sino todo lo contrario conocía perfectamente el Patrón Cultural de
Cielo. Rut aceptó conscientemente, y con un amplio conocimiento de causa, el ya
mencionado Patrón Cultural de lo Alto.
El Proceso de Conversión de Rut estaba basado en la
enseñanza recibida de su suegra, en la experiencia práctica de vivir el
Judaísmo y en el ejemplo del estilo de vida de su esposo, suegra y cuñado, el
hermano de su esposo también casado con una moabita. La aparente pequeña
comunidad judía en el exilio moabita había mantenido los Principios y Prácticas
del Judaísmo con fidelidad. La decisión de Rut no fue basada en el simple interés
personal de sacarle provecho a las circunstancias. Rut de forma consciente
aceptó el Patrón Cultural del Cielo y el santo compromiso de servir al Único
Dios Verdadero. Un trascendente cambio de patrón cultural propio, para abrazar
el Patrón Cultural del Cielo. Una decisión firme basada en el conocimiento
adquirido, por el estudio sistemático de la Torá.
Rut si conocía la idiosincrasia del Pueblo de Israel ya que
se casó con un judío, hijo de Noemí. Por la fuerza de la lógica, Rut, tendría
que haberse convertido al Judaísmo previo al matrimonio. La conversión es “solo”
un paso hacia la Vida Eterna. La conversión no es la Salvación propiamente
dicha. La experiencia de la conversión, entendida como un cambio de Patrón Cultural,
requiere el previo estudio de la Torá, la Ley de Dios, incluidas las prácticas
de las Festividades, la Confesión de Fe y bajar al Mikve o Baño Ritual. La fe
que no es una práctica vivencial es solo una dañina excusa, de aparente
espiritualidad.
La moabita Rut tenía el conocimiento y la práctica cotidiana
necesaria, para ser considerada judía a todos los efectos. La Confesión de Fe
ante su suegra Noemi de “Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios” fue el sello
distintivo de su Conversión. Una verdadera Conversión que Rut llevó hasta el
extremo al dejar su tierra, sus paganas creencias y liberarse de la influencia,
de los ya nombrados, atávicos espíritus ancestrales. No solo se trata de palabras
sino de hechos y prácticas concretas las que nos identifican y distinguen, como
Hijos de Luz.
El Proceso de Conversión es el inicio, la meta de salida,
del Camino Angosto llamado Patrón Cultural del Cielo. Un paso que Rut había
dado con firmeza. La conversión de Rut no cambio su estatus sino su corazón, su
mente y sus prácticas religiosas. Rut seguía en su pueblo, con su gente, con su
familia, aunque se había casado con un judío. El asunto tal vez se le complica
cuando muere su marido y tiene que decidir si su conversión era tan fuerte,
como para cambiar de vida y seguir viviendo junto a su suegra Noemí, su Maestra
y Guía en la Fe.
Rut podía quedarse en su país bajo la condición de viuda, casarse
de nuevo o elegir irse a otro lugar o país. Rut dejó las costumbres de su
pueblo natural, y la mentalidad adquirida, para empezar una nueva vida. Rut
sabía muy bien lo que era ser judía y que además era reconocida, como tal por
su suegra y su marido, ambos judíos como ya dijimos. Rut asumió su nueva
condición como viuda y judía, de una forma sinceramente espiritual.
El patrón cultural de Rut no fue impedimento, a la hora de
decidir y asumir una nueva identidad espiritual, dado que su decisión era firme.
El ejemplo que había recibido fue muy claro, aunque ella era quién tenía que
decidir asumir, o no asumir, todo el conocimiento adquirido. En otras palabras,
necesitamos no solamente saber, conocer, entender, estudiar o analizar lo que
creemos sino dar un cambio radicalmente absoluto, de forma de vida.
Rut hizo lo que todos necesitamos hacer, para entrar a
formar parte de la Ciudadanía de Israel. Rut asumió públicamente su nueva
condición de judía ¿Nos podemos imaginar lo que supuso para la familia moabita
de Rut, que les dijera soy judía? ¿Nos imaginamos el conflicto cultural de
decir a su familia que se convertía al Judaísmo? La forma religiosa más
antagónica a las prácticas de los moabitas. Somos lo que somos. La forma de
vivir, en la cual decimos creer, es el reto que debemos asumir o no asumir
delante de los demás. El dilema tiene nombre de cambio y se llama Patrón
Cultural del Cielo.
Rut luchó contra su pagano patrón cultural y renunció al
mismo, en palabras y en hechos. Mientras no renunciemos expresamente a nuestros
respectivos patrones culturales y aceptemos el Patrón Cultural del Cielo
seremos moabitas disfrazados de judíos. No dejaremos de ser, lo que somos y aparentaremos
ser, lo que no somos. Enanos disfrazados de gigantes. Una actuación lamentablemente
más común de lo que pudiéramos imaginar. Qué el Cielo permita que seamos capaces de señalar el Camino
emprendido, a todos cuantos nos rodean. Si somos como Noemi vendrán a nosotros
aquellos que nos digan:
"No me
ruegues que te deje y me aparte de ti, porque a dondequiera que tú vayas, iré
yo, y dondequiera que vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi
Dios. Donde tú mueras, moriré yo y allí seré sepultada. Traiga Dios sobre mí el
peor de los castigos, si no es solo la muerte lo que hará separación entre
nosotras dos" (Rut 1.16–17)
Todos en nuestro círculo de relación, familiares,
amigos, conocidos y desconocidos tienen que vernos firmes en la forma práctica
en que vivimos. Todos tienen que oírnos hablar con valentía y sin complejos, de
nuestra Bendita Herencia de Fe. El ejemplo de lo que somos no es una opción temporal sino una
decisión expresa, que nos lleva a la Eternidad. Todos tienen que saber, por lo
que hacemos y decimos, que hemos cambiado nuestro contaminado y caduco patrón
cultural, por el Patrón establecido por el Cielo en la tierra. Un Patrón de
Bendición para nosotros y nuestros hijos en primer lugar.
Un Patrón de
Bendición que alcance a cuantos lo quieran recibir. Compartamos y repartamos nuestro
Patrón Cultural para que nadie diga que siempre nos quedamos con lo mejor.
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