Servir o no servir, ésa es la cuestión


Los que están siguiendo el Ciclo de Lectura Anual de la Biblia con nosotros, como Comunidad, saben que esta semana estamos leyendo el Libro de Números. Una lectura interesante, instructiva y motivadora que ciertamente precisa de un cierto grado de madurez espiritual, para recibir las enseñanzas que se descubren entre sus páginas.

Las cuentas claras y el chocolate espeso, solemos decir en este país, para referirnos a como deben ser las cosas de la vida. El Libro de Números deja totalmente claras las cuentas que Moisés y Aarón tenían que administrar relacionadas con el mantenimiento del servicio del Tabernáculo de Reunión. Todo el Pueblo de Israel estaba comprometido en el servicio del ya mencionado Tabernáculo. Lo primero que el Eterno le manda a Moisés es que haga un censo de toda la Congregación de los Hijos de Israel. Cuántos somos, quienes van a servir y qué medios tenemos son las primeras cuentas que un dirigente, pastor, guía, rabino o maestro tiene que tener presente.

“Haced el censo de toda la Congregación de los Hijos de Israel, por sus familias y por las casas de sus padres, registrando uno por uno los nombres de todos los hombres” Números 1.2

Lo primero que tenemos que saber es con quién contamos en la Congregación, para servir a los intereses del Reino de los Cielos. El censo que el Eterno manda realizar a Moisés involucraba a todas las familias que componían la Comunidad en el desierto tanto de mujeres, hombres, niños, jóvenes o ancianos. Todos tenemos que servir independientemente de nuestra edad, condición o formación. En el contexto familiar todos tenemos una posición defensiva que cubrir por el bien de la propia familia, así como por el resto de familias que forman la Congregación o Comunidad ¿Sabemos con quién contamos en la Congregación? No estamos solo hablando de números o cantidades sino de calidad y disposición de servicio. 

En el Libro de la Vida, el Censo por excelencia del Cielo, están registrados los nombres de todos los que sirven al Eterno y a sus semejantes. El cuidado de la Congregación nos compete a todos, jóvenes o mayores, mujeres y hombres, niños y ancianos. Todos tenemos la capacidad y los dones necesarios para servir al Eterno, de eso ya se ha encargado el Cielo, pero ¿Cuál es nuestra disposición real de servir? ¿En qué medida estamos comprometidos en el sostenimiento del Tabernáculo de Reunión Congregacional?

No estamos hablando solo de un lugar físico de reunión sino de un espacio espiritual preparado por el Cielo, para que todos nosotros tengamos la oportunidad de servir al Eterno y a su Pueblo. No estamos hablando de conceptos globales sino de personas particulares que precisan ser atendidas, guiadas, enseñadas, escuchadas, aconsejadas y apreciadas con el amor que el Eterno nos ha mandado tener los unos para con los otros. No se puede servir a Dios, amarle en otras palabras, sin servir y amar al prójimo.

“Y nosotros tenemos este Mandamiento de Él: «El que ama al Eterno, ame también a su hermano” I Jn 4.21

La clave de una estructura bendecida por el Cielo no estriba en la cantidad de personas que la componen sino en la calidad y compromiso, que cada uno mantenga con Dios y su Pueblo. La Congregación la forman personas de buena voluntad, pero también la pueden deformar aquellos cuya voluntad quiere prevalecer por encima de los demás y que solo buscan sus propios intereses personales. La fidelidad de cada uno de los que componen la Congregación produce efectos beneficiosos a todos en su conjunto. El Eterno le dijo a Moisés no solo que supiera cuantos estaban a su lado, en el plano físico y numérico, sino cuantos estaban dispuestos a luchar, para defender a la Congregación. Unos pocos dispuestos a servir hacen más que muchos, que no hacen nada o casi nada.

“De veinte años para arriba, tú y Aarón registraréis a todos los que pueden salir a la guerra en Israel, según el orden de sus ejércitos” Números 1.3

Por si alguno no se ha dado cuenta he de decirles que estamos en una guerra espiritual, con precedentes en todas las generaciones pasadas y con efectos en todas las generaciones futuras. La Congregación está formada por aquellos que están dispuestos a enfrentarse con el Mal y se preparan para todo lo que pueda acontecer. El muro defensivo de la Congregación del cuál formamos parte tú, yo y nuestros hijos tiene que estar levantado, mantenido, reparado y guardado en todo momento. Los jóvenes son la fuerza de choque espiritual, que levanta el estandarte y hace sonar el shofar, pero ¿Están nuestros jóvenes preparados para enfrentarse a la responsabilidad de proteger la Comunidad? Los mayores en la fe somos los responsables de formar a los niños y a los jóvenes por medio de un ejempló práctico, en el estilo de vida.

La Congregación está formada por familias que están dispuestas, como familia, a servir al Eterno y al conjunto de familias que componen la mencionada Congregación. Servir o no servir, ésa es la cuestión. Cada uno de nosotros está llamado a servir en toda circunstancia. No podemos alegar nada que nos podría justificar, para no servir al Eterno y su Congregación. Las circunstancias personales o familiares por las que todos pasamos no pueden ser un alegato, que nos exima de servir. El que sirve crece y el que crece sirve.

La vida es muy sencilla. La Congregación Labranza de Dios es un espacio espiritual donde tienen cabida aquellos que están dispuestos a servir y crecer defendiendo a sus semejantes. Aquellos que están dispuestos a compartir y repartir las muchas bendiciones, que recibimos del Cielo. Los milagros los hace Dios, nosotros solo testificamos que los hemos visto con nuestros propios ojos y los compartimos. No recibimos para retener, sino para compartir.

El Censo Congregacional que Moisés hizo, por mandato del Eterno, le dijo cuántos eran, quienes eran y aquellos que estaban dispuestos a defender la Congregación. Servir o no servir, ésa es la cuestión que nos debe preocupar de forma especial. Muchos o pocos no hace la diferencia en los planes del Eterno, para su Pueblo. Lo que el Cielo busca son hombres y mujeres dispuestos a servir bajo toda circunstancia.

Los que no sirven al Eterno y su Pueblo cuando deben y pueden será muy difícil que lo hagan cuando no pueden, aunque deban. Os animamos a seguir este interesante Libro de Números y a que compartáis la impresión que os ha causado su lectura. En otro momento hablaremos de la pormenorizada contribución de cada familia, para el mantenimiento del Tabernáculo. Solo nos queda recordaros que compartáis y repartáis esta enseñanza, para que nadie diga que siempre nos quedamos con lo mejor.

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