¿Cómo podríamos estar en paz con todos?





No hay cosa mejor en la vida que estar en paz con los demás, aunque eso no siempre depende de uno mismo. La satisfacción de hacer lo que se debe es incomparable al sentimiento de ansiedad que produce estar en una continua guerra con todos los que nos rodean.

La vida es sencilla cuando asumimos la importancia del orden de prioridad en todo lo que hacemos. La vida se complica y mucho cuando no priorizamos lo que tenemos y lo que debemos hacer ¿Qué tengo que hacer lo primero? ¿Qué es más importante que haga primero y qué después? El intercambio de prioridades en la vida nos afecta de forma muy radicalmente. Romanos 12.18 nos dice: Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres ¿Cómo podríamos estar en paz con todos?

El primer paso que tenemos que dar para estar en paz con todos es reconocer el esfuerzo de otros hacen. Un primer paso para que los demás reconozcan nuestro propio esfuerzo. El mucho conocimiento es bueno, pero hacer un poco es mejor, mucho mejor. El conocimiento es el aceite que flota sobre el agua de las cosas buenas que no se hacen, que solo llaman la atención y que no sirve para nada. Mejor hacer que decir. Mejor es que reconozcamos el esfuerzo que los demás hacen y no decir a otros el esfuerzo que nosotros decimos que hacemos. Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros y os presiden en el Señor y os amonestan. Tenedlos en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros (1ª Tesalonicenses 5.12–13)

Todo lo que guarda o retiene se corrompe tarde o temprano. Mejor dar, compartir y repartir hoy, que guardar para mañana ¿Podemos asegurar el mañana? Sin la menor duda que no. A la pregunta ¿En cuánto dependa de ti? ¿Qué podemos contestar? Si, esto también depende de ti.



El segundo paso, en este contexto, es importante entender la diferencia que hay entre reconocer y agradecer. La verdad es que podemos reconocer el evidente esfuerzo de alguien, pero carecer de la sensibilidad de agradecerlo. El agradecimiento por el esfuerzo ajeno refuerza nuestro carácter y nos hace serviciales a los demás. Un carácter débil es aquel que no ayuda a los demás, pero pretende que los demás le ayuden a él. 

En Jueces 6.12 y haciendo referencia a Gedeón se nos dice “cuando se le apareció el Ángel de Dios y le dijo: Dios está contigo, hombre esforzado y valiente” Una evidente forma, por parte del Cielo, de reconocer lo que Gedeón representaba. Además de reconocer lo que alguien es y representa necesitamos mostrar sincero agradecimiento tal como se enseña en Colosenses 3.15 cuando se nos dice “Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo. Y sed agradecidos”.

La vida es sencilla cuando colocamos en primer lugar lo que debemos y no lo que queremos. La vida es sencilla cuando pensamos primero en términos de nosotros y no tanto en el yo o en lo mío. Cuando hablamos en términos familiares y comunitarios estamos facilitando nuestra vida y la de cuantos nos rodean. El agradecimiento forma parte inseparable de la fe que decimos tener ¿En cuánto dependa de ti? ¿Qué podemos contestar? Si, esto también depende de ti.

El tercer paso es muy importante entenderlo. Nunca te reafirmes en lo que has alcanzado sin confirmar quién te ha ayudado. Una rima lingüística y espiritual. La gratitud expresada en público es la forma noble de reconocer el esfuerzo que otros han hecho, para que tu estés dónde hoy estás. Nadie llega a una cierta meta sin la ayuda de otros. Nadie recalcamos.

Los que no reconocen el esfuerzo que otros han hecho, muchas veces de forma callada y silenciosa, nunca verán recompensadas sus expectativas de futuro. Todo el esfuerzo personal no es nada comparado con el esfuerzo silencioso que otros han hecho para ayudarnos a conseguir ciertas metas. La peor de las desgracias es no reconocer es esfuerzo ajeno en nuestro favor y atribuirse el éxito, para uno mismo. La vanidad por un triunfo alcanzado ciega a los que se miran en el espejo de la vida.



Un amado objeto de engañosa ternura el espejo de la vida, como dijera el poeta, que distrae el corazón y nubla el sentido de familia, equipo o comunidad. Cuidado cómo te ves a ti mismo. Por lo general cuando fracasamos pensamos es por la culpa de los demás y cuando alcanzamos un cierto grado de éxito pensamos que es únicamente por nuestro esfuerzo personal. Qué fácil y trágico es engañarse así mismo. La enseñanza es clara en Proverbios 27.2 que nos enseña “Alábete el extraño y no tu propia boca; el ajeno, y no los labios tuyos” ¿En cuánto dependa de ti? ¿Qué podemos contestar? Si, esto también depende de ti.

En conclusión, mejor que inspires a otros a hacer el bien, que no conspires con otros a hacer el mal. Luego no te quejes si te aplasta la realidad de tus acciones. Inspira y respira todo lo que es bueno y positivo para los demás, pues al final será bueno también para ti mismo. La venganza satisface al hombre malvado. La justicia satisface al hombre que pretende ser bueno y honesto. No confundas al hombre malvado con el hombre bueno, ni confundas la venganza con la justicia. Ordena tu vida cada y pon cada cosa en su sitio.

La mejor manera de estar en paz con todos reconocer, agradecer y testificar del esfuerzo de los demás y no tanto del nuestro propio. Qué el Señor nos ayude a testificar de lo bueno que hacen los demás y dejar a otros que sean los que hablen bien de nosotros. Qué no sean nuestros propios labios los que nos alabe a nosotros mismos. 

Reconozcamos el trabajo de los demás hacen y no solo pensemos que somos los únicos que trabajamos. Agradezcamos el fuerzo que otros hacen en nuestro favor y ayuda ¿Qué están haciendo otros por nosotros? y testifiquemos de las buenas acciones y virtudes de cuantos de rodean. Bien podríamos decir que alabarnos a nosotros mismos realmente nos ensucia.


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