¿No hacer lo que es bueno es peor que hacer lo que es malo?
La conducta inapropiada nos hace sentir mal, o debería
hacernos sentir mal, pero las consecuencias se podrían limitar con un sincero
arrepentimiento. Un cambio de dirección para llegar a hacer lo bueno es el
siguiente paso que conlleva el arrepentimiento. El que sabe hacer lo bueno y no
lo hace tiene un problema más grave que aquellos que hacen lo malo de una forma
inconsciente o no premeditada ¿No hacer lo que es bueno es peor que hacer lo
que es malo? ¿Por qué?
La seguridad que nos ofrece el entorno de nuestro hogar nos
puede cegar a la realidad de lo que está pasando, en resto del mundo. Un
espacio de comodidad que nos puede hacer perder el objetivo al que estamos llamados. Un objetivo que no deja de ser un Mandamiento ¿A qué objetivo nos estamos refiriendo? Nos estamos
refiriendo al Mandamiento de ir a todo el mundo, que no es lo mismo que ir por
todo el mundo, enseñando a otros a que guarden la Verdad que el Mesías nos ha
enseñado y que lo compartamos, con los demás. El llamado a servir bajo las
directrices del Reino de Dios pasa ineludiblemente por guiar a otros al Camino
de la Verdad. Un estilo de vida que tiene muchos aspectos que debemos aprender,
practicar y enseñar.
Un drama de características épicas sería el que obviáramos
la responsabilidad contraída con el Cielo de ser maestros de nuestros propios
hijos, en primer lugar, sin olvidar la necesidad de instrucción y enseñanza hacia
el resto de la humanidad. El primer amor del que habla la Escritura es aquel
que nos hacía brillar los ojos cuando alguien reconocía su necesidad de Dios.
Una bendición personal y comunitaria al ver que otros experimentan los mismos
sentimientos espirituales que nosotros habíamos sentido, en un cierto momento
de nuestra vida ¿Qué nos ha pasado para avergonzarnos de hacer lo que es bueno?
¿Qué ha cegado nuestro entendimiento espiritual para que dejemos de hacer lo
que nos ha demandado el Cielo? “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor” Apoc. 2.4
En este caso es más que evidente que el pecado no era el
hacer algo malo sino el dejar de hacer algo bueno, justo y necesario tanto por
nuestro bien como por el de los demás. No hacer lo que es bueno es peor que
hacer lo que es malo pues nos afecta a nosotros, a nuestros hijos, a nuestra
familia, a nuestra comunidad y a todos aquellos que podrían salvarse de la
influencia perniciosa de este mundo. Lo bueno que no hacemos se convierte automáticamente
en algo malo, realmente malo ¿Estamos conscientes de la transcendencia que
tiene no hacer lo que es bueno? ¿Se nos tomará en cuenta esta falta de voluntad
de hacer lo que es bueno? Sin la menor duda.
A ti, pues, hijo de
hombre, te he puesto por centinela de la casa de Israel: tú oirás la palabra de
mi boca y los amonestarás de mi parte. Cuando yo diga al impío: ¡Impío, de
cierto morirás!, si tú no hablas para que se guarde el impío de su camino, el
impío morirá por su pecado, pero yo demandaré su sangre de tu mano. Pero si tú
avisas al impío de su camino para que se aparte de él, y él no se aparta de su
camino, él morirá por su pecado, pero tú libraste tu vida”. Ezequiel 33.7–9
¡A ver compañeros de fe! Aquí no se nos pide que convirtamos
a nadie, sino que hablemos la Palabra de Dios amonestando a cuantos impíos están
en nuestro círculo de relación, sean amistades o familiares, para que cambien de
dirección y dejen de hacer lo malo ¿Cuál es el problema? Que pudiera ser que nosotros
estamos haciendo algo peor que lo que ellos hacen y no tenemos por tanto las fuerzas
necesarias ¿Qué es eso tan malo que estamos haciendo? No avisar al impío del
peligro en el que está. No hacer sonar la alarma. No avisarle del peligro en el
que está, para que se aparte del camino de la perdición. No hacer, en
definitiva, lo que es bueno.
La responsabilidad que tenemos no es solo la de no hacer lo malo,
que también, sino particularmente la de hacer lo que es bueno. No hacer nada
malo, pero dejar de hacer lo que es bueno es mucho peor y lo más peligroso, que
podríamos hacer. La fuerza nos viene por la correcta alimentación, en el plano
natural. En el plano espiritual nos viene por la correcta alimentación de la
lectura y el estudio de la Escritura ¿Estamos dispuestos y disponibles a
formarnos estudiando la Escritura de forma constante, perseverante y sin
atisbos de orgullo espiritual? Si ya es malo no hacer lo que es bueno el
acumular orgullo espiritual sería el remate de un desastre anunciado.
Un centinela del Reino de Dios tiene la responsabilidad de
llamar la atención de cuantos dormitan en el sueño de la indiferencia, pero sin
manifestar orgullo espiritual. No somos mejores que los demás, pero si más responsables
de hacer lo que es bueno y se nos demanda. Una cosa son los intereses
personales, dignos de tener en cuenta, y otros los intereses comunitarios que
benefician a todo un grupo, familia o comunidad enraizada en la fe que proviene
de lo Alto ¡Tener esto en cuenta te traerá cuenta!
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