Despertando el espíritu constructivo
La pérdida de la identidad cultural no es
nada comparado con la pérdida de la identidad espiritual. En la vida lo
peor que nos puede pasar es no saber lo que somos y por tanto no hacer lo que
debemos. Una tragedia de aquellos que no han sabido resistirse a las presiones
que las diferentes sociedades ejercen sobre los que se comprometieron con el
Cielo, a cambiar el mundo.
El concepto hebreo Tikun Olam, reparando el
mundo, no tiene solo una connotación social también tiene una connotación
espiritual. No podemos reparar el mundo sin reparar primero nuestra propia
vida. Queremos cambiar el mundo, pero la realidad es que el mundo nos cambia a
nosotros cuando no sabemos lo que somos al perder el sentido de pertenencia a una
comunidad comprometida, en restaurar al mundo ¿Identificamos nuestra Comunidad
en medio de las muchas que tenemos a nuestro alrededor?
La pérdida de la identidad espiritual,
cuando no sabemos lo que somos y lo que creemos, es consecuencia directa de la
falta de servicio que deberíamos prestar para Cielo. La asimilación no es
solo asumir otra cultura, sino la pérdida de la identidad espiritual que nos
identifica y distingue. No podemos ser aquello con lo cual no estamos total y
absolutamente comprometidos. La consecuencia de la pérdida de identidad es una
parálisis progresiva que nos impide actuar en consecuencia a lo que decimos
representar.
La dejación de responsabilidad, no hacer lo
que debemos cuando podemos, ha llevado a muchos a buscar lejos lo que tienen
cerca. Lo hemos dicho otras veces, lo que no hacemos cuando tenemos fuerzas
no lo vamos a hacer cuando perdamos esas fuerzas. Un cambio de localización
física no garantiza un cambio espiritual. Somos lo que somos estemos donde
estemos y nos traslademos a donde nos traslademos.
Una tragedia es que algunos no se han dado
cuenta que llevan años inactivos, sin hacer nada por los demás, hasta que un
día sienten una profunda insatisfacción emocional, anímica y espiritual
¿Qué hacen cuándo la insatisfacción ha tomado la fortaleza de una fe en la cual
se creían seguros? Lo llamativo es que lejos de reconocer los síntomas de la
asimilación inducida, que muchos padecen, buscan alguien que les compadezca e
incluso que les justifique.
El síntoma de la falta de servicio al Cielo
y al prójimo tarde o temprano acaba en depresión, desánimo, cambio de
dirección, pérdida de objetivos y confusión espiritual. Los conceptos y las normas de este sistema, de
seudo valores globalizados, ha sumido a una mayoría en la pérdida de dirección
y visión de futuro.
La culpa no
la tiene el mundo la tenemos nosotros que no sabemos enfrentarnos al mundo con
esfuerzo, valor y fe. Lo que no hemos hecho por años lo queremos resolver en
unos días ¿Se puede reparar el mundo sin reparar, a nosotros mismos? No son las presiones que nos cambian sino las
decisiones buenas o malas que tomamos las que trastocan, para bien o para mal,
nuestra vida y las de cuantos nos rodean. Para cambiar el mundo hay que ejercer
un liderazgo ejemplar empezando en nuestra propia casa, barrio, pueblo, ciudad
o país. Las casas siempre se empiezan estableciendo cimientos sólidos. Lo primero
es lo primero.
Los líderes no buscan
seguidores buscan imitadores o discípulos que sirvan para cambiar el mundo.
No se trata de tener muchos seguidores en las redes sociales sino de tener
discípulos dispuestos a seguir sus pasos y despertar a una humanidad adormecida
y conformista. Los líderes son aquellos que dirigen con el ejemplo, prudencia,
honestidad y empatía con los demás. La simpatía es un don que solo algunos
pueden gestionar, para bien.
La gracia entendida como simpatía, virtud o don del Cielo,
permitió a José liderar el proyecto más complicado de la historia como fue
gestionar la abundancia y la escasez de recursos vitales para la vida en Egipto.
La necesidad de líderes con la gracia del Cielo, no confundir con graciosos, es
una necesidad imperiosa en nuestras respectivas sociedades. Los líderes son
aquellos que trabajan para corregir el mundo en todas sus necesidades materiales,
emocionales y espirituales.
Los líderes buscan soluciones sencillas a problemas
complejos y para eso es necesaria la simpatía personal y capacidad de
comunicación efectiva. Los líderes
son aquellos que saben despertar un espíritu constructivo en los demás
empezando por ellos mismos ¿Estás dispuesto a reparar el mundo empezando por ti mismo? Empecemos hoy mismo.
El Pueblo de Dios Israel
sigue siendo el brillante ejemplo de un liderazgo que despierta un espíritu
constructivo, a todas las naciones.
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