Los tiempos de la Diáspora
La línea de tiempo de la historia no es tan lineal como una
mayoría entiende, sino más bien circular y estacional. Una mayoría ve el tiempo
de forma lineal en el cual los acontecimientos pasan y sencillamente van quedando
en el pasado. En el caso de que entendamos la línea del tiempo como circular los
hechos históricos nunca quedan totalmente en el pasado, sino que en algún
momento volverán a repetirse. Una forma de entender la historia que nos podría
evitar muchos fracasos, problemas y dramáticas repeticiones.
Los acontecimientos del presente y del futuro tienen mucho
del pasado tanto que incluso volverán a repetirse sino hacemos algo para cambiar.
En términos muy generales se nos olvidan fácilmente los acontecimientos del pasado.
Las prisas por vivir nos conducen más rápido a las frustraciones, los
desencantos y la malsana apatía. Una persona que haya alcanzado unos ciertos
objetivos en su vida se vuelve, otra vez por lo general, sedentaria de ideas, de
retos y de victorias. Lo peor que nos puede pasar en la vida es ser
conformistas en nuestro pequeño mundo seguridad y confort.
El reinado de Salomón se caracterizó, entre otras cosas, por
desarrollarse en su tiempo una diáspora voluntaria de carácter comercial en el
Pueblo de Israel. Las grandes campañas comerciales llegaron hasta lo último de
la tierra conocida, de ese entonces. Un tiempo de expansión comercial, cultural
y espiritual. Todo cambio es una posibilidad de expandir nuestra fe más lejos
de nuestro pequeño círculo de comodidad y falsa seguridad, en la cual nos
creemos encontrar.
La tormenta de la conquista del Reino del Norte, por parte
del imperio Asirio, supuso un revulsivo para toda la sociedad judía que sufrió una
diáspora forzosa. Más adelante también el Reino del Sur o Judea fue tomada por
los babilónicos. El Templo y la propia
ciudad de Jerusalem fueron destruidos y la mayoría de los judíos acabaron en Babilonia.
Los que pudieron huir iniciaron otro exilio forzoso hacia las colonias judías
que se encontraban fuera del dominio del Imperio Babilónico. Más adelante, en la
ya mencionada línea del tiempo, muchos judíos retornaron de Babilonia cerca del
año 538 a.e.c. para reconstruir el Templo. Un periodo no exento de tensiones,
pero que propició una cierta seguridad temporal a los judíos.
La historia de una diáspora forzosa se repite de nuevo cuando
los griegos cerca del año 166 a.e.c. invaden Israel. Las inimaginables presiones
contra los judíos y su Judaísmo pretendían cambiar la idiosincrasia cultural y
religiosa, del Pueblo de Dios. Por un breve tiempo, con la victoria de los
Macabeos sobre la potencia militar griega, los judíos tuvieron su propio
gobierno. La dinastía Hasmonea (Macabeos) trajo un periodo de relativa calma
que propiciaba el acomodamiento intelectual, emocional y religioso. La irrupción
del Imperio Romano, la toma de Israel y la destrucción de Jerusalem marcaron otro
nuevo exilio en el año 70 de nuestra era común.
Todas las diásporas que se han producido a lo largo de la
historia, forzosas o voluntarias, han generado una dispersión por la cual se
han alcanzado nuevos retos. Las victorias, así como los retos, no son siempre consecuencia de
decisiones voluntarias, por conquistar algo. En muchos casos las diásporas son
grandes tormentas espirituales que el Cielo levanta en nuestra vida, para que
no vivamos de forma conformista, insípida y sin mayores objetivos que el hecho
de vivir lo mejor posible.
En esta visión del tiempo cíclico lo más apropiado sería
estar conscientes de la fragilidad de la vida y los acontecimientos que la
forman. La confianza no debe estar puesta en lo que tenemos, ni en la situación
social o política en la que vivimos sino en Aquel que nos puede guardar de todo
mal. La Escritura nos enseña que a los que aman a Dios todo lo que les pasa es
para su bien ¿Conflictos sociales y políticos? ¿Cambios climáticos? ¿Tormentas
económicas? ¿Diásporas forzosas o voluntarias? La pregunta en estos casos y
otros no sería por qué, sino para qué. La respuesta siempre tendrá que ver con
nuestra forma de vivir, de pensar y de creer.
La Línea del tiempo de la diáspora
es un hecho que se podría repetir en cualquier momento ¿Estaremos preparados
para enfrentarnos a los cambios? La respuesta está en el corazón de cada uno de
nosotros.
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