Declaración, promesa y confesión de fe
La
conversión, cambiar de dirección hacia la voluntad de Dios, es un hecho
trascendente en la vida que se inicia en el corazón, se desarrolla en el
intelecto y materializa con buenas acciones de vida.
La tendencia de nuestro
tiempo es minimizar el valor de las palabras y de las promesas que hacemos. Una
promesa incumplida es un voto quebrantado que siempre tendrá consecuencias en
nosotros y nuestros descendientes. “…por tus
palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mat. 12.37)
Toda palabra
que sale de nuestra boca antes anida en nuestro corazón, pero se pueden hacer
declaraciones, promesas y confesiones carentes de valor cuando solo salen de
nuestros propios intereses personales. Un intelecto contaminado por un patrón
cultural alejado de los principios establecidos por el Cielo, tarde o temprano,
quebrantará las ya mencionadas declaraciones, promesas o confesiones que
pudiéramos haber realizado.
La vida
espiritual es un combate constante contra nosotros mismos y nuestras más
ocultas intenciones. Los que pretenden servir a Dios y vivir conforme a las
Enseñanzas contenidas en la Escritura deben tener muy en cuenta lo que sale de
su boca y corazón. El juicio se establece en base a lo que decimos, a lo que
hacemos y a lo que no hacemos. Un proceso de conversión tiene que afectar
positivamente a nuestros dichos y a nuestros hechos.
La conversión es un proceso que tiene un punto de partida, un desarrollo en el tiempo y una meta a la cual tenemos que llegar. El concepto “conversión” se entiende como la aspiración a vivir conforme a los Mandamientos, enseñanzas para ser entendidas en su justa acepción lingüística, contenidas en la Escritura ¿Queremos vivir conforme al Pacto que el Cielo ha establecido con el hombre? La decisión es nuestra, exclusivamente nuestra, sin posibilidad de responsabilizar a otros de nuestra conducta, acciones, decisiones, declaraciones, promesas o confesiones. La conversión exige cambio y a la vez perseverancia en el tiempo.
La vocalización de una promesa es un acto legal ante Dios y los hombres. La hipocresía, en contraposición, es un acto de traición por el cual decimos creer en Dios y sus Preceptos negándolo con nuestros hechos. No tener temor a lo que decimos, hacemos o no hacemos es la mayor de las temeridades. El hecho innegable que “angosto es el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” debería causarnos pavor y a la vez diligencia en servir a Dios ¿Nos preocupa que pocos hallan el camino que lleva a la vida? ¿Qué hacemos en consecuencia? La vida eterna depende de la vida temporal que estamos viviendo. No lo olvidemos.
La declaración, promesa y declaración de fe que precisa todo aquel que decide confiar en Dios es pronunciar con sus labios y con su corazón las palabras que Rut pronunció ante su suegra Noemí. Una declaración de intenciones que no se quedaba en lo meramente espiritual, sino que alcanzaba la vida misma en toda su amplia gama de posibilidades. Rut confesó su absoluto compromiso de cuidar a su suegra hasta las últimas consecuencias. La decisión de Noemí después de enviudar y perder a sus hijos fue regresar a Israel. El compromiso voluntario de Rut fue vivir donde Noemí viviera e incluso ser sepultada donde Noemí fuere sepultada.
“No me ruegues que te deje y me aparte de ti, porque a dondequiera que tú vayas, iré yo, y dondequiera que vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios. Donde tú mueras, moriré yo y allí seré sepultada. Traiga Dios sobre mí el peor de los castigos, si no es solo la muerte lo que hará separación entre nosotras dos” Rut 1.16–17
La vocalización expresa de las palabras de Rut afectan positivamente a todos los aspectos de la vida natural y espiritual. Rut podía optar por quedarse en su nación, con su gente y familia, pero su compromiso con el Cielo afectaba absolutamente su forma de vida en este mundo. No solo se comprometió espiritualmente, sino en el nivel más práctico y natural de la vida. Rut, al igual que hizo Abraham dejó su casa y su parentela por el llamado del Cielo a formar una familia con los valores de fe que Dios le enseñó.
Nota: El tema de hoy titulado Declaración, promesa y confesión de fe estarán disponibles al completo en formato PDF. Por medio de la casilla de comentarios o por nuestras diferentes redes sociales se lo haremos llegar si así lo solicitan.
La conversión es un proceso que tiene un punto de partida, un desarrollo en el tiempo y una meta a la cual tenemos que llegar. El concepto “conversión” se entiende como la aspiración a vivir conforme a los Mandamientos, enseñanzas para ser entendidas en su justa acepción lingüística, contenidas en la Escritura ¿Queremos vivir conforme al Pacto que el Cielo ha establecido con el hombre? La decisión es nuestra, exclusivamente nuestra, sin posibilidad de responsabilizar a otros de nuestra conducta, acciones, decisiones, declaraciones, promesas o confesiones. La conversión exige cambio y a la vez perseverancia en el tiempo.
La vocalización de una promesa es un acto legal ante Dios y los hombres. La hipocresía, en contraposición, es un acto de traición por el cual decimos creer en Dios y sus Preceptos negándolo con nuestros hechos. No tener temor a lo que decimos, hacemos o no hacemos es la mayor de las temeridades. El hecho innegable que “angosto es el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” debería causarnos pavor y a la vez diligencia en servir a Dios ¿Nos preocupa que pocos hallan el camino que lleva a la vida? ¿Qué hacemos en consecuencia? La vida eterna depende de la vida temporal que estamos viviendo. No lo olvidemos.
La declaración, promesa y declaración de fe que precisa todo aquel que decide confiar en Dios es pronunciar con sus labios y con su corazón las palabras que Rut pronunció ante su suegra Noemí. Una declaración de intenciones que no se quedaba en lo meramente espiritual, sino que alcanzaba la vida misma en toda su amplia gama de posibilidades. Rut confesó su absoluto compromiso de cuidar a su suegra hasta las últimas consecuencias. La decisión de Noemí después de enviudar y perder a sus hijos fue regresar a Israel. El compromiso voluntario de Rut fue vivir donde Noemí viviera e incluso ser sepultada donde Noemí fuere sepultada.
“No me ruegues que te deje y me aparte de ti, porque a dondequiera que tú vayas, iré yo, y dondequiera que vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios. Donde tú mueras, moriré yo y allí seré sepultada. Traiga Dios sobre mí el peor de los castigos, si no es solo la muerte lo que hará separación entre nosotras dos” Rut 1.16–17
La vocalización expresa de las palabras de Rut afectan positivamente a todos los aspectos de la vida natural y espiritual. Rut podía optar por quedarse en su nación, con su gente y familia, pero su compromiso con el Cielo afectaba absolutamente su forma de vida en este mundo. No solo se comprometió espiritualmente, sino en el nivel más práctico y natural de la vida. Rut, al igual que hizo Abraham dejó su casa y su parentela por el llamado del Cielo a formar una familia con los valores de fe que Dios le enseñó.
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