Shavuot el Fuego de la Torá que no se consume
La historia
de la humanidad se escribió en el Cielo, pero se hizo tangible en el Monte
Sinaí con la entrega de la Torá. Shavuot como fuego que nunca se consume es la figura
perfecta de la autoridad eterna de la Torá.
En este contexto su vigencia sigue
intacta a pesar de los muchos ataques que supuestos creyentes y genuinos ateos
tienen en su agenda diaria del descreimiento. La falta de fe genuina ha llevado
a más de uno a las cavernas oscuras del abandono de los principios desplegados en
la Torá.
Los entendidos
dicen que Shavuot es una festividad poco conocida ¿Poco conocida por quién? Pregunto
solo pregunto sin el menor ánimo de controversia. El punto álgido en la
historia se alcanzó después de que el Pueblo Hebreo, junto con otros pueblos,
fuera liberado de la esclavitud de Egipto y le fuese entregada la Torá. Todo
parece indicar que más que desconocimiento de Shavout a lo que estamos
asistiendo es a una dejación de responsabilidades por parte de algunos que se
dicen religiosos o creyentes.
El concepto
creyente o religioso es en realidad muy ambiguo pudiendo englobar a todos lo
que dicen creer en algo o en alguien. La religiosidad no es exclusiva de una
cierta creencia. En religión, en política o en la música hay formas religiosas,
de dudosa eficacia, que coexisten las unas con las otras. Con la entrega de la
Torá en Shavuot, el día cincuenta contando desde Pesaj, el Cielo invierte
nuestros supuestos valores dejándonos desnudos ante nosotros mismos. Las
excusas ante el Cielo de una cierta falta de conocimiento se acabaron con la
entrega de la Torá.
En Shavuot
estamos llamados a ser responsables de lo que creemos y de cómo lo creemos. La
falta en transmitir la fe heredada ha generado una generación degenerada, valga
la triple aparente redundancia. Si Shavuot es una festividad poco conocida los únicos
responsables seríamos nosotros. En la práctica nos hemos conformado a las
formas religiosas sin el fondo moral, espiritual y ético que conllevan. No se
trata de parecer que somos alguien, en el plano religioso, sino de ser lo que
decimos creer.
El Fuego de
Shavuot debería quemar toda cobardía de decir, a los cuatro vientos, lo que
somos y lo que creemos. La mejor manera de demostrar la influencia que la Torá
tiene en nuestra vida no es tanto por lo que decimos, que también, sino por lo
que hacemos o no hacemos. La virtud está a medio camino entre lo bueno que
hacemos y lo malo que dejamos de hacer. Los Hijos de la Luz, un bello símil de religioso
o creyente, deberíamos alumbrar y no deslumbrar con nuestra arrogante
religiosidad. No hay nada más contradictorio que el orgullo espiritual.
El
conocimiento que muchos alcanzan, tanto en el campo secular y religioso, no es un
cargo para exhibir sino una carga para servir. Una carga que el Cielo da a
quienes tienen la responsabilidad de enseñar con sus hechos y con sus dichos.
El conocimiento no nos convierte en buenas personas, pero si puede transformarnos
en altaneros y arrogantes. La Torá viene a llenar el vacío de humildad que
teníamos antes y después de la liberación. Los que son liberados no son
necesariamente libres. La libertad no depende de estar liberado o ser esclavo
pues podríamos ser liberados y permanecer sujetos de nuestros propios deseos,
pasiones o rencores.
La Ley de la
Libertad nos ha sido entregada en Shavuot para que reconozcamos nuestras
limitaciones, desatinos y orgullos banales. La Torá Eterna está conduciendo a
la humanidad a la “tierra prometida” de una vida con nobles propósitos y
dedicada a sanar el mundo por medio de buenas y justas acciones. El Cielo habló
a los hombres por medio de un Fuego que todo lo consume y purifica. Shavuot es otra
oportunidad, de las muchas que el Cielo nos concede, para renovar nuestro pacto
con el Creador. Un Pacto que nos mandó poner por obra. Un Pacto con nombre
propio denominado “Los Mandamientos” que fueron escritos en tablas de piedra.
Un Pacto que sería grabado en nuestro corazón y del cual somos los únicos
responsables.
La celebración
de Shavuot debe ser conocida y reconocida como la oportunidad que el Cielo da a
todos los seres humanos de cambiar, mejorar y prosperar. La misma oportunidad
que tomó Rut cuando dijo a su suegra judía Noemí: Tu pueblo será mi pueblo y
tu Dios será mi Dios. Una oportunidad que condujo a Rut a ser un ancestro
del mismísimo Rey David. Shavuot es una buena razón para peregrinar juntos a
Jerusalem sin excluir a nadie. Shavuot es el Fuego de la Torá que no se consume;
que alumbra a la humanidad eternamente y que permite la esperanza de un
liberador futuro que nunca se apagará.
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