Trabajando Juntos en Comunidad
La vida en
comunidad compartiendo los mismos ideales religiosos requiere, además de
buenas directrices, emotivas palabras y bellos cánticos al unísono, trabajar
juntos ayudándose mutuamente en todas las actividades que a diario se producen.
El amor
fraternal no es una bella e idílica idea por la cual compartimos los nobles
sentimientos de una fraternidad de creyentes. El amor fraternal es básicamente
duro trabajo por el cual demostramos nuestra empatía y reconocimiento al
conjunto de personas que forman una cierta comunidad. El verdadero amor
fraternal se demuestra trabajando por el bien de los unos, para con los otros. Las
bonitas palabras no limpian los suelos, lavan la ropa, hacen la comida o sirven
las mesas. Las buenas acciones en favor de los demás es el componente distintivo
que distingue, valga la redundancia, a los sinceros creyentes.
“El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo y seguid
lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra,
prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no
perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza,
sufridos en la tribulación, constantes en la oración. Compartid las necesidades
de los santos y practicad la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen;
bendecid y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con los que
lloran. Unánimes entre vosotros; no seáis altivos, sino asociaos con los
humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión” (Rom. 12.9–16)
Una pregunta surge después de la lectura de este pasaje ¿Se
puede fingir amor? Lamentablemente el amor se puede fingir. En la vida comunitaria
o familiar la posibilidad del fingimiento del amor puede ser una lamentable realidad.
La Escritura enseña con toda claridad que las personas se conocen por los
frutos que producen y no tanto por lo que dicen.
La demostración más evidente
de que estamos interesados por los demás, que es la base del amor que procede
de Dios, es compartir y repartir todo lo que tenemos incluido el trabajo. En
este contexto el trabajo es todo aquello que ayuda al conjunto de los que
forman la comunidad ¿Qué puedo hacer de forma práctica para ayudar? Hay muchas
cosas que podríamos hacer por el bien de otros, pero se precisa el verdadero
amor a Dios y al prójimo como parte de nuestro estilo de vida ¿Acaso no es la
enseñanza básica de la Escritura?
El trabajo no es meramente una acción individual sino más
bien colectiva, participativa y dependiente de los demás. Todos necesitamos de otros,
hagamos lo que hagamos, en todas las situaciones que nos rodean. Los productos
que adquirimos para nuestra alimentación han seguido un proceso de trabajo en
el cual han intervenido numerosas personas. En la mayoría de los casos no
estamos conscientes del esfuerzo en conjunto que se ha efectuado para que
nosotros podamos degustar una cierta fruta o verdura por citar unos sencillos
ejemplos.
El trabajo colectivo, en familia y comunidad, requiere
esfuerzo, dedicación, comprensión, diligencia y efectividad de todo cuanto hagamos.
La pereza está más extendida de lo que pudiera parecer. Una plaga de perezosos
inunda este mundo y como no podía ser de otra manera también en las comunidades
y familias. Las consecuencias de la mencionada pereza son una más que evidente falta de servicio al
prójimo y una clara dejación de responsabilidades que siempre hace daño al
prójimo.
Una mayoría quiere que otros le sirvan, pero ellos no quieren servir. Aquellos
que no quieren servir a otros suelen ser los que llamativamente se hacen más espirituales
ante el conjunto de la familia o comunidad. Un lastre que acabará hundiendo todo
proyecto familiar o comunitario sino se intervienen a tiempo. La falta de trabajo,
por el bien común de la familia y de la comunidad, es un grave problema que hace
mucho daño a todos.
En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe
ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo:
“Más bienaventurado es dar que recibir” Hechos 20.35
La mayor tragedia del ser humano en general es el orgullo, sea
o no sea de carácter religioso, por el cual algunos se creen superiormente mejores
dejando de interesarse por los demás. Trabajar juntos en comunidad exige un
estilo de vida asociativo con los humildes que son aquellos que están siempre
dispuestos a servir a Dios y al prójimo. La humildad se demuestra trabajando
para suplir las necesidades de la familia y la comunidad.
Los que aprenden a trabajar en familia sabrán trabajar en
comunidad. La familia y la comunidad no dejan de ser un mismo grupo en la cual
desarrollamos nuestros dones, virtudes o capacidades por el bien común. Trabajar
juntos en familia o en comunidad es la mejor manera de adquirir la destreza
necesaria para vivir conforme a los Mandamientos de Dios desarrollando una
verdadera espiritualidad y estilo de vida.
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