Ocupados y preocupados en las cosas espirituales, en primer lugar.
Las instrucciones que recibimos de la Escritura son de estar ocupado en cuestiones absolutamente necesarias que afectan a nuestra salvación y a la salvación de los demás. El énfasis de este mundo es tener antes que en ser. La motivación que viene del Cielo es ser antes que tener. Una elección de vital importancia.
La filosofía del mundo que nos ha llevado de buscar primeramente las cosas materiales y postergar las cosas espirituales. El resultado es una falta de fe en Dios generalizada y una más que evidente falta de Cultura de lo Alto, que está dejando una generación de analfabetismo espiritual sin precedentes. La afección que tenemos de falta de verdadera espiritualidad está directamente relacionada con la ocupación, la preocupación y la falta de cuidado de nuestra común salvación ¿En qué tenemos que ocuparnos si decimos que somo verdaderos creyentes?
La motivación bíblica, entre otras maravillosas motivaciones, es ocuparnos de las cosas espirituales y a permanecer en ellas. Un engaño muy común es pensar que por habernos ocupado, en algún momento, en ciertas cosas espirituales ya somos espirituales.
La espiritualidad precisa una selectiva ocupación, una decidida constancia y la perseverancia en esas ya mencionadas cosas espirituales. No podemos engañarnos a nosotros mismos creyendo que con lo que hicimos en el pasado, en algún momento de nuestra vida, ya es suficiente ¿Suficiente para qué? ¿Nos lo hemos preguntado alguna vez? ¿Qué es suficiente en el Reino de Dios y que es deficiente? Son algunas preguntas que deberíamos hacernos más de una vez.
El consejo mejor que podemos recibir es ocuparnos en la lectura de la Escritura ya que sin lectura no hay cultura, ni espiritual, ni de ningún tipo. Ocuparnos en la exhortación, motivación en términos correctos, que tiene que ver con ocuparnos en la enseñanza. Toda forma de vida espiritual, conforme a la voluntad de Dios, está absolutamente relacionada con la enseñanza.
“y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” Mateo 28.20
Un énfasis que no podemos separar, de la ocupación espiritual de la que estamos hablando, tiene que ver con permanecer en haciendo lo que debemos en todo momento y en todo lugar. Todas estas cosas espirituales precisan de perseverancia. Ocúpate en estas cosas y permanece en ellas (1ª Timoteo 4.13). Ya hemos dicho muchas veces, aunque nunca serán suficientes, que sin lectura de la Biblia no hay posibilidad alguna de ser espirituales, tal como el Cielo nos manda.
Hay que diferenciar y discernir la diferencia entre ser espiritual y parecer espiritual. Sin lectura de la Biblia no hay posibilidad alguna de motivar correctamente a los demás y de estar motivados nosotros mismos, para servir a Dios y a los demás. Sin lectura de la Biblia no hay posibilidad alguna de aprender y enseñar los auténticos Mandamientos, Principios, Leyes, Instrucciones, Preceptos, Pactos, Normas, Reglas, Disciplinas, Ordenes, Disposiciones, Prescripciones, Pautas, Rituales, Estatutos y Métodos. Sin lectura de la Biblia no hay posibilidad de entender lo que es la Cultura del Reino. Ninguna posibilidad.
La filosofía del mundo que nos ha llevado de buscar primeramente las cosas materiales y postergar las cosas espirituales. El resultado es una falta de fe en Dios generalizada y una más que evidente falta de Cultura de lo Alto, que está dejando una generación de analfabetismo espiritual sin precedentes. La afección que tenemos de falta de verdadera espiritualidad está directamente relacionada con la ocupación, la preocupación y la falta de cuidado de nuestra común salvación ¿En qué tenemos que ocuparnos si decimos que somo verdaderos creyentes?
La motivación bíblica, entre otras maravillosas motivaciones, es ocuparnos de las cosas espirituales y a permanecer en ellas. Un engaño muy común es pensar que por habernos ocupado, en algún momento, en ciertas cosas espirituales ya somos espirituales.
La espiritualidad precisa una selectiva ocupación, una decidida constancia y la perseverancia en esas ya mencionadas cosas espirituales. No podemos engañarnos a nosotros mismos creyendo que con lo que hicimos en el pasado, en algún momento de nuestra vida, ya es suficiente ¿Suficiente para qué? ¿Nos lo hemos preguntado alguna vez? ¿Qué es suficiente en el Reino de Dios y que es deficiente? Son algunas preguntas que deberíamos hacernos más de una vez.
El consejo mejor que podemos recibir es ocuparnos en la lectura de la Escritura ya que sin lectura no hay cultura, ni espiritual, ni de ningún tipo. Ocuparnos en la exhortación, motivación en términos correctos, que tiene que ver con ocuparnos en la enseñanza. Toda forma de vida espiritual, conforme a la voluntad de Dios, está absolutamente relacionada con la enseñanza.
“y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” Mateo 28.20
Un énfasis que no podemos separar, de la ocupación espiritual de la que estamos hablando, tiene que ver con permanecer en haciendo lo que debemos en todo momento y en todo lugar. Todas estas cosas espirituales precisan de perseverancia. Ocúpate en estas cosas y permanece en ellas (1ª Timoteo 4.13). Ya hemos dicho muchas veces, aunque nunca serán suficientes, que sin lectura de la Biblia no hay posibilidad alguna de ser espirituales, tal como el Cielo nos manda.
Hay que diferenciar y discernir la diferencia entre ser espiritual y parecer espiritual. Sin lectura de la Biblia no hay posibilidad alguna de motivar correctamente a los demás y de estar motivados nosotros mismos, para servir a Dios y a los demás. Sin lectura de la Biblia no hay posibilidad alguna de aprender y enseñar los auténticos Mandamientos, Principios, Leyes, Instrucciones, Preceptos, Pactos, Normas, Reglas, Disciplinas, Ordenes, Disposiciones, Prescripciones, Pautas, Rituales, Estatutos y Métodos. Sin lectura de la Biblia no hay posibilidad de entender lo que es la Cultura del Reino. Ninguna posibilidad.
Muchas gracias por tu ocupación continua de repartir y compartir las enseñanzas de las Escrituras.
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