El peor de los engaños

La vida es un conflicto que tenemos que resolver en un determinado y limitado tiempo. Los que piensan que tienen todo el tiempo del mundo para hacer lo que les venga en gana forman parte el amplio grupo de los que se engañan así mismos, pero ¿En qué nos engañamos a nosotros mismos? En muchas cosas, pero una es la más trascendentes de nuestra existencia. 


En términos generales nos airamos con rapidez, hablamos mucho y escuchamos poco o nada. Los pasos para dejar de mentirnos a nosotros mismos empiezan por oír y escuchar lo que dicen los demás. Los que no aprenden son los que no escuchan y no me refiero a un problema de carácter físico. Los sordos de la vida son aquellos que lejos de oír los razonamientos ajenos solo se escuchan así mismos. Un “selecto” grupo de ignorantes que se creen en la posesión de la verdad. No hay manera de razonar con ellos. La única forma en la que algunos escuchan es cuando pierden todo lo que ellos creían poseer. 
"Las crisis tienen efectos colaterales que pueden cambiar a las personas, para bien"
La pérdida de lo que creemos poseer nos hace frágiles, participativos en los problemas de los demás y suele regenerar el pabellón auditivo de la bloqueada escucha. En una mayoría de casos nos creemos poseedores de muchas cosas cuando la realidad es son las cosas las que nos poseen a nosotros. Las crisis tienen el aspecto positivo de hacernos replantearnos la forma de vida que estamos llevando. Lo que ayer creíamos, a modo de dogma de fe personal, hoy se ha desvanecido convirtiéndose en apenas un fugaz recuerdo de acumulación de cosas, conceptos e ideas innecesarias.

La efímera existencia de la cual todos participamos nos enseña que hay tres cosas vitales como respirar, beber y alimentarnos. Todo lo demás va después y a notable distancia. Sin respirar podemos estar escasos minutos. Sin la ingesta de agua apenas podríamos pasar algunos días y sin alimentarnos en unas pocas semanas moriríamos. En otras palabras, dependemos vitalmente del aire, del agua y de la naturaleza. El creer que lo sabemos todo demuestra por si mismo, que no sabemos nada. El aprovechamiento del tiempo que tenemos a partir de este momento, el tiempo pasado ya lo hemos gastado, es una prioridad especialmente en estos días de crisis y grandes cambios sociales.
“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” Ef.5.15-18
La crisis en forma de pandemia nos ha dejado desnudos ante nosotros mismos y ante la realidad, en la cual creíamos estar firmes. Los millones de personas que han perdido sus empleos y el resto que lo van a perder en muy poco tiempo dejará miseria e incertidumbre como hacía mucho que no se veía en el mundo. Los que se creían seguros por tener y poseer multitud de cosas, que se han demostrado innecesarias, están perdiendo el equilibrio emocional al verse despojados incluso de sus propias casas. 
"Los desahucios lamentablemente serán la próxima pandemia a nivel internacional"
El tiempo de renovarnos y volver a aprender ha llegado pues muchas cosas que creíamos se están viniendo abajo. La llamada gente inculta, despreciada en general, será considerada de otra manera después de esta pandemia. Una nueva actitud y disposición para aprender nos permitirá crecer y proveernos, para el futuro de una formación más humana y productiva. Una actitud de aprendizaje que precisa desechar de nosotros toda inmundicia y malicia adquirida a modo de pandemia del mal a lo largo de nuestra vida. Una contaminación que nos afecta tanto en lo material, emocional y espiritual. 

La disposición de aprender es ahora más necesaria que nunca, pero solo algunos serán capaces de enfrentarse al esfuerzo que conlleva adquirir conocimientos básicos y compartirlos conforme a la responsabilidad que recibimos del Cielo.

Los que se engañan así mismos son aquellos que están convencidos de ser más hábiles, inteligentes y capaces que los demás. El engaño es creerse superior a otros sea en el plano que sea. Un autoengaño destructivo que hace que pocos acaparen mucho y que muchos tengan apenas un poco que llevarse a la boca. La necesidad actual es de seres humanos íntegros que están dispuestos a esforzarse para aprender, enseñar, compartir y repartir variados conocimientos. Una integridad que produzca buenas cosas para nosotros mismos y para los demás. En el plano del conocimiento básico de la vida es imprescindible aprender a producir alimentos que pueden ser plantados y cuidados en nuestras propias casas y terrazas. 

En este sector Israel es una potencia mundial en la producción de alimentos para el autoconsumo familiar o para grandes extensiones de cultivo. El desierto en Israel florece conforme a la promesa bíblica, la fe de muchos y el esfuerzo de todos. 

Todos tenemos que producir algo. Si cada familia produjera alimentos, aunque fuera limitadamente, se erradicaría el hambre del mundo sin la menor duda. La Escritura enseña con toda claridad “si alguno no quiere trabajar que tampoco coma”. El sentimiento de comunidad se da en aquellos que se preocupan por las necesidades de los demás. El amor es también producir alimentos para que a no les falte a cuantos tenemos a nuestro alrededor.

Con todo lo descrito el peor de todos los engaños es sentirse orgulloso de la ignorancia de la Escritura. Las legiones de descreídos que rechazan la Biblia están en un punto álgido desde que los hombres han tenido a su disposición los textos bíblicos. En la historia de la humanidad nunca ha sido tan fácil tener una Biblia, a lo menos en Occidente, y a la vez nunca se está leyendo tan poco. No solo es cuestión de leer la Escritura, sino particularmente de llevarla a la práctica.

Entre los que se engañan, así mismos, están que no leen la Escritura aun diciendo que son creyentes. Entre los que se engañan están también los que leyendo la Biblia no hacen, ni enseñan, lo que dicen creer y se nos ha encomendado. No se trata de ser lectores, sino hacedores prácticos de las enseñanzas de la Escritura. El peor de los engaños empieza en nuestro propio corazón y contamina el resto del cuerpo que nos sustenta.
“Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse, porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Sed hacedores de la Palabra y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” Stg.1.19–22
A modo de conclusión hemos de decir que por lo general tardamos mucho en aprender y cuando creemos que lo sabemos todo nos damos cuenta qué no sabemos casi nada; entonces es el mejor momento para seguir aprendiendo, pero midiendo muy bien el poco tiempo que nos suele quedar por vivir. Si, mis estimados compañeros en la fe, tardamos mucho en aprender y tenemos poco tiempo. La oración que precisamos elevar al Señor está en el Salmo 90.12 “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días que traigamos al corazón sabiduría”.

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