La siembra y la cosecha del miedo (capítulo quinto)

El labrador no puede sembrar con el miedo de que la semilla empleada no produzca buenos resultados. El miedo es la peor de las plagas que destruye muchas cosechas que fueron sembradas con buenas semillas. La siembra y la cosecha del miedo es la más destructiva para la esperanza y la fe del labrador. El miedo paraliza la creatividad, la esperanza de futuro y la capacidad de comunicación.

En esta serie La imprescindible formación de Líderes Familiares hoy vamos a tratar el capítulo quinto bajo el epígrafe de La cosecha del miedo. La creatividad que todos necesitamos para crecer y desarrollarnos forma parte de la estructura mental que el Cielo ha sembrado en los seres humanos. La Creación es un proceso de diseño creativo, valga la redundancia, en el cual intervienen tiempo, esfuerzo y medios. Una razón por la cual Dios descansó que está directamente ligada al proceso de diseño creativo. Todo diseño genera un tipo de cansancio emocional que además precisa un más que evidente tiempo de evaluación.

“Y vio Dios todo cuanto había hecho, y era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana del sexto día” Gén.1.31

El concepto “y vio Dios” hemos de entenderlo como que evaluó todo lo que había creado. La creatividad es un esfuerzo que precisa una contrastada evaluación. El proceso creativo necesita descanso emocional y espiritual. Al esfuerzo de crear le compensa el descanso de evaluar. El descanso viene cuando evaluamos lo que hemos hecho y comprobamos que cumple con el objetivo para el cual se diseñó. Aquello que no evaluemos nos pesará tanto o más que el esfuerzo que hicimos para alcanzar un cierto objetivo creativo ¿Qué significa esto en términos generales? Significa que cuando no evaluamos nuestra vida estamos dejando una de las partes más importantes de todo proceso creativo que es la comprobación de resultados.

Los que no evalúan lo que hacen no son capaces tampoco de arrepentirse. Aquellos que no evalúan lo que hacen, sea en el campo que sea, son los que creen que todo lo hacen bien. El arrepentimiento no deja de ser un proceso de evaluación personal absolutamente necesario. La utilizada frase no tengo de que arrepentirme es una fortaleza espiritual que impide toda evaluación de nuestros dichos y hechos. El cuidadoso estudio titulado Proceso de Conversión e Integración es una buena semilla que precisa ser sembrada en nuestra vida sin miedo. Una buena semilla que nos evalúa en la medida que los conceptos que hemos mantenido por años son puestos a prueba.

"El cuidadoso estudio titulado Proceso de Conversión e Integración es una buena semilla que precisa ser sembrada en nuestra vida sin miedo"

Otro efecto de no evaluar lo que hacemos es tener miedo a todo lo que pudiéramos emprender o crear. El orgullo de hacer algo y creer que está bien sin evaluación alguna tarde o temprano producirá miedo, ansiedad y preocupación ¿Por qué no queremos arrepentirnos? Por no querer pensar en lo que hemos hecho. Por no querer evaluar detenidamente nuestras acciones y actitudes. Lo que hacemos, sea lo que sea, debe ser evaluado pacientemente a la luz de la Escritura. La lámpara que ilumina nuestro camino es la Palabra de Dios sin la cual tropezaremos una y otra vez en las mismas acciones, actitudes y los ya nombrados hechos.

“Así dijo el Señor: Paraos en los caminos, mirad y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino. Andad por él y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos” Jer.6.16

La evaluación de lo que hacemos es absolutamente imprescindibles para aquellos que están conscientes de la necesidad de comprobar por dónde transitan o la actitud que tiene en la vida es la correcta. Muchos son lamentablemente tan arrogantes que creen y actúan como si todo lo hicieran bien. No tienen miedo a las consecuencias de lo que hoy hacen, pero tendrán inevitablemente miedo, en el futuro, cuando el Cielo los evalúe y juzgue sus hechos.

Otros muchos viven atemorizados generando una constante ansiedad que les impide sembrar cosas buenas por temor al fracaso, el rechazo y a la estigmatización colectiva. La esperanza de futuro se nubla con las nubes del miedo. Unas nubes que parecen cargadas de agua, pero que solo dejan un rastro de destrucción. El proceso creativo de siembra y cosecha es afectado profundamente cuando se juntan la plaga del miedo y las oscuras nubes del temor al fracaso.

"El miedo paraliza la creatividad, la esperanza de futuro y la capacidad de comunicación"

En el mejor de los casos sembramos con miedo y en el peor ni siquiera sembramos ¿Acaso alguien ha cosechado sin haber sembrado? El miedo a no cosechar lo que hemos sembrado ya es malo en sí mismo, pero el miedo que hace que no sembremos es dramático ¿Acaso no vamos a sembrar por miedo a que los gorriones se coman la semilla? El Cielo nos ha dado la Buena Semilla de la Palabra de Dios para que la sembremos en nuestra vida y en la vida de cuantos nos rodean ¿A qué tenemos miedo? ¿A qué no produzca? El miedo que tenemos es una plaga que generamos nosotros mismos. Un miedo que contamina la buena semilla. Un miedo que nubla toda esperanza de futuro personal y comunitario. Un miedo que hace que muchos se pierdan por nuestra falta de responsabilidad. La llamada de atención de la Escritura, a replantearnos lo que hacemos es estremecedora y precisa de una profunda evaluación personal. Los que no se evalúan ni siembran, o siembran con miedo, se contaminan y contaminan a otros.

“Estos son manchas en vuestros ágapes, qué comiendo sin vergüenza alguna con vosotros, se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados” Jud. 12

La capacidad de comunicación se bloquea cuando tenemos miedo al qué dirán. La creatividad que el Cielo nos ha dado, como virtud o don, se convierte en meros intereses personales conformistas cuando tenemos miedo y dejamos de hacer lo que debemos. El labrador vive para sembrar la Buena Semilla sin miedo a nada y con la fe puesta en Aquel que le encargó cuidar de la tierra de Dios. La insatisfacción espiritual nos sobreviene cuando dejamos de hacer lo que debemos, entiéndase sembrar la semilla, y nos concentramos en hacer lo que queremos según nuestros intereses personales. 

Las vidas que se pierden, por no sembrar la buena semilla de la Palabra de Dios, es una responsabilidad de la cual también se nos pedirá cuentas a cada uno de nosotros. El llamamiento que tenemos es a sembrar y recoger en los Graneros del Reino el buen fruto. Un fruto que debe ser compartido y repartido con los hambrientos espirituales de los cuales está llena la tierra.

En conclusión, podemos decir que el tiempo del miedo ya pasó o debería pasar desde hoy mismo. Un tiempo tormentoso de intereses personales donde nos refugiábamos en las cavernas frías de la falta de interés en aquello que les pasa a los demás. La gran cosecha, de la que muchos llevan años hablando, precisa mucha capacidad creativa, mucho tiempo, mucho esfuerzo y muchos medios que hay que estar dispuestos a compartir.

"La insatisfacción espiritual nos sobreviene cuando dejamos de hacer lo que debemos, entiéndase sembrar la semilla, y nos concentramos en hacer lo que queremos según nuestros intereses personales" 

Lo que el Cielo ha dejado en nuestras manos es de Dios no es nuestro. Cada uno de nosotros somos responsables de cuanto se nos ha dado, pero no somos dueños de aquello que le pertenece en exclusiva al Creador. A modo de mayordomos se nos ha dado la responsabilidad de sembrar, cuidar, recoger, almacenar, compartir y repartir la cosecha. No sembramos para recoger según nuestros limitados intereses personales sino para compartir y repartir los intereses comunes y comunitarios con los cuales nos relacionamos los unos con los otros. Una relación espiritual tanto en el ámbito comunitario como fuera del mismo.

La premisa sigue siendo la misma después de miles de años. La mies o el campo de labranza es mucho, pero los dispuestos a sembrar son pocos ¿Hasta cuándo tendremos miedo de sembrar con esfuerzo, valor y sana esperanza? La siembra del miedo es la cosecha del mal. Una cosecha que a nadie interesa.


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