La influencia del patrón cultural en la fe (capítulo sexto)
Todos tenemos un patrón cultural que heredamos de nuestros padres. Un patrón que nuestros antepasados fueron transmitiendo de generación en generación. Las costumbres, los gustos culinarios y especialmente lo que creemos, o no creemos, viene determinado ampliamente por la cultura en que nos desarrollamos. Una cultura que se nos enseñó o impuso ¿Necesitamos liberarnos de nuestro patrón cultural? ¿Algún patrón cultural es el mejor? ¿Cómo afecta mi patrón cultural a la fe que decimos tener en Dios? Unas preguntas que merecen unas respuestas precisas.
En el campo de la fe también existe la llamada Cultura del Reino que es preciso conocer y que nos hará entrar en conflicto con nuestros respectivos patrones culturales. Para una inmensa mayoría de personas su cultura, aquella de la cual provienen, es la única válida. Los conflictos sociales, religiosos o políticos se generan básicamente por el enfrentamiento entre diferentes patrones culturales que se repelen, rechazan y desestiman de forma mutua ¿Necesitamos liberarnos de nuestro patrón cultural heredado? Al final del presente estudio tendremos la respuesta más efectiva y precisa que nos servirá además para tomar las decisiones más importantes de la vida.
El caso bíblico más contundente de liberación del patrón
cultural es el protagonizado por Rut, la moabita y Noemí su suegra judía. Una
clara victoria sobre la inducción a seguir los nombrados patrones culturales
que todos hemos sufrido en algún momento y de los cuales hemos de liberarnos,
con prisa y sin pausa.
Los matices son importantes para entender un cierto contexto
y no hacer del contexto un pretexto. La moabita Rut no llegó de repente y
sorpresivamente a tomar la decisión más trascendental de su vida. No sucedió
que un buen día se levantó y dijo me voy a Israel, me “hago” judía y aprovecho que Noemí regresa a su tierra para irme con ella.
Rut no pensó en aprovechar el viaje de su suegra para
inmigrar a Israel y buscar un futuro mejor. Rut no usó el interés personal para
alcanzar una meta. Rut tenía un profundo sentido de lo que significan los
Intereses Comunes y Comunitarios en contraposición de los individualistas
intereses personales.
La moabita Rut tomó la firme decisión de cambiar su patrón cultural
de forma radical y aceptar con todas las consecuencias el Patrón Cultural que su
suegra Noemí representaba. Un Patrón cultural que representa el Israel de Dios.
Muchas supuestas conversiones, cambios del patrón cultural, no son más que
conveniencias o intereses personales disfrazados de espiritualidad. Así tarde o
temprano se desmorona la supuesta aceptación del Patrón Cultural establecido
por el Cielo y la tragedia de la Perdición, con mayúsculas, se hace patente.
Rut conocía muy bien la idiosincrasia del Pueblo de Israel.
Una mujer moabita casada con un judío y con una suegra judía, maestra de la
Torá, que no podría desconocer el patrón cultural hebreo. Rut no dejó su propio
patrón cultural por otro totalmente desconocido sino todo lo contrario conocía
perfectamente el Patrón Cultural al cual se exponía. Rut aceptó
conscientemente, y con un amplio conocimiento de causa, el ya mencionado Patrón
Cultural de Israel.
El proceso de conversión e integración de Rut estaba basado
en la enseñanza recibida de su suegra. En la experiencia práctica de vivir el
Judaísmo de su esposo, suegra y cuñado que también estaba casado con una
moabita.
La aparente pequeña comunidad judía en el exilio moabita
había mantenido los Principios y Prácticas del Judaísmo con fidelidad. La
decisión de Rut no fue basada en el simple interés personal de sacarle provecho
a las circunstancias. Rut de forma consciente aceptó el Patrón Cultural del
Cielo y el santo compromiso de servir al Único Dios Verdadero. Un trascendente
cambio de patrón cultural propio para abrazar el Patrón Cultural del Cielo. Una
decisión firme basada en el conocimiento adquirido por el estudio sistemático
de la Torá.
Rut si conocía la idiosincrasia del Pueblo de Israel ya que
se casó con un judío, hijo de Noemí. Por la fuerza de la lógica Rut tendría que
haberse convertido al Judaísmo previo al matrimonio. La conversión es “solo” un
paso hacia la Vida Eterna. La conversión no es la Salvación propiamente dicha.
La experiencia de la conversión, entendida como un cambio de Patrón Cultural,
requiere el previo estudio de la Torá o Ley de Dios. Un estudio que incluye las
prácticas de las Festividades, una confesión de fe y bajar al mikve o baño ritual.
La fe que no es una práctica vivencial es solo una dañina excusa de aparente
espiritualidad.
La moabita Rut tenía el conocimiento y la práctica cotidiana
necesaria para ser considerada judía a todos los efectos. La confesión de fe
ante su suegra Noemí de “Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios” fue el
sello distintivo de su conversión.
Una verdadera Conversión que Rut llevó hasta el extremo al
dejar su tierra, sus paganas creencias y liberarse de la influencia de los atávicos
espíritus ancestrales. No solo se trata de palabras sino de hechos o prácticas
concretas las que nos identifican y distinguen como Hijos de Luz.
"Rut no pensó en aprovechar el viaje de su suegra para inmigrar a Israel y buscar un futuro mejor. Rut no usó el interés personal para alcanzar una meta. Rut tenía un profundo sentido de lo que significan los Intereses Comunes y Comunitarios en contraposición de los individualistas intereses personales"
El Proceso de Conversión es el inicio, la meta de salida del
Camino Angosto llamado Patrón Cultural, que nos lleva a la Vida Eterna. Un paso
que Rut había dado con firmeza. La conversión de Rut no cambio su estatus sino
su corazón, su mente y sus prácticas religiosas. Rut seguía en su pueblo, con
su gente, con su familia, aunque se había casado con un judío. El asunto tal
vez se le complica cuando muere su marido y tiene que decidir si su conversión
era tan fuerte como para cambiar de vida y seguir viviendo junto a su suegra
Noemí como su maestra y guía en la fe.
Rut podía quedarse en su país bajo la condición de viuda,
casarse de nuevo o elegir irse a otro lugar o país. Rut dejó las costumbres de
su pueblo y la mentalidad adquirida para empezar una nueva vida. Rut sabía muy
bien lo que era ser judía y que además era reconocida como tal por su suegra y
su marido. Rut asumió su nueva condición como viuda y judía de una forma
sinceramente espiritual.
El patrón cultural de Rut no fue impedimento, a la hora de
decidir y asumir una nueva identidad espiritual, dado que su decisión era
firme. El ejemplo que había recibido fue muy claro, aunque ella era quién tenía
que decidir asumir todo el conocimiento adquirido. En otras palabras,
necesitamos no solamente saber, conocer, entender, estudiar o analizar lo que
creemos sino dar un cambio radicalmente absoluto de forma de vida.
Rut hizo lo que todos necesitamos hacer para entrar a formar
parte de la ciudadanía espiritual del Israel de Dios. Rut asumió públicamente
su nueva condición de judía ¿Nos podemos imaginar lo que supuso para la familia
moabita de Rut que les dijera que era judía? ¿Nos imaginamos el conflicto
cultural de decir a su familia que se había convertido al Judaísmo? El judaísmo
representaba la forma religiosa más antagónica a las prácticas de los moabitas.
Somos lo que somos si hacemos lo que debemos. La forma de
vivir, en la cual decimos creer, es el reto que debemos asumir delante de los
demás. El dilema tiene nombre de cambio y se llama Patrón Cultural del Cielo.
Rut luchó contra su pagano patrón cultural y renunció al
mismo en palabras y en hechos. Mientras no renunciemos expresamente a nuestros
respectivos patrones culturales y aceptemos el Patrón Cultural del Cielo
seremos moabitas disfrazados de judíos. No dejaremos de ser lo que somos, pero
aparentaremos ser lo que no somos. Enanos disfrazados de gigantes. Una
actuación lamentablemente más común de lo que pudiéramos imaginar. Qué el Cielo
permita que seamos capaces de señalar el Camino emprendido a todos cuantos nos
rodean. La confesión de fe en Dios está claramente expresada por Rut cuando le
dijo a su suegra Noemí:
"No me ruegues que te deje y me aparte de ti, porque a
dondequiera que tú vayas, iré yo, y dondequiera que vivas, viviré. Tu pueblo
será mi pueblo y tu Dios, mi Dios. Donde tú mueras, moriré yo y allí seré
sepultada. Traiga Dios sobre mí el peor de los castigos, si no es solo la
muerte lo que hará separación entre nosotras dos" (Rut 1.16–17)
Todos en nuestro círculo de relación, familiares, amigos,
conocidos y desconocidos tienen que vernos firmes en la forma práctica en que
vivimos. Todos tienen que oírnos hablar con valentía y sin complejos, de
nuestra bendita herencia de fe. El ejemplo de lo que somos no es una opción
temporal sino una decisión expresa, que nos lleva a la Eternidad. Todos tienen
que saber, por lo que hacemos y decimos, que hemos cambiado nuestro contaminado
y caduco patrón cultural por el Patrón establecido por el Cielo en la tierra.
"El Patrón de Bendición es para nosotros y nuestros hijos en primer lugar. Un Patrón de Bendición que además alcance a cuantos lo busquen, quieran recibir y lo vocalicen. Compartamos y repartamos nuestro Patrón Cultural, establecido por el Cielo, para que nadie diga que siempre nos quedamos con lo mejor"
Los atávicos espíritus ancestrales nos inducen a rechazar el Patrón Cultural Bíblico establecido por el Cielo y a mantener un patrón marcado por los antepasados que no quisieron asumir el patrón cultural del Cielo. La luminosa formación espiritual establecida por el Cielo nos libera de la deformación mundana impuesta por los atávicos espíritus ancestrales que gobiernan en la oscuridad.
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