Rosh Hashana la apertura del Juicio Oral
En Rosh Hashaná nos preparamos para entrar en un Juicio que determinará lo que suceda en el resto del año. Un Juicio, con mayúsculas, a nivel personal y comunitario. Un Juicio a todas las naciones, pueblos, asociaciones, grupos o empresas por citar algunos ejemplos entre otros muchos. Todo y todos vamos a ser juzgados, evaluados y sentenciados en último extremo. El pensar que estamos ajenos de lo que suceda a partir de este día es no ser realista ¿Qué va a pasar a partir de ahora? Que un juicio da comienzo en Rosh Hashaná y que una sentencia será dictada en Yom Kipur.
La apertura del Juicio Anual, que el Cielo hace a todos los seres humanos, da comienzo en Rosh Hashaná también conocido como Cabeza del Año. Una apertura de Juicio Oral en el cual se nos juzga con perfecta justicia conforme a los parámetros espirituales, morales y éticos establecidos en la Escritura para toda la humanidad. El Juicio de Rosh Hashaná dura diez días en los cuales tendremos la oportunidad de hacer confesión por el mal que hicimos y por lo bueno que dejamos de hacer. En Yom Kipur, el día décimo después de Rosh Hashaná, será leída la sentencia que afectará positiva o negativamente al resto del año ¿Estamos conscientes de la trascendencia que tienen estos días de juicio y su posterior sentencia?
Por lo general cuando se hace referencia a Rosh Hashaná se obvia
que es el día de la apertura de un juicio para cada uno de nosotros. Los días
que van desde Rosh Hashaná hasta Yom Kipur, el Día de la Sentencia son días de
reflexión, confesión y sincero arrepentimiento. Unos días en los cuales se nos
pide pararnos y evaluar lo que hemos hecho o dejado de hacer, como ya hemos
dicho, en el año que dejamos atrás.
"Todo lo que no resolvamos conforme a las demandas de Dios, lejos de mejorar, empeorará a partir del Día de la Sentencia"
El doble aspecto de Rosh Hashaná tiene un lado dulce de
celebración, pero otro de amarga evaluación. No podemos llegar a Yom Kipur sin
arrepentimiento, teshuvá, por tantas cosas que dejamos olvidadas en los “trasteros”
de nuestra memoria. Las acciones inconclusas y las promesas incumplidas son un
lastre que llevaremos a lo largo del año en el que entramos. Un lastre que
empeora día tras día y que nos producirá una carga extra a nuestra falta de
compromiso con Dios y con el prójimo. En estos días se hace sonar el shofar
para llamarnos a la reflexión y al arrepentimiento.
“En vuestros días de alegría, como en vuestras solemnidades
y principios de mes, tocaréis el shofar sobre vuestros holocaustos y sobre los
sacrificios de paz, y os servirán de memorial delante de vuestro Dios. Yo, el
Señor, vuestro Dios” Núm.10.10
En este año marcado por la pandemia del Covid las expectativas
de lo que está por venir no son nada positivas. Todo parece indicar que
entramos en un periodo de recesión económica, de falta de empleo y de carencia
de servicios básicos que traerán conflictos sociales en muchas partes del mundo
¿Cómo podemos enfrentarnos a estos acontecimientos? La premisa es cambiar de
forma de vida, de pensamiento y de actitud. El sincero arrepentimiento se ha de
producir después de una honesta autoevaluación personal. No se trata de juzgar
a los demás sino de juzgarnos a nosotros mismos.
En este periodo de gracia, entendido como un tiempo que va
desde Rosh Hashaná hasta Yom Kipur, lo que se nos pide es autoevaluación,
reflexión y sincero arrepentimiento. Unas acciones espirituales, éticas y
morales que deben formar parte de nuestra vida y no solo de este periodo del
año. No se trata de ser y hacer algo para pasar por el trance del Juicio sino
para que se traduzca en una forma de vivir durante todo el año y por ende durante
toda nuestra existencia. El sincero arrepentimiento nos llevará a sinceras acciones
que testifiquen de la veracidad de nuestro cambio.
“Producid, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no
penséis decir dentro de vosotros mismos: “A Abraham tenemos por padre”, porque
yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Además,
el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no
da buen fruto es cortado y echado al fuego” Mat.3.8-10
Los frutos de un sincero arrepentimiento han de ser
evidentes llevando a producir cambios visibles en nuestra vida. No podemos
decir que amamos a Dios a quien no vemos y mantener una actitud de rechazo,
cuando no odio, hacia el prójimo. No podemos pedir perdón a Dios y no pedir
perdón a cuantos hemos dañado con nuestros dichos y nuestros hechos ¿Sería
justo que pidiéramos perdón a Dios por el daño que cometimos contra una persona
y que no se lo pidiéramos a la persona a la cual hicimos daño? El Reino de Dios
es justicia y la justicia dice que a quién hemos ofendido tenemos que pedir
perdón y restituir el daño hecho. Un daño que puede ser de carácter material o
que afecte al honor y el buen nombre de una persona.
En este periodo del que estamos hablando que va desde Rosh
Hashaná hasta Yom Kipur se nos pide que pidamos perdón a Dios y a cuantos hemos
ofendido o dañado por nuestras palabras o acciones. Las faltas contra Dios nos
las perdonas Dios, pero las faltas cometidas contra los hombres nos las tienen
que perdonar los hombres. Los que pretenden que Dios les perdone por el daño
que hicieron a otros, sin pedir perdón a los que dañaron, están abocados a una
sentencia condenatoria.
“El que oculta sus pecados no prosperará, pero el que los
confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia” Prov.28.13
El mundo en general no prospera, en el sentido más amplio de
la palabra, por su obstinada forma de ocultar sus pecados. Los males o daños no
confesados arrepintiéndonos delante de quién es debido impedirán que nuestra
vida sea próspera material y espiritualmente hablando.
Cuando la sentencia sea dictada en Yom Kipur afectará a lo
que pase el resto del año tanto a nivel personal, familiar, comunitario,
nacional o internacional. Lo que hicimos o no hicimos y lo que confesamos o no
confesamos determinará lo que suceda en todos los niveles mencionados. El
sincero arrepentimiento nos llevará a pedir perdón y a restituir el daño
cometido en la forma que fuere preciso.
“Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al
que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra. No debáis
a nadie nada, sino el amaros unos a otros, pues el que ama al prójimo ha
cumplido la Ley” Rom.13.7-8
Todo lo que no resolvamos conforme a las demandas de Dios, lejos de mejorar, empeorarán a partir del Día de la Sentencia ¿Qué vamos a hacer para restituir el daño hecho? Si hemos pedido perdón y nos hemos arrepentido la diferencia en nuestras vidas en este año será evidente. Cosecharemos lo que sembramos y alcanzaremos la anhelada misericordia que todos deseamos. El shofar está sonando con una llamada a apartarnos de todo mal y a restituir el daño hecho en palabras y en acciones desleales contra los demás.
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