La política el opio mortal de los más religiosos
En estos convulsos tiempos donde todo se disuelve, en una aparente y común idiosincrasia, la política y la religión se mezclan a tal punto que es imposible distinguir la una de la otra. La política y la religión no son en si mismos conceptos malos que haya que desechar o criticar. El problema nos sobreviene cuando ambos pensamientos se mezclan a tal punto que sus límites de intervención se difuminan y solapan con intereses comunes entre ambos bandos. Unos intereses comunes que al ser asumidos por dos bandos se convierten en una sola banda de frustrados políticos y religiosos.
El sincretismo político religioso es una mezcla antigua que se lleva produciendo desde los albores de la humanidad. Una mezcla ponzoñosa que ha causado y que lo seguirá haciendo en el futuro miles de muertes espirituales, en el mejor de los casos. Las bajas en el campo de la religiosidad, para militar en las filas de diferentes movimientos políticos, está dejando vacíos los grandes edificios levantados por muchos que se pueden catalogar como mercaderes de la fe. Unos mercaderes que también hoy en día se han convertido en destacados dirigentes políticos.
Los fastuosos edificios destinados a congregar creyentes
denominacionales se han convertido en una especie de centros sociales en
detrimento de su función original de animar, motivar e instruir a cuantos están
realmente interesados en ayudar al prójimo conforme a los principios establecidos
en la Escritura. Unos edificios en donde se reúnen los supuestos creyentes que se
han convertido en un club social donde se discute y se vota resoluciones de
carácter espiritual que no se pueden ni discutir, ni votar.
Las congregaciones no son parlamentos en donde se pueda
hacer política y se voten resoluciones. Las congregaciones deben ser entendidas
como la reunión de creyentes y no como el lugar o edificio en donde se reúnen los
nombrados creyentes. Unas congregaciones en donde se forman creyentes con el
objetivo de que sirvan a la humanidad y no para que se sirvan de los demás. En
general se ha dejado de servir, tanto en la religión como en la política, para enseñorearse
de otros a los que en muchos casos se les ha perseguido y vilmente aniquilado
en masa.
El más perverso ejemplo de sincretismo político religioso y sus
más terroríficos efectos lo representa un conocido monje cuyo nombre no
quisiera acordarme llamado Martín Lutero. Un monje agustino que arengó a las
masas contra los judíos alemanes y que extendió su odio mortal por toda Europa
en primera instancia.
Las trágicas consecuencias que a lo largo de toda la historia se han producido por el sincretismo político religioso han dejado un reguero de millones de seres humanos torturados y asesinados tanto de mujeres, ancianos, hombres o niños. Martín Lutero fue el inductor ideológico del Holocausto con el cual los nazis, cuatro siglos después, justificaron sus atrocidades contra los judíos.
Dios le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu
hermano clama a mí desde la tierra. Gén. 4:10
Toda sangre vertida en la tierra a lo largo de historia
sigue clamando al Cielo por justicia. Una sangre derramada en este caso que
Lutero sentenció con la firma de su puño y letra al publicar su libelo de
muerte contra los judíos. La historia del sincretismo político religioso está
llena de crueles acontecimientos que nunca deben ser olvidados y que todas las
generaciones deben saber para no volver a repetirlas.
Los pastores no son políticos, ni los políticos son
pastores, pero la asimilación galopante que vivimos está haciendo imposible distinguir
a un guía religioso, maestro, rabino, sacerdote o pastor de un alcalde, cacique,
congresista o parlamentario por citar algunos cargos de carácter político.
La tentación más grande para muchos que se denominan creyentes,
en la que también muchos han caído, es dejar de servir a Dios para enseñorearse
de los demás por medio de la política. La tentación más extendida en algunos
sectores políticos en dejar de servir a su pueblo y enseñorearse de todos los
ciudadanos a los cuales supuestamente representan.
La política es el verdadero opio de los más religiosos que adormecidos
por sus efectos alucinógenos pierden la visión espiritual, para convertirse en
guías ciegos que conducen a otros ciegos al abismo de la perdición. La política
para muchos es un “salvavidas” al que se agarran cuando se están ahogando en el
mar de las dudas existenciales de la fe. El llamamiento que tenemos a mantener
la fe y la buena conciencia se pervierten a niveles extremos con el sincretismo
político religioso. La religión y la política se han sincretizado de tal manera
que la religión es política y la política es la religión de muchos que han
naufragado en cuanto a la fe.
“manteniendo la fe y buena conciencia. Por desecharla,
algunos naufragaron en cuanto a la fe” 1ªTim.1:19
El ecumenismo político religioso forma parte inherente de muchas
instituciones diseñadas por humanos en contra de la humanidad. Unas instituciones
ficticias que nada tienen que ver con el Reino de Dios y su Justicia. Unas
instituciones que han hecho vergonzosos tratos comerciales con los poderes
políticos de este mundo y del mundo de las ciencias ocultas.
“Con tus muchas
maldades y con la iniquidad de tus tratos comerciales profanaste tu santuario; yo,
pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza
sobre la tierra ante los ojos de todos los que te miran” Ezeq.28:18
Los verdaderos creyentes deben estar dispuestos a sanar este mundo y restaurar las ruinas espirituales en la que muchos se han convertido. Unos creyentes que deben ser luz y sal de un mundo insípido y que malvive en la más absoluta oscuridad. Los que creen que pueden cambiar el mundo por medio de la política, sea del signo que sea, son los que construyen sobre la inestable arena del mal llamado progreso.
Los adictos al opio del sincretismo político
religioso están fuera del Camino, de la Verdad y de la Vida con mayúsculas,
pero siempre queda la posibilidad de arrepentirse. Un derecho y un deber, el de
arrepentirse, al que todos los seres humanos podemos acogernos con la certeza
de reencontrarnos de nuevo con nuestro Creador.
“El fin de todo el discurso que has oído es: Teme a Dios
y guarda sus Mandamientos, porque esto es el todo del hombre. Pues Dios traerá
toda obra a juicio, juntamente con toda cosa oculta, sea buena o sea mala” Ecles.12:13-14
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