La política el opio mortal de los más religiosos

En estos convulsos tiempos donde todo se disuelve, en una aparente y común idiosincrasia, la política y la religión se mezclan a tal punto que es imposible distinguir la una de la otra. La política y la religión no son en si mismos conceptos malos que haya que desechar o criticar. El problema nos sobreviene cuando ambos pensamientos se mezclan a tal punto que sus límites de intervención se difuminan y solapan con intereses comunes entre ambos bandos. Unos intereses comunes que al ser asumidos por dos bandos se convierten en una sola banda de frustrados políticos y religiosos.

El sincretismo político religioso es una mezcla antigua que se lleva produciendo desde los albores de la humanidad. Una mezcla ponzoñosa que ha causado y que lo seguirá haciendo en el futuro miles de muertes espirituales, en el mejor de los casos. Las bajas en el campo de la religiosidad, para militar en las filas de diferentes movimientos políticos, está dejando vacíos los grandes edificios levantados por muchos que se pueden catalogar como mercaderes de la fe. Unos mercaderes que también hoy en día se han convertido en destacados dirigentes políticos.

Los fastuosos edificios destinados a congregar creyentes denominacionales se han convertido en una especie de centros sociales en detrimento de su función original de animar, motivar e instruir a cuantos están realmente interesados en ayudar al prójimo conforme a los principios establecidos en la Escritura. Unos edificios en donde se reúnen los supuestos creyentes que se han convertido en un club social donde se discute y se vota resoluciones de carácter espiritual que no se pueden ni discutir, ni votar.

Las congregaciones no son parlamentos en donde se pueda hacer política y se voten resoluciones. Las congregaciones deben ser entendidas como la reunión de creyentes y no como el lugar o edificio en donde se reúnen los nombrados creyentes. Unas congregaciones en donde se forman creyentes con el objetivo de que sirvan a la humanidad y no para que se sirvan de los demás. En general se ha dejado de servir, tanto en la religión como en la política, para enseñorearse de otros a los que en muchos casos se les ha perseguido y vilmente aniquilado en masa.

El más perverso ejemplo de sincretismo político religioso y sus más terroríficos efectos lo representa un conocido monje cuyo nombre no quisiera acordarme llamado Martín Lutero. Un monje agustino que arengó a las masas contra los judíos alemanes y que extendió su odio mortal por toda Europa en primera instancia.

El considerado padre del Protestantismo, Martín Lutero, publicó el más cruel libelo contra los judíos que se ha escrito a lo largo de toda la historia. En su libro “Von den Juden und ihren Lügen (Sobre los judíos y sus mentiras), publicado en 1543, escribió que debían realizarse contra los judíos acciones como quemar las sinagogas, destruir sus libros de oración, prohibir predicar a los rabinos, aplastar y destruir sus casas, incautarse de sus propiedades, confiscar su dinero y obligar a esos "gusanos venenosos" a realizar trabajos forzados o expulsarlos para siempre. Según la opinión del Dr. Robert Michael, parece que Lutero también aprobaba el asesinato de judíos” ​Fuente Wikipedia https://es.wikipedia.org/wiki/Martín_Lutero

Las trágicas consecuencias que a lo largo de toda la historia se han producido por el sincretismo político religioso han dejado un reguero de millones de seres humanos torturados y asesinados tanto de mujeres, ancianos, hombres o niños. Martín Lutero fue el inductor ideológico del Holocausto con el cual los nazis, cuatro siglos después, justificaron sus atrocidades contra los judíos.

Dios le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Gén. 4:10

Toda sangre vertida en la tierra a lo largo de historia sigue clamando al Cielo por justicia. Una sangre derramada en este caso que Lutero sentenció con la firma de su puño y letra al publicar su libelo de muerte contra los judíos. La historia del sincretismo político religioso está llena de crueles acontecimientos que nunca deben ser olvidados y que todas las generaciones deben saber para no volver a repetirlas.

Los pastores no son políticos, ni los políticos son pastores, pero la asimilación galopante que vivimos está haciendo imposible distinguir a un guía religioso, maestro, rabino, sacerdote o pastor de un alcalde, cacique, congresista o parlamentario por citar algunos cargos de carácter político.

La tentación más grande para muchos que se denominan creyentes, en la que también muchos han caído, es dejar de servir a Dios para enseñorearse de los demás por medio de la política. La tentación más extendida en algunos sectores políticos en dejar de servir a su pueblo y enseñorearse de todos los ciudadanos a los cuales supuestamente representan.

La política es el verdadero opio de los más religiosos que adormecidos por sus efectos alucinógenos pierden la visión espiritual, para convertirse en guías ciegos que conducen a otros ciegos al abismo de la perdición. La política para muchos es un “salvavidas” al que se agarran cuando se están ahogando en el mar de las dudas existenciales de la fe. El llamamiento que tenemos a mantener la fe y la buena conciencia se pervierten a niveles extremos con el sincretismo político religioso. La religión y la política se han sincretizado de tal manera que la religión es política y la política es la religión de muchos que han naufragado en cuanto a la fe.

“manteniendo la fe y buena conciencia. Por desecharla, algunos naufragaron en cuanto a la fe” 1ªTim.1:19

El ecumenismo político religioso forma parte inherente de muchas instituciones diseñadas por humanos en contra de la humanidad. Unas instituciones ficticias que nada tienen que ver con el Reino de Dios y su Justicia. Unas instituciones que han hecho vergonzosos tratos comerciales con los poderes políticos de este mundo y del mundo de las ciencias ocultas.

“Con tus muchas maldades y con la iniquidad de tus tratos comerciales profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra ante los ojos de todos los que te miran” Ezeq.28:18   

Los verdaderos creyentes deben estar dispuestos a sanar este mundo y restaurar las ruinas espirituales en la que muchos se han convertido. Unos creyentes que deben ser luz y sal de un mundo insípido y que malvive en la más absoluta oscuridad. Los que creen que pueden cambiar el mundo por medio de la política, sea del signo que sea, son los que construyen sobre la inestable arena del mal llamado progreso. 

Los adictos al opio del sincretismo político religioso están fuera del Camino, de la Verdad y de la Vida con mayúsculas, pero siempre queda la posibilidad de arrepentirse. Un derecho y un deber, el de arrepentirse, al que todos los seres humanos podemos acogernos con la certeza de reencontrarnos de nuevo con nuestro Creador.

“El fin de todo el discurso que has oído es: Teme a Dios y guarda sus Mandamientos, porque esto es el todo del hombre. Pues Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa oculta, sea buena o sea mala” Ecles.12:13-14

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