La educación bíblica en el proceso de aprendizaje de la vida
El planteamiento de los muchos colegios de carácter
religioso sean de la orientación religiosa que sean no pasan por afirmar la fe,
sino por exponer valores éticos y morales que no podrían ser explicados,
entendidos o puestos en práctica sin el elemento de la mencionada fe. No
podemos enseñar historia, valores, educación y cultura desgajándolo de la fe
que viene establecida desde el Cielo pasando por el Monte Sinaí. El elemento de
la fe es un concepto confuso ya que confundir, valga la redundancia, la fe con
la cultura es lo más común en nuestros días. Muchos creen que la cultura es fe
y la fe cultura, pero nada más lejos de la realidad.
La cultura tiene elementos morales, pero también elementos ancestrales
de confusa eficacia y nulo valor espiritual. La mayoría piensa qué por nacer en
un cierto país con una cierta influencia cultural les convierte en creyentes de
primer nivel. Por el hecho de haber nacido en un cierto lugar, geográfica y
culturalmente hablando, no nos convertimos en modelos religiosos a seguir. La
familia en la que nacimos a la vez de aportar ciertos rasgos de carácter genético,
los cuales no podemos eludir, también aporta conductas emocionales y una cierta
herencia espiritual que deben ser aceptadas, aquí sí, de forma consciente y voluntaria.
Por lo general nadie va a creer en lo que no quiere creer, pero si es enseñado
desde la niñez con verdadero amor e interés las probabilidades de tener efectos
buenos y positivos serán más que evidentes.
"Muchos creen que la cultura es fe y la fe cultura, pero nada más lejos de la realidad"
La fe no se impone solo se expone para que sea aceptada o lamentablemente
no lo sea. Algunos de los que dicen creer están persuadidos de que creen en
algo y en alguien, pero también es cierto que en muchos casos esas mismas
personas no saben quién es ese alguien o ese algo en lo que dicen creer. La
cultura aporta ciertos conocimientos tópicos, pero no alcanzan a pasar la
epidermis de las emociones y se quedan en un mero conocimiento que no cambia la
forma de ser ni nos hace mejorar, en el sentido más amplio de la palabra.
La vida es un largo proceso de aprendizaje que no podemos saltarnos por los atajos de la desidia y la falta de esfuerzo. Todo aprendizaje cuesta mucho tiempo, mucho esfuerzo y mucho dinero del cual no solemos estar conscientes. El valor de la educación no lo podemos entender solo bajo una perspectiva económica, sino por el tiempo y el esfuerzo que se han empleado en alcanzar una educación con bases bíblicas. Los buenos colegios no son los más caros, sino los que tienen honestos profesores que están conscientes de la importancia de su labor educativa.
Los profesores o maestros suelen estar formados en la
materia que imparten, pero en la mayoría de los casos no tienen preparación de
carácter bíblico incluso en los colegios más religiosos. Un maestro puede ser
un buen maestro en una cierta materia, pero carecer de formación bíblica
enfocada a la transmisión de la fe que fomenta un cierto estilo de vida. Lo
primero que se debería tener en cuenta en un colegio de un cierto nivel
religioso es la formación bíblica, entiéndase espiritual, de todo su
profesorado.
Un colegio con fondo religioso debe proyectar la imagen de
ser una institución con valores éticos y morales, pero como es evidente también
con valores espirituales. Por consiguiente, el colegio religioso debería establecer
un programa de formación continua de carácter bíblico para sus profesores. Cuando
hablamos de formación religiosa debe entenderse como formación bíblica eminentemente
de carácter espiritual enfocada a fortalecer la fe en el Creador y en la
obediencia a guardar la Escritura. La fe no es solo cuestión de creer en algo
sino eminentemente de creer en Aquel que ha creado todo lo que vemos y lo que
no vemos.
El rezo por excelencia de la Escritura que estamos llamados
a vocalizar al levantarnos, al acostarnos, al salir de la casa, por el camino y
al entrar en la casa que se define como el Shemá debería formar parte
prioritaria de todo ideario de colegio o institución religiosa que se precie
como tal.
“Oye, Israel: El Señor, nuestro Dios, el Señor uno es.
Amarás al Señor, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus
fuerzas. Estas palabras que Yo te mando hoy estarán sobre tu corazón. Se las
repetirás a tus hijos y les hablarás de ellas estando en tu casa y andando por
el camino, al acostarte y cuando te levantes. Las atarás como una señal en tu
mano y estarán como frontales entre tus ojos; las escribirás en los postes de
tu casa y en tus puertas” Deut.6.4-9
La enseñanza religiosa en algunos casos, no en todos, se ha convertido en un negocio más que en un referente moral y espiritual para enseñar a los niños, a los mayores y al profesorado. Lo más preocupantes es que muchas instituciones de carácter religiosos no creen ni practican lo que ellos mismos enseñan o creen que enseñan. Unas instituciones con un profesorado que no tiene puesta la fe en el Creador, ni en su Escritura, no debería definirse como educación religiosa. Los profesores de este nivel de desapego a la Escritura no parecen que sea la mejor opción, ni el mejor ejemplo, para el colegio y para cuantos forman parte de la comunidad educativa.
Los maestros o profesores deben ser referentes morales,
éticos y espirituales enseñando y manteniendo verdaderos valores establecidos
en la Biblia. El ideario de un colegio no debería ser solo una cuestión técnica
o curricular sino una declaración de fe que sea respetada por todos los
miembros que conforman la ya mencionada comunidad educativa.
La instrucción familiar, en el contexto del hogar, es la institución
básica en la formación bíblica de nuestros hijos que debe colaborar con su colegio
y comunidad de fe para que los niños se formen equilibradamente en un entorno
sano emocional y espiritualmente hablando. La familia no puede, ni debe, delegar
totalmente la labor educativa a otras instituciones sino colaborar con ellas
interesándose e involucrándose en la formación de los niños y de sus maestros.
La necesidad que tenemos es de encontrar instituciones
educativas de carácter bíblico en las que primen los valores de la fe por
encima de los valores culturales, sin excluirlos, que toda institución también representa.
No se trata solo de transmitir cultura, que también, sino de transmitir una fe
basada las enseñanzas eternas de la Escritura con el objetivo de honrar y
obedecer al Creador. La cultura de la Biblia se resume en amar al Creador y a
su creación que básicamente está representada por los seres humanos sin excluir
el resto de tan maravillosa obra creadora.
“No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu
pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo, el Señor” Lev.19.18
La educación bíblica, en el proceso de aprendizaje de la
vida es la base para alcanzar los propósitos establecidos por el Cielo para con
todos los seres humanos y para con toda la creación contaminada al igual que lo
está el corazón de los hombres, por su alejamiento del Creador. La instrucción
familiar debe empezar por los mismos progenitores que son los únicos responsables
ante el Creador de guiar a los hijos por las sendas antiguas de la fe.
En los años que llevamos como familia hemos aprendido, entre otros grandes temas de vital importancia, que los hijos son la única esperanza de continuidad generacional en la transmisión de la fe con todo lo que ello implica.
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