La RELACIÓN rota del hombre con el Creador

El Cielo ha tomado la iniciativa para que los seres humanos puedan encontrar el camino que lleva a una vida plena en el presente y a una vida de eterna relación con el Creador a la cual todos estamos llamados en el futuro. 

En la introducción ha esta serie señalamos que la iniciativa para recomponer la relación entre el Creador y su creación partió de Dios estableciendo un protocolo de relación el cual antes no existía. En el Paraíso no había un protocolo de relación para hablar con el Creador. El hombre entiéndase varón y varona, así lo denomina la Escritura, no tenía que formalizar una cita o tener el mencionado protocolo para hablar con el Creador.

En este momento hemos de recordar y hacer énfasis en que la Escritura es la fuente fidedigna que describe a la perfección el que estamos denominando como el Tikún Olam del Cielo para reparar el mundo. El concepto “tikún olan” hace referencia a esa especie de filosofía de vida por la cual estamos llamados a contribuir a mejorar, reparar o restaurar el mundo donde vivimos. El término mundo debe ser entendido en el sentido más amplio de la palabra incluyendo a los seres humanos, al reino animal y al resto de la creación o medio ambiente donde nos desarrollamos. El mundo está contaminado físicamente tanto como emocional y espiritualmente hablando. En este punto también tenemos que recordar que necesitamos tener a mano un diccionario y una Biblia para comprender mejor los conceptos aquí expuestos.

Los que sienten que tienen que hacer algo más en la vida que nacer y vivir a su albedrío tendrán conciencia de la importancia que tiene pensar y actuar por cambiar, mejorar o restaurar todo este conglomerado que hemos llamado mundo ¿Por dónde empezamos? Lo hemos dicho en repetidas ocasiones siempre hemos de empezar por nosotros mismos.

Los cambios que no estemos dispuestos a hacer no podremos pretender que otros los hagan en sus vidas. Si cada uno de nosotros nos ocupáramos en ayudar a restaurar la vida de una persona, aunque solo fuera la vida de una persona, este mundo sería un paraíso terrenal. Todos ayudando a todos y trabajando para reparar el daño que hemos causado a la creación en general y al prójimo en particular.

La relación con el Creador se rompió, quebró, deterioró o destruyó por el egocentrismo del ser humano. La libertad con la que nos bendijo el Creador la convertimos en ansias de poder y gloria individual contaminando a toda la creación incluido el prójimo que en este caso se ejemplifica en una pareja que todos conocemos como Adán y Eva.

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Los bendijo Dios y les dijo: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla; ejerced potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y todas las bestias que se mueven sobre la tierra». Gén.1.27-28

La impronta que Dios dejó en los primeros seres humanos fue la generosidad creativa que les permitía gobernar el mundo de entonces con autoridad, pero sin enorgullecerse altaneramente, valga la redundancia, sobre todo lo que incluía el maravilloso Jardín del Edén. El Creador les otorgó responsabilidades que estaban enfocadas en cuidar y mantener tan especial lugar y a la vez tan especial relación con el Señor ¿Podrían soñar con un mundo mejor? Un lugar en cual la abundancia era su sello de identidad con toda clase de alimentos naturales, que presuponemos de alto valor nutritivo, y sin la necesidad de comer carne. Los primeros seres humanos eran vegetarianos de forma íntegra. No tenían necesidad de trabajar para ganarse el pan de cada día y gozaban de una exuberante naturaleza en donde todo estaba en perfecto equilibrio.

Después dijo Dios: «Mirad, os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, así como todo árbol en que hay fruto y da semilla. De todo esto podréis comer, pero a toda bestia de la tierra, a todas las aves de los cielos y a todo lo que tiene vida y se arrastra sobre la tierra, les doy toda planta verde para comer. Y fue así. Gén.1.29-30

En el Jardín del Edén los animales comían exclusivamente hierba y no se derramaba la sangre de personas o animales. Un mundo perfecto que solo había de ser gobernado, cuidado y expandido con amor y sensibilidad. El hombre y la naturaleza tenían la orden de crecer, fructificar y multiplicarse. La fructificación tiene que ver también con el desarrollo personal en el plano espiritual y en el emocional. El ser humano fue creado con sentido de la espiritualidad y el desarrollo de las emociones para su propio bien y el de los demás. No mejoramos solo para nosotros mismos, sino para el bien común de toda la creación.

Dios plantó un huerto en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. E hizo el Señor nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista y bueno para comer; también el árbol de la vida en medio del huerto, y el árbol del conocimiento del bien y del mal. Gén.2.8-9

En pocas palabras el ser humano tenía una privilegiada relación con el Creador y con su creación que le permitía mantener una vida maravillosa en un lugar maravilloso. El Señor puso al hombre y a la mujer en el Jardín del Edén dotándoles además de una vida ininterrumpida. La vida con la que fueron dotados sería para siempre y sin experimentar la muerte tal como hoy la conocemos.

Tomó, pues, Dios al hombre y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo cuidara. Y mandó el Señor al hombre, diciendo: «De todo árbol del huerto podrás comer; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás». Gén.2.15-17

La única limitación que tenía el hombre era obedecer en una sencilla regla de conducta que afectaba a su sentido de generosidad con Aquel que todo les había dado tan generosamente. La responsabilidad del ser humano, una dedicación exclusiva, era labrar y cuidar el Huerto de Dios ¿Podríamos aspirar a algo más grandioso que servir como labradores en el Huerto de Dios? Todo parece indicar que tanto para Adán como para Eva servir a Dios se les hacía poco para sus particulares e individualistas aspiraciones.

La reparación del mundo exige de nosotros una sincera obediencia a los planes y los planos que Dios ha diseñado para la humanidad. En cuanto entra en nosotros el deseo de ser superiores a los demás e incluso ser iguales a Dios la especial relación que podríamos tener con el Creador se deshace en mil pedazos. Un daño disperso en piezas deformes que humanamente hablando son imposibles de juntar, colocar en su sitio junto a la otra pieza con la que se relaciona y restaurar de manera que sirviera para el propósito original para el cual fue creado.

"El hombre entiéndase varón y varona, así lo denomina la Escritura, no tenía que formalizar una cita o tener el mencionado protocolo para hablar con el Creador"

La creación es un diseño perfecto de Dios que el hombre ha roto y que implica la destrucción de todo un sistema de relaciones cruzadas imposibles de recomponer por el ser humano. La intervención de Dios para restaurar la original y privilegiada relación del hombre con Dios es una iniciativa del Cielo para permitir que el ser humano vuelva a ser aquello que Dios tiene diseñado para toda la humanidad. La necesidad que hoy tenemos es de reencontrarnos con Aquel que nos puso en un paraíso de bendición llamado Huerto del Edén y que trabaja para que estemos restaurados por completo para desarrollar nuestra labor en el servicio a Dios y al prójimo.

La relación rota del hombre con su Creador debe ser restaurada empezando con cada uno de nosotros aquí y ahora. La reparación del mundo exige de nosotros el desprendernos de egoísmo, vanagloria, arrogancia y una larga lista de actitudes emocionales y espirituales que nos llevan a la destrucción del continuamente mencionado mundo ¿Estamos dispuestos a cambiar o seguiremos la senda del egoísmo para destruir los planes de Dios? El ser humano no ha sido creado con la mera expectativa de nacer, crecer y morir, sino para vivir por la eternidad en la ya mencionada relación con Dios. En el próximo capítulo continuaremos con la exposición del tema si así el Cielo lo permite.

Comentarios