LA RELIGIÓN PURA

El Paraíso quedó en una especie de campo arrasado, espiritualmente hablando, después de la flagrante desobediencia del hombre a su Creador ¿Intervendría el Cielo ante semejante desastre? Sin la menor duda.

En una imaginaria línea de tiempo, con marcados momentos históricos, la creación sufrió un dramático cambio de una forma evidente y visible. La naturaleza del hombre, de los animales, de las plantas y el medio ambiente cambiaron radicalmente y no para bien. Un “nuevo mundo” había surgido pasando de un paraíso, definido como el Jardín del Edén, a ser una tierra hostil para la vida en general y particularmente para el ser humano.

“Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer y comiste del árbol de que te mandé diciendo: “No comerás de él”, maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida, espinos y cardos te producirá y comerás plantas del campo” Gén.3.17-18

El destrozo absoluto que hizo el ser humano tenía que ser reparado de forma integral para lo cual el Cielo diseñó un plan a corto, medio y largo plazo con el objetivo de restaurar toda la creación, incluido el ser humano a su estado primigenio volviendo a ser la vida un paraíso. El diseño para restaurar al ser humano implicada el pago de una deuda por el gran desastre causado por el hombre, entiéndase hombre y mujer. Una deuda que el hombre no podría pagar de ninguna forma a lo largo de toda su vida y a lo largo de todas las generaciones posteriores.

El desastre fue de tal cuantía que no hay sacrificio alguno que el ser humano pueda pagar para restaurar todo el daño que hizo ¿Qué pasaría con la creación incluyendo al ser humano? La restauración de la creación exige más de lo que todos los seres humanos podríamos pagar. No hay sacrificio que pueda pagar el daño que hemos hecho. El Señor mismo estableció la ley que dice “sin sacrificio no hay remisión de pecado” por tanto, el primer sacrificio lo hizo Dios mismo para establecer un medio de perdón, aunque fuera temporal. Todo pago después de la desobediencia exigió sacrificio, dolor y muerte.

“Y Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de pieles, y los vistió” Gén.3.21

Sin el sacrificio que el mismo Señor hizo cubriendo al hombre y a la mujer con pieles de animales los seres humanos habrían dejado de existir en ese mismo momento. Las leyes establecidas por Dios son inquebrantables, inmutables y eternas. Los animales que Dios sacrificó para tomar sus pieles fue el primer pago con derramamiento de sangre que se hizo en el Edén y en la tierra en general. Una Ley establecida por el Cielo que sigue vigente en nuestros días y que acabaremos de comprender más adelante en los siguientes capítulos.

“Y lo sacó Dios del huerto de Edén, para que labrara la tierra de la que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso querubines al oriente del huerto de Edén, y una espada encendida que se revolvía por todos lados para guardar el camino del Árbol de la Vida” Gén.3.23-24

En poco tiempo, según los conceptos que tenemos de tiempo y espacio, el ser humano se vio sometido a las inclemencias de un mundo cambiante que nunca había conocido. En el huerto del Edén no llovía, sino que un vapor surgido de la tierra regaba todo el que hemos definido anteriormente como un maravilloso jardín. En pocas palabras el hombre se enfrentaba a un mundo desconocido, duro y difícil de trabajar para conseguir alimentos. El hombre fue puesto en el Edén para que labrara y cuidara el jardín por tanto tenía nociones de agricultura. 

Los seres humanos no salieron del Edén sin conocimientos, ni capacidades para sobrevivir en un mundo tan hostil. La formación que recibieron en el Edén les capacitaba para sobrevivir fuera del jardín en un mundo plagado de espinos que tendrían que quitar para poder labrar la tierra y poder alimentarse de vegetales y también de animales. El mundo definitivamente había sido totalmente cambiado por la intervención del hombre. Una vez que desobedecieron la muerte entró en el mundo afectando a toda la creación.

“Tomó, pues, Dios al hombre y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo cuidara. Y mandó el Señor al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás” Gén.2.15-17

El hombre fue echado del Edén para que no pudiera comer del Árbol de la Vida el cual le haría inmortal, pero llevando sobre si la carga de la desobediencia. Unos seres humanos inmortales contagiados de maldad sería la total destrucción de todo el universo creado. La intervención de Dios para evitar tan dañina situación fue como ya dijimos establecer un plan diseñado para que toda la creación, de nuevo incluido el hombre, volvieran a su estado original tal cual fue creado por Dios. Gracias al Señor que estableció un plan de emergencia para restaurar el mundo y todo lo que en el habita.

"Una deuda que el hombre no podría pagar de ninguna forma a lo largo de toda su vida y a lo largo de todas las generaciones posteriores"

El plan de emergencia del que estamos hablando, siguiendo la línea de tiempo que hemos definido, está diseñado en tres periodos de restauración progresiva que definimos como Relación Pura; Religión Pura y Revelación Pura. En este capítulo estamos hablando de la introducción al punto llamado Religión Pura, que es el siguiente paso para la profunda restauración del ser humano. Entre la Relación y la Revelación fue necesaria la Religión entendida como la preparación para la Revelación la cual nos lleva otra vez a la Relación Pura con Dios tal cual el Cielo la diseñó.

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