Los nuevos propósitos del año nuevo que no son tan nuevos
En el nuevo año hacemos listas de buenos propósitos, pero antes es importante hacer autocrítica de lo que hemos hecho o dejado de hacer en el año que terminamos.
Lo primero antes de hacer una lista de buenos propósitos es hacer un repaso honesto de todas las promesas incumplidas, las malas acciones llevadas a cabo o el daño al honor cometido contra otras personas. Los agravios contra el buen nombre de alguien suponen una carga que acabará por aplastarnos bajo nuestras propias escusas y justificaciones personales.
Los que pretenden construir algo sobre las ruinas que han
provocado en otras personas acabarán siendo ellos mismos los responsables de su
propia ruina. El daño que hacemos a otros es la semilla que plantamos de la
cual comeremos sus amargos frutos a lo largo de nuestra vida. El mejor propósito
debe estar basado en los conceptos que se vierten en la carta de Timoteo que no
debemos olvidar, entiéndase amor, un corazón limpio, buena conciencia y una fe
no fingida.
“El propósito de este mandamiento es el amor nacido de
corazón limpio, de buena conciencia y fe no fingida” 1Tim.1.5
Los buenos propósitos cuestan llevarlos a cabo mucho tiempo,
esfuerzo y medios para poder realizarlos. Los grandes sueños son en realidad grandes
propósitos en corazones grandes y generosos. Todo lo que pretendamos hacer
precisa de una visión muy clara de la forma en cómo vamos a desarrollar el
sueño que pretendemos alcanzar. Tal vez lo más difícil sea diseñar el plan de
actuación cuando tenemos un buen propósito.
La forma de alcanzar un buen propósito implica algo más que
buena voluntad, ánimo y decisión. Un buen propósito exige de nosotros una buena
administración de recursos, unos buenos medios y equipos de trabajo conjunto.
Nadie debería pensar que su sueño lo puede realizar el solo. Los grandes logros
en todos los campos se han alcanzado en equipo independientemente de la mente
en la cual se gestó el buen propósito.
Y dijo David a Salomón: «Hijo mío, en mi corazón tuve el
propósito de edificar un templo dedicado al nombre del Señor, mi Dios.
1ºCrón.22.7
El mejor propósito tiene que ver con la más sincera
autocrítica la cual nos tiene que llevar a restituir el daño provocado siempre
que sea posible. David no pudo edificar el Templo de Jerusalén, aunque tenía
todos los medios preparados. Él fue consciente de que había derramado mucha
sangre lo cual era incompatible con el propósito que pensaba realizar. Por muy
buen propósito que tengamos es imprescindible ser autocríticos con nosotros mismos
valga la redundancia.
Además de ser autocríticos precisamos restituir en la medida
de lo posible todo el daño causado a los demás. Sin restitución no hay
construcción, entiéndase también propósito, que resista el paso del tiempo. Todo
nuevo propósito que no sea establecido sobre la base de la restitución está
condenado al fracaso. La construcción en el plano material, emocional y
espiritual precisa antes de nada quitar los escombros de lo malo que hemos
hecho y que nos impiden construir lo bueno que pudiéramos levantar. Todo lo que
pretendamos construir precisa una planificación previa que ineludiblemente pasa
por quitar en primer lugar los escombros de todo tipo que hemos acumulado en
nuestra mente y corazón por tantos incumplimientos, fracasos y fingimientos
espirituales de no ser lo que deberíamos ser.
Los recuerdos acumulados en forma de propósitos no
alcanzados; malas actitudes, acciones negativas o la falta de restituir el daño
cometido son escombros que nos impiden creer, crear, crecer e iluminar. La
retirada de los escombros es un paso imprescindible para poder construir con
garantías suficientes de éxito. No se puede construir algo nuevo sobre algo
viejo y ruinoso cómo es todo aquello que ha hecho daño a los demás. Cada uno de
nosotros podemos frustrar los sueños ajenos con nuestra actitud de crítica
negativa. Por otro lado, siempre existirán los que se dejarán sobornar para frustrar
los propósitos de los demás. Unas personas negativas que no estarán dispuestas
a restituir el daño que hicieron. No solo no están dispuestos a restituir, sino
que se justifican así mismos para no reconocer el daño hecho.
“Sobornaron además contra ellos a algunos consejeros para
frustrar sus propósitos, durante todo el tiempo que Ciro fue rey de Persia y
hasta el reinado de Darío, rey de Persia” Esdr.4.5
En la práctica mantener año tras año la misma actitud
negativa no se puede compensar tratando de autoconvencernos y justificarnos con
nuevos propósitos de año nuevo. Por lo general los buenos propósitos no son tan
nuevos como pudieran parecer sino los mismos que hacemos cada año y que no hemos
llegado a realizar. La autocrítica empieza por darse cuenta de lo malo que
hemos hecho y de lo bueno que hemos dejado de hacer. Todo nuevo propósito
podría enmascarar un viejo fracaso que se va repitiendo a lo largo de la vida y
que no lograremos superar a menos que determinemos restituir el daño que
provocó nuestras malas decisiones y acciones.
El peor de los propósitos es no querer reconocer lo malo que
hemos hecho y tratar de ocultarlo tapándolo bajo la alfombra de los buenos
propósitos de año nuevo. No intentemos convencernos de que los nuevos
propósitos ocultarán los viejos fracasos. Así no funciona la vida a la cual no
convenceremos de que nuestros buenos propósitos nos sacarán del lago cenagoso de
la inestabilidad en la cual hemos caído por no hacer una sincera y honesta
autocrítica. Tal vez cada año nos marcamos las mismas metas y propósitos, pero con
el tiempo nos damos cuenta de que solo fueron una especie de ilusión pasajera y
volvemos a lo mismo de siempre.
La esperanza de realizar los buenos propósitos tenemos que
ponerla en el Señor, pero no hay esperanza de alcanzar los buenos propósitos sin
pedir perdón a las personas que hemos hecho daño destruyendo sus sueños en
forma de buenos propósitos. La obra de nuestras manos tiene que ser bendecida
por el Señor ya que los buenos propósitos solo son buenos sueños mientras
tratamos de realizarlos. La autocrítica siempre empieza por nosotros mismos sabiendo
que no hay nada que podamos ocultar a Dios por muy buena apariencia que les
demos públicamente a nuestros grandes sueños.
El Señor cumplirá su propósito en mí. Tu misericordia, Señor,
es para siempre; ¡no desampares la obra de tus manos! Sal.138.8
Los nuevos propósitos del año nuevo no son tan nuevos mientras no resolvamos quitar los escombros que vamos dejando a nuestro paso por la vida. Los escombros retirados con la más sincera autocrítica nos permitirán creer, crear, crecer e iluminar a nuestro alrededor. Aquí y ahora empecemos a quitar todo peso que nos asedia. Una nueva lista de bendición está a punto de ser diseñada para ti, pero eres tú quién tiene que crearla y ya sabes cómo hacerlo. Háztelo saber.
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