Quitar la imagen prepotente que hemos fabricado de nosotros mismos

La mayoría nos fabricamos una imagen de nosotros mismos la cual reverenciamos y en algunos casos lamentablemente pareciera que adoramos.

El egocentrismo es el mayor peso que el ser humano lleva a cuestas, aunque a la vez no quiere dejar de llevarlo por mucho que le pese. La imagen que nos hacemos de nosotros mismo no se corresponde con la imagen que los demás tienen de nosotros, pero insistimos en aparentar ser lo que en realidad no somos. 

Por lo general nos creemos superiores a los demás. Lo más probable es que tengamos la sensación de ser una especie de superhombres cuando en realidad lo que somos es super egocéntricos. Nos vemos a nosotros mismos como el centro de todo y de todos anhelando la admiración sumisa de otros. En pocas palabras nos creemos seres especiales con características únicas, aunque nada más lejos de la realidad.

La imagen de que somos ricos se quiere aparentar llevando ciertas marcas de ropa, por ejemplo, para hacer creer a los demás lo que en realidad no somos. El rico no es rico por la marca de zapatillas o de ropa que lleva sino por tener una capacidad económica que le permite adquirir bienes y servicios que son caros para una mayoría. El querer aparentar un mayor nivel económico del que en realidad tenemos es un complejo de inferioridad que tratamos de esconder bajo una determinada marca de ropa por citar un ejemplo. Lo llamativo es que muchos que en realidad son ricos visten de forma sencilla y muy poco llamativa. Los que más quieren aparentar presumen ocultando lo que son bajo una especie de llamativa capa de marca de lujo. No es necesario lucir un Rolex para saber la hora, pero un presumido sea rico o pobre llevará a la vista un signo de riqueza como puede ser un reloj, un coche o unas zapatillas caras de una determinada marca.   

“Hay quienes presumen de ricos y no tienen nada, y hay quienes pasan por pobres y tienen muchas riquezas” Prov.13.7

En el proceso de empoderamiento egocéntrico fabricamos una imagen de nosotros mismos que ponemos en una especie de altar al culto de la personalidad esperando ser admirados por los demás. Las variadas imágenes egocéntricas que nos fabricamos de nosotros mismos son efímeras estatuas de sal que se van desmoronando de tanto mirar atrás en nuestra vida. La imagen que nos fabricamos de nosotros mismos son en realidad muchas; tantas como pretendemos aparentar a la vista de otros ¿Qué imagen hemos fabricado de nosotros mismos? No podemos construir una nueva personalidad hasta que no quitemos esa imagen egocéntrica que hemos fabricado por la cual no necesitamos a nadie. Todos como familia o comunidad nos necesitamos los unos a los otros.

“Y de hacer el bien y de la ayuda mutua no os olvidéis, porque de tales sacrificios se agrada Dios” Heb.13.16

El egocentrista tiene una característica muy evidente y es que no ayuda en nada, pero exige que los demás le ayuden en todo. La ayuda mutua exige ciertamente un esfuerzo por parte de los unos a los otros. Todo esfuerzo es un sacrificio que exige tener una imagen correcta de si mismo acompañada de un sincero interés por los demás. Los que no están dispuestos a ayudar a los demás sea en lo que sea carecerán tarde o temprano de aquello de lo cual no estuvieron dispuestos a hacer por otros. Los que ayudan a los enfermos serán ayudados cuando estén enfermos ¿Acaso pensamos que nunca enfermaremos? El egocéntrico se cree inmune a todo dolor o enfermedad. La ceguera espiritual es aquello que nos impide ver las necesidades de otros sin considerar que tal vez algún día nosotros mismos pudiéramos tener la misma o parecida necesidad. Los que se sacrifican por los demás verán como el resultado de su esfuerzo será correspondido con el sacrificio que otros harán por ellos. El egocéntrico tiene una terrible falta de memoria olvidándose del esfuerzo que otros realizan por su bienestar. Si de algo llamativo carecen los egocentristas es de agradecimiento y esfuerzo por servir a otros.

El egocéntrico desplaza de su vida a los demás pensando que el mismo se vale y se sobra para hacer todo lo que desea. La tendencia del egocéntrico es a tener un concepto mayor de sí mismo que el que debería tener. No se trata de minusvalorarnos, pero ni mucho menos de creernos superiores al resto de la humanidad. Tal vez una de las claves para no sentirnos superiores a los demás es reconocer que somos mortales y que tenemos un tiempo limitado de vida en el cual deberíamos hacer todo aquello para lo cual hemos sido creados. La más evidente señal de egocentrismo es creerse saberlo todo. La arrogancia y la altivez siempre son igualmente señales llamativas de las personas egocentristas.

“Unánimes entre vosotros; no seáis altivos, sino asociaos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión” Rom.12.16

En este tiempo de arrogancia general sin escrúpulos necesitamos quitar los escombros de superioridad, altivez y presunción para poder establecer una vida de humildad corporativa por la cual nos ayudamos mutuamente preocupándonos los unos de los otros. Las grandes ciudades han roto las relaciones familiares resquebrajando todo sentido de comunidad que es en realidad el único emplazamiento estable para servir a los demás. Aquí y ahora tenemos que quitar las orgullosas imágenes que hemos fabricado de nosotros mismos para poder construir un nuevo hombre renovado que contribuya a cambiar el mundo.

“Pero se han hallado en ti buenas cosas, por cuanto has quitado de la tierra las imágenes de Asera y has dispuesto tu corazón para buscar a Dios” 2Crón.19.3

Las buenas cosas que llevamos dentro de nosotros serán visibles cuando hayamos quitado la imagen orgullosa, prepotente y egocéntrica que hemos fabricado de nosotros mismos. Solo cuando quitamos lo malo en nosotros estaremos preparados para poner lo bueno y encontrarnos con Dios con un corazón dispuesto a servir a los demás. La imagen prepotente que hemos fabricado de nosotros mismos debe ser quitada para que podamos edificar una vida creativa que busca el bien común de todos cuantos nos rodean.

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