Tres actitudes que quitar para ser escuchados por Dios

La actitud que tenemos en la vida y en particular con las relaciones que mantenemos con los demás determina que seamos o no seamos oídos y contestados por Dios.

La relación con Dios es un tema recurrente que solemos tratar de una manera mística pretendiendo ser más espirituales por el mero hecho de que le pedimos a Dios algo. La espiritualidad no se puede medir en base a lo que pedimos sino en base a lo que hacemos. La Escritura enseña con toda claridad que la fe, entiéndase también la creencia que decimos tener, está muerta o inactiva sin la correspondiente acción que la califica de eficaz.

Los que pretenden ser escuchados por Dios por considerarse creyentes ya están demostrando un razonamiento alejado de una verdadera espiritualidad. Por lo general pensamos que si decimos cosas espirituales somos espirituales, pero lamentablemente no es así. A las personas no se las conoce por lo que dicen sino por lo que hacen y en particular por los frutos, entiéndase también resultados, que producen sus acciones. Solo hay que mirar cómo está el mundo en la actualidad para entender cómo afecta lo que hacemos al medio ambiente, en el plano de la naturaleza, y a nuestra relación con el prójimo. La tierra está contaminada en el plano físico lo cual también afecta a nuestro estado de ánimo y evidentemente a nuestra supuesta espiritualidad.

“La tierra será asolada a causa de sus moradores, por el fruto de sus obras” Miq.7.13

El fruto de nuestras acciones asola o arrasa también la relación con Dios, con la creación y con sus criaturas. La idea de que creyendo o teniendo fe ya somos espirituales y estamos calificados para pedir a Dios que nos de lo que deseamos es una burla a la inteligencia que tiene por base las enseñanzas de la Escritura. Por mucho tiempo se ha enfatizado que creer o tener simplemente fe, por encima de toda acción que contribuya a cambiar el mundo, es más que suficiente sin considerar la actitud que tenemos y lo que Dios nos pide que hagamos.

Los que pretendan pedir ayuda a Dios creyendo que con la fe que tienen serán escuchados están atentando directamente contra la instrucción, que cómo ya hemos dicho, que recibimos por medio de la Escritura. Solo seremos escuchados por Dios si se cumplen unas actitudes que podíamos definir como sana espiritualidad de aquella que la Biblia define como la Religión Pura.

Los conceptos de Religión Pura están relacionados con la actitud pura que mantenemos con Dios y el prójimo. Bien podríamos decir que la primera de las actitudes espiritualmente sana tiene que ver siempre con quitar algo ¿Qué tenemos que quitar para establecer o construir una correcta, equilibrada y sana relación con Dios y el prójimo? Lo primero es quitar el yugo desigual de relaciones tóxicas que mantenemos en muchos casos por conveniencia personal. No podemos mantener una relación tóxica con alguien a nivel personal o a nivel de grupo por cuestiones emocionales de apego o por resultarnos conveniente que suele ser un factor predominante.

"Por lo general pensamos que si decimos cosas espirituales somos espirituales, pero lamentablemente no es así"

Otra cosa es mantener una relación con el propósito de ayudar a mejorar a una determinada persona, pero siempre debemos tener en cuenta que nosotros no podemos cambiar a nadie y menos vanagloriarnos de haberlos ganado para Dios ¿Qué clase de expresión es esa de ganar a alguien para Dios? ¿Acaso le hace falta a Dios que nosotros hagamos su trabajo? El orgullo espiritual es la actitud más dañina que podemos tener y mantener en relación con los demás. El yugo que mantenemos de una relación desigual o tóxica con los demás impedirá que podamos ser escuchados por Dios que en la práctica significa que el Señor conceda la petición que le hemos solicitado.

La ayuda que pedimos a Dios nos vendrá en el momento oportuno, pero siempre que hayamos quitado toda relación dañina de perjuicio contra los demás. Los que se creen más santos que los demás pedirán ayuda clamando a gran voz para llamar la atención de los hombres, pero no serán escuchados a menos que quiten todo yugo desigual que ellos mismos han puesto por su falta de compromiso con Dios y su obra. La actitud determina los frutos más que las palabras supuestamente espirituales.

“Entonces pedirás ayuda, y te oirá el Señor; clamarás, y dirá él: “¡Heme aquí! Si quitas de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador y el hablar vanidad” Isa.58.9

La actitud amenazante hacia otros es también uno de los graves impedimentos que afectarán a nuestra relación con Dios impidiendo que seamos escuchados cuando pedimos ayuda. La prepotencia de creernos superiores tiene un lenguaje corporal muy definido que no precisa de palabras. Los que amenazan suelen señalar a otros con su amenazador dedo de juicio. Las amenazas no solo son directas y visuales sino también las indirectas o a espaldas de aquellos sobre los cuales nos creemos superiores.

La posición social que tenemos es un factor muy señalado que nos hace pensar que somos superiores o mejores que otros. En las empresas utilizan a los que definen como mandos intermedios para amenazar a los empleados y obligarles a hacer horas extras, por ejemplo, sin remuneración alguna. Que el puesto de trabajo dependa de la sumisión a un jefe o jefecillo hace que muchas personas sufran de un sentimiento de inferioridad que les hace vulnerables emocionalmente. Lo peor que una empresa, grupo religioso o partido político puede hacer es darle autoridad a una persona que se considera así mismo mejor que los demás. En poco tiempo la actitud de injusticia que mantendrá hará que la empresa, grupo o partido entre en declive con la consiguiente degradación ética y moral.   

La actitud personal, familiar, o comunitaria junto con el yugo desigual entre personas; la constante amenaza acompañada de miedo y el hablar vanidad darán como resultado un desastre que bloqueará toda posible relación con Dios y con el prójimo. No deberíamos decir que conocemos a alguien por lo que dice sino por los frutos que producen sus acciones. La premisa bíblica es “así que por sus frutos los conoceréis” Mat.7.20.

Cuando la Escritura habla de invocar el Nombre de Dios lo que significa es que estamos pidiendo ayuda a Dios. Invocar tiene que ver con pedir ayuda, hemos dicho, pero algunos lo han trasformado en una especie de rito mágico por el cual Dios está obligado a darnos lo que le pedimos. Solo cuando quitemos de nuestra vida lo que no vale podremos ser oídos por Dios y nos dirá “Heme aquí” ¿Qué necesitas? La verdad es que Dios sabe antes de que le pidamos algo, pero aun así nos ha enseñado a pedir, invocar, rogar o a rezar de una manera determinada.

“Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman el orar de pie en las congregaciones y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público. Y al orar no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis” Mat.6.5-8

En resumen, las tres actitudes que quitar irremisiblemente para ser escuchados por Dios empiezan por quitar de nosotros todo yugo de relación tóxica que mantenemos por conveniencia. A la vez tenemos que quitar la actitud amenazante en palabras o en violentos hechos en todos los niveles familiares o comunitarios y junto con lo anteriormente mencionado tenemos que quitar toda forma de hablar vana que denigre el buen nombre de otros ¿Qué tres actitudes tenemos que quitar irremisiblemente para ser escuchados por Dios? Cada uno de nosotros debe examinarse y saber si tenemos la actitud correcta que el Cielo exige para relacionarnos con el Creador.

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