Shavuot el equilibrio entre lo sagrado y lo profano

En Shavuot elevamos la conciencia hacia la Torá leyendo, estudiando o meditando en la Ley del Sinaí, pero ¿Nos hace mejores tal introspección?

En español el verbo ser y estar son definitivamente necesarios para entender lo que somos y diferenciarlo de lo que estamos haciendo. En la práctica, podemos aparentar ser honestos y estar desacreditando el honor de otros. Lo que somos no necesariamente coincide con lo que hacemos e incluso aunque practiquemos algo que tiene reputación cultural o tradicional.

En Shavuot tenemos una cita con la Torá, pero también con el Creador al cual no podemos separar de sus Preceptos o Mandamientos. En esa dicotomía antagónica entre lo que decimos ser y lo que estamos haciendo nos dividimos entre lo sagrado y lo profano. Una división que rompe nuestros esquemas internos dejándonos desnudos ante la realidad de una hipocresía personal la cual mantenemos bajo nuestro fuero interno de supuesta libertad.

No somos más libres por saber más sino por disminuir la distancia entre lo que decimos ser y lo que en realidad estamos haciendo

La vida es un equilibrio sencillo de mantener mientras tengamos los pies en la tierra y la cabeza en el Cielo. Todo lo que suponga confiar más en lo material, representado en este caso por nuestros pies, en contraposición a creer en lo espiritual nos desequilibra y envanece. En muchos casos percibimos que somos mejores que los demás por cuanto sabemos más o entendemos mejor las cosas espirituales. 

En realidad, deberíamos ser mejores por la responsabilidad que se nos ha otorgado de ser algo similar a guardianes de la Torá, pero ese mismo statu nos hace también más vulnerables al orgullo y la falta de sensibilidad con el que padece la tragedia de no saber o no haber sido enseñado.

Los Sabios con mayúscula son aquellos que teniendo los pies en la tierra saben elevar sus pensamientos al Cielo sin olvidar a los que están a su mismo nivel de humanidad. El conocimiento adquirido por el estudio, análisis o la meditación entendida como una profunda reflexión, no confundir con la meditación mística, nos eleva más cerca del Creador sin separarnos de su creación. 

Los místicos cuyo nombre no quiero acordarme, como diría Cervantes, son tan espirituales que dejan de ser humanos. El ser y el estar haciendo lo que debemos se descomponen cuando dejamos de percibir que somos iguales a los demás en dignidad. La creación es la forma digna del Creador de hacernos saber que somos semejantes los unos a los otros.

En Shavuot se nos induce al equilibrio reflexivo de ser y estar haciendo lo que debemos bajo las premisas de la Torá. La Fiesta de la Cosecha nos impele a compartir los buenos frutos sembrados durante todo el año con la sana intención de ser lo que debemos ser y estar haciendo lo que debemos hacer. El principio por excelencia de que lo que sembramos recogemos nos tiene que llevar a ser consecuentes también con nuestros semejantes. 

Todo lo bueno que hacemos, léase sembramos, en favor de los demás lo cosecharemos en nuestros propios graneros de bendición. No se nos pide acumular conocimiento sino equilibrio entre lo que decimos ser y lo que estamos haciendo. Una persona está equilibrada emocional y espiritualmente, entiéndase también como religiosa, cuando lo sagrado y lo profano en su vida están en la misma línea de flotación.

La entrega de la Ley en el Monte Sinaí nos prepara a cada uno de nosotros para ser libres después de años y años de esclavitud. Todos los que transitan juntos por el desierto de la vida no son necesariamente libres. 

La premisa es llegar a la Tierra Prometida de la libertad, la abundancia y la paz, pero sin olvidar que necesitamos el equilibrio de ser lo que debemos ser y estar haciendo lo que se supone que debemos hacer. Todo lo demás es un desequilibrado enfrentamiento entre lo sagrado y lo profano en el cual no queremos ni debemos entrar. El tiempo de la leche y de la miel también precisa de un sano equilibrio que todos debemos degustar y compartir. Hazlo saber.

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