El Juicio Anual no confundir con el Juicio Final

En términos generales no diferenciamos un juicio particular o personal de un juicio a una institución, familia, grupo o nación. 

Lo más probable es que pensemos que un juicio es un juicio sin considerar otras cuestiones. En la práctica hay muchos tipos de juicios, pero hoy nos centraremos en dos en particular el Juicio Anual a toda la humanidad sin distinción de raza, religión o cualquier diferencia que tengamos y al que llamamos Juicio Final. Los conceptos que tenemos que tratar solo pueden salir de la Escritura que es la fuente de autoridad que nos instruye de forma fidedigna.

“El Señor sabe librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio” Carta a la Comunidad Judía (2ª Pedro 2.9-11)

En este pasaje bien se podría referir tanto al Juicio anual como al Juicio Final ya que en ambos casos se da una sentencia, aunque en un caso es para un año y en el otro afecta a nuestra eternidad. El Juicio Anual empieza con la apertura oral del mencionado juicio en el Rosh Hashaná o Cabeza del Año. La referencia a este juicio anual marca también el inicio del año nuevo en el calendario hebreo. Por un lado, comienza el Año Nuevo y a la vez comienza el Juicio Anual a toda la humanidad, aunque no es el Juicio Final aquel que ocurrirá en un cierto momento de nuestra común historia.

En este Juicio Anual no se está juzgando a grupos, instituciones o naciones sino a cada uno de nosotros independientemente de donde estemos, a la familia que pertenezcamos o la cultura que tengamos incluyendo la religión que decimos profesar. No se nos juzga por lo que decimos ser o creer sino por lo que hacemos o no hacemos en nuestro propio contexto y circunstancia. Todos tenemos una ley natural interna que también quebrantamos de forma sistemática. El juicio lo determina el Cielo en base a la Escritura, aunque digamos desconocer o no aceptar la mencionada Ley lo cual no implica que no estemos bajo los Mandamientos y Preceptos establecidos por Dios.

“Todos los que sin la Ley han pecado, sin la Ley también perecerán; y todos los que bajo la Ley han pecado, por la Ley serán juzgados, pues no son los oidores de la Ley los justos ante Dios, sino los que obedecen la Ley serán justificados” Carta a la Comunidad Judía en Roma (Romanos 2.12-13)

El Juicio Anual es para todos tengamos o no tengamos la Ley que está o debería estar escrita en nuestro corazón y que el Cielo dejó grabada en tablas de piedra para que fuera guardada por toda la humanidad sin distinción alguna de ningún tipo o forma. Todos los que sin considerar la Ley de Dios trasgreden los Mandamientos, los acepten o no los acepten, son juzgados. El Cielo nos juzga por lo que hacemos en contra de otros que es nuestra responsabilidad estemos sujetos o no lo estemos a la Ley de Dios.

El Juicio Anual es un juicio personal e intransferible y no un juicio colectivo. El llamado Juicio Final es un juicio que no tiene apelación posible y que cierra la historia de la humanidad tal cual la conocemos. En el Juicio Anual se cierra y se abre un ciclo personal con la clara pretensión de que cambiemos lo que tenemos que cambiar. La expectativa del Cielo es que tengamos una reflexión interna en forma de evaluación para tomar acciones que nos lleven a mejorar, cambiar y ser restaurados emocional y espiritualmente de manera que incluso afecte a nuestra parte física. La renovación que el Cielo pretende es integral para cada uno de nosotros y que a la vez afecte positivamente a nuestra familia, comunidad e incluso a nuestra nación.

En el Juicio Anual se nos demanda que pidamos perdón a los que hemos ofendido, engañado, traicionados, criticados a su espalda; juzgados sin tener que hacerlo o acusados sin fundamento y movidos por envidia, rencor u odio. La exigencia del Cielo es que confesemos a quien o quienes hemos ofendido y dañado para restituirnos. Cada año que pasa sin pedir perdón y por tanto sin rendir cuentas personales el peso del pecado se hace más evidente en nuestra vida.

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” Carta a la Comunidad Judía (Hebreos 12.1)

En el Juicio Final el objetivo no es que cambiemos ya que a pesar de las muchas oportunidades que el Cielo nos ofrece para cambiar desobedecemos voluntariamente. En el Juicio Anual se nos instruye para que reconozcamos nuestras faltas y el daño que hemos hecho a otros y pidamos perdón. En este punto señalamos que no se trata de pedir perdón a Dios, que también, sino de pedir perdón específicamente de forma personal y presencial a quienes hemos dañado. 

"En el Juicio Final no se nos va a pedir cambiar nada ya que las oportunidades sucesivas de pedir perdón fueron sistemáticamente rechazadas por nuestra parte"

En el Juicio Final no se nos pide nada ya que no hay apelación posible de ningún tipo. Con todo el Juicio en términos generales es un atributo y responsabilidad exclusiva de Dios en el cual nosotros no podemos inferir. El Juicio Anual no es un castigo sino una disciplina que pretende que cambiemos antes de que lleguemos al mencionado Juicio Final en el cual recibimos una sentencia condenatoria como consecuencia de todo lo malo que hemos hecho y por todo el bien que hemos dejado de hacer que también nos es contado como desobediencia y por tanto como pecado. En el Juicio Final recibiremos una sentencia sin posible apelación. El Juicio Final es el último estadio de la vida tal cual la conocemos, pero de ello hablaremos en otro capítulo más detenidamente.

“Vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo y ningún lugar se halló ya para ellos. Y vi los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios. Los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida. Y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” Carta a la Comunidad Judía (Revelación 20.11–12)

Las consideraciones que hacemos no significan que solo tengamos que pedir perdón una vez al año sino cada vez que ofendemos a alguien. En este Juicio Anual se nos da la oportunidad de hacer una profunda reflexión o balance de todas las promesas incumplidas; el daño infligido al prójimo y de cuantas ofensas hemos cometido contra Dios.

El Cielo nos perdona las ofensas cometidas contra el Cielo, pero no nos perdona las ofensas cometidas contra las personas. La responsabilidad es exclusivamente nuestra, en otras palabras, de cada uno de nosotros. El shofar está sonando cada día de este último mes del año, ELUL, llamándonos a cambiar la actitud orgullosa y pedir sinceramente perdón al prójimo en primer lugar y después a Dios. El orden no lo establecemos nosotros sino el Cielo. Por eso se nos llama a tener paz con todos siempre que dependa de nosotros como es evidente y vivir de una forma diferente apartados para servir a Dios y al prójimo empezando desde nuestra propia casa, familia y comunidad.

“Seguid la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, para que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios, y para que no brote ninguna raíz de amargura que os perturbe y contamine a muchos” Carta a la Comunidad Judía (Hebreos 12.14-15)

Las ramas de amargura que brotan en nuestra vida no son ni más ni menos que toda una serie de incumplimientos de la Ley de la Libertad que atentan contra el prójimo en primer lugar y contra la voluntad de Dios expresada en la Escritura. Cada día, cada semana, cada mes y cada año el Cielo nos da la oportunidad de pedir perdón que es la base de todo cambio y bendición. Hoy es el tiempo de pedir perdón y empezar a experimentar una vida diferente con la bendición de Dios.

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