Las tres metas imprescindibles para ser libres
Los que salieron de la esclavitud de Egipto no fueron automáticamente libres ya que tenían que pasar por un proceso entre ser liberados y llegar a ser libres. La motivación, por sí misma, no es suficiente para atravesar las ardientes arenas del desierto después de haber sido esclavos liberados.
Entre estar liberados y ser libres hay muchas metas que tenemos que superar, pero ¿Cuáles son las tres metas imprescindibles para ser libres? En la vida podemos prescindir de muchas cosas y aunque las imprescindibles son pocas en este caso son absolutamente necesarias. Hoy vamos a descubrir las tres metas imprescindibles para ser libres. No te pierdas ni una de ellas y alcanzarás la verdadera libertad que anhelamos todos.
La primera meta imprescindible para ser libres en este
contexto es tener un firme sentido de responsabilidad familiar y comunitaria.
Todo viaje aunque es evidentemente personal siempre tendrá
implicaciones comunitarias. La primera cosa que tenemos que aprender es que
todas las metas en la vida son duales que significa que son personales,
familiares y comunitarias a la misma vez. Para ser libres es imprescindible tener
y mantener un firme sentido de responsabilidad familiar y comunitaria. No solo
se trata de saber cuáles son las metas para superar, además nos hace falta
saber el carácter emocional y espiritual que necesitamos mantener a lo largo
del viaje a la libertad.
“Dios está conmigo entre los que me ayudan; por tanto, yo
veré mi deseo en los que me aborrecen” Salmo 118.7
No se puede llegar a ninguna buena meta sin la participación
de los demás sean familia, amigos o desconocidos que pueden ser aquellos que de
forma altruista nos ayudan. Con todo es de vital importancia saber y reconocer
que siempre está Dios en medio ayudándonos o ayudando a otros para que
también nos ayuden. Los que están conscientes de la intervención de Dios en
medio de sus necesidades serán agradecidos con Dios y con cuantos los ayudan.
Toda meta para poder superarla implica la participación de
una forma u de otra de alguien de nuestro entorno. La superación de toda clase
de metas exige de nosotros agradecimiento a Dios y al prójimo. Los que no
reconocieron la ayuda de Dios junto con los demás en su transitar por el
desierto se fueron quedando por el camino llegando a ser el desierto su
cementerio ¿Por qué se quedaron a medio camino en el desierto? Por la falta de un
fuerte sentido de pertenencia familiar y comunitaria.
Muchos salieron físicamente de la esclavitud, pero la esclavitud
emocional y espiritual nunca salió de ellos. Sin el sentido emocional y
espiritual de que somos parte de una familia comunitaria con las mismas metas y
objetivos quedamos abocados a formar parte de la arena movediza del desierto de
los irresponsables que no se comprometen ni con Dios, ni con su familia.
Una de las metas por tanto más importantes a superar estando
liberados es tener un sentido de responsabilidad familiar y evidentemente comunitaria
por la cual siempre se está dispuesto a servir a los demás empezando en primer
lugar por su familia. Los que no cuidan de su familia están condenados a vivir
en tierra árida que es sinónimo de soledad y una tierra dónde nadie quiere
vivir.
La mujer virtuosa de la que habla la Escritura es aquella
que siempre está bendiciendo a su familia en primer lugar, no se olvida del
necesitado, pero siempre bendice con prioridad absoluta a su familia y a
cuantos están a su cargo. La mujer virtuosa se esfuerza y madruga para
alimentar a su familia y a los que están a su servicio. La persona que ha sido
liberada demuestra que es libre por el sentido de responsabilidad familiar y
comunitaria que tiene.
El ejemplo de la mujer virtuosa es un ejemplo para todos los
que han sido liberados sean hombres o mujeres. La figura de la mujer virtuosa
es un ejemplo de cómo viven, sienten, actúan y bendicen los que habiendo sido
liberados de la esclavitud, sea la que sea, han superado todas las metas y han
llegado a ser libres, verdaderamente libres.
Siendo aún de noche, se levanta para dar la comida a su
familia y la ración a sus criadas. Proverbios 31.15
La mujer verdaderamente libre no es la que hace con su
cuerpo lo que quiere sino la que hace con su cuerpo lo que debe. La mujer
virtuosa hace de su cuerpo un templo de bendición para su familia y como ya
hemos dicho no se olvida de los que sufren o padecen necesidades. La mujer
virtuosa sabe cuidar a su familia proveyéndola no solo de ropa abrigada sino
del calor más importante de todos que es el amor más desinteresado y bendecido
que existe que es el amor de madre, esposa y fiel servidora a Dios.
No teme por su familia cuando nieva, porque toda su
familia va vestida de ropas abrigadas. Proverbios 31.21
El doble abrigo en plural, ropas abrigadas, es por la parte
material y por la espiritual. Una persona liberada entiende que se llega a ser
libre sirviendo a Dios, a la familia, a la comunidad y al prójimo. La verdadera
libertad se encuentra en servir a los intereses del Reino de Dios en el cual
vivimos juntamente con nuestra familia natural y espiritual bajo la norma de
una vida comunitaria.
La diferencia entre ser liberado y ser libre radica en el
sentido colectivo que se tiene respecto a la familia comunitaria como ya hemos
visto que siempre implicará una forma positiva de ver la vida sirviendo a los
intereses de la familia como venimos apuntando sin olvidar la comunidad y
cuantos necesitados encontremos en el camino.
La familia en el contexto de una comunidad familiar es el
mejor lugar físico, emocional y espiritual para aprender a servir y estar
motivados. Los que sirven a los demás siempre encontrarán un punto de apoyo
emocional positivo para seguir adelante con un estilo de vida que siempre anima,
pero ¿Algo nos puede impedir que estemos firmemente comprometidos con nuestra
familia y comunidad? Si, y esa es la siguiente meta imprescindible que tenemos
que superar que es la forma negativa de hablar de la familia, de la comunidad y
del resto del mundo.
La segunda meta imprescindible para ser libres es quitar
radicalmente la forma negativa de hablar, pensar y actuar
La forma negativa de pensar se traduce en una forma negativa
de hablar y de actuar. La meta de la superación de la forma de hablar negativa
es de vital importancia para no quedarnos en las arenas del desierto del
fracaso. El carácter de los que no tenían el menor sentido de responsabilidad
familiar y comunitaria era un carácter débil en la firme responsabilidad de
cuidar a su familia, comunidad y por extensión de todo su pueblo.
La debilidad de carácter siempre implica bandazos
emocionales. Los débiles emocionales y espirituales un día están de buenas con
todo el mundo y el otro no hay quién los hable o se acerque a ellos. Los
bandazos emocionales se traducen en una forma de hablar negativa y despectiva
de los demás.
Las consecuencias son muy dañinas para ellos mismos y para
cuantos conviven con una persona negativa que critica a medio mundo y parte del
otro. Lo terrible es que dónde más daño hace es en su propio entorno familiar. La
forma negativa de hablar tiene siempre consecuencias mortales ya que las
palabras negativas son como una especie de epitafio escrito en la cabecera de las
lápidas y en el corazón.
Los hijos de Israel les decían: —Ojalá hubiéramos muerto
a manos de Dios en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos ante las ollas de
carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos, pues nos habéis sacado a este
desierto para matar de hambre a toda esta multitud. Éxodo 16.3
Las personas que tienen un concepto comunitario de la vida
son más positivas por lo general que aquellas que solo piensan en ellas mismas
ya que se centran solo en sus sentimientos y necesidades. Los que solo piensan
en ellos son egoístas, egocentristas y antisociales ¿Qué significa antisociales
en este contexto? Significa que no piensan en los demás a menos que tengan
algún interés oculto en sacar algo de otros.
La liberación es un estado en el cual se nos demanda llegar
a ser libres, pero considerando a los demás como iguales para alcanzar unas
mismas metas y objetivos. La liberación es el primer paso para ser libres, pero
hay otros muchos pasos intermedios para llegar a ser verdaderamente libres. No
salimos de la esclavitud para quedarnos liberados cómodamente y vivir sin
responsabilidad alguna. Todo lo contrario fuimos liberados para ser libres y
liberar también a otros.
Los que hablan negativamente son además egoístas y
egocentristas que quieren estar liberado de todo compromiso personal, familiar,
social y comunitario. Los muchos que se quedaron en el desierto liberados no
pudieron llegar a ser libres por su desprecio al conjunto de su comunidad
además de la forma crítica y negativa de hablar de aquellos que los estaban dirigiendo
en el largo viaje a la libertad.
Todos los hijos de Israel se quejaron contra Moisés y
contra Aarón, y toda la multitud les dijo: ¡Ojalá hubiéramos muerto en la
tierra de Egipto! ¡Ojalá muriéramos en este desierto! Números 14.2
La queja colectiva es la más cobarde que se esconde en medio
de la multitud para gritar contra los que si fueron responsables ante Dios y
los demás. La importancia de lo que decimos de forma negativa es doblemente
dañina cuando además lo hacemos incitando a otros contra los que llevan sobre
sus hombros la responsabilidad de conducir a muchos o pocos a la tierra
prometida de la libertad.
Los repetitivamente quejosos y murmuradores por todo siempre
estarán mirando hacia el pasado en vez de centrarse en el presente y estar
motivado en alcanzar el objetivo u objetivos finales. Las personas negativas no
piensan en los demás y si lo hacen es para criticarles o hacerles daño ¿Cómo
estamos hablando de los demás? En la mayoría de los casos los que hablan mal de
los demás suelen hablar incluso negativamente de ellos mismos.
La persona negativa que ha sido liberada, pero que no es
libre, hablará mal de si misma y de los demás. El deseo de morir que expresaron
estando ya liberados solo era una demostración evidente de no ser libres. Por
eso decimos que una cosa es estar liberados y otra muy distinta es ser libres.
“Esta es la causa por la cual Josué los circuncidó: Toda
la población masculina salida de Egipto, todos los hombres aptos para la guerra
habían muerto por el camino, en el desierto, después que salieron de Egipto”
Josué 5.4
La conquista de la Tierra Prometida exigía de hombres aptos
para la guerra, pero resulta que todos ellos se habían quedado en la arena del
desierto ¿Qué enseña esto? Qué aquellos que deberían ser teóricamente los más
fuertes en realidad fueron los más débiles. Los que se creen los más fuertes
suelen ser los que más se quejan. Los que más critican y los que menos hacen
por los demás. En toda familia, grupo, empresa, asociación o comunidad los que
más destacan por quejarse de todo suelen ser los que menos hacen por nadie.
La liberación de la esclavitud nos dio una identidad como
pueblo, nación o comunidad. Ya no estaríamos desamparados sino que seríamos una
gran familia de bendición. El Cielo nos hizo vivir en una familia comunitaria
que se tenía que dirigir en su peregrinación por el desierto a la tierra de las
promesas. La Tierra Prometida es un lugar conocido como tierra de promesas cumplidas
hasta hoy en día, aunque seguimos esperando otras promesas que son para un
cierto momento histórico del futuro. Todas las promesas de Dios se han
cumplido, se están cumpliendo y se cumplirán a su tiempo.
Dios hace habitar en familia a los desamparados; saca a
los cautivos a prosperidad; más los rebeldes habitan en tierra árida. Salmo 68.6
La tierra definida como árida es tierra muerta e improductiva
que no sirve para dar fruto. Los que se quedaron en el desierto fueron los que
no producían nada para su familia comunitaria excepto negativa crítica diaria.
Las metas que hay que superar para llegar a la tierra prometida son muchas,
pero la primera es pasar de una actitud negativa de malsana crítica a una actitud
de bendición y agradecimiento.
No se puede prosperar en el sentido más amplio de la palabra
cuando solo pensamos en nosotros mismos sin considerar la bendición de estar
liberados, pero con la responsabilidad de llegar a ser libres nosotros y cuantos
nos acompañan en el viaje a la libertad. Dios nos bendice con la liberación,
pero somos nosotros los que tenemos que luchar por llegar a la tierra prometida
y ser libres para también liberar a otros. No podemos hacer libres a nadie,
pero podemos liberar a todos los que estén dispuestos a empezar el camino a la
libertad.
La tercera meta imprescindible para ser libres es entender
y creer que Dios no nos maldice
Hasta ahora hemos dicho que la primera meta imprescindible
para ser libre es tener y mantener un firme sentido de responsabilidad familiar
y comunitaria. La segunda meta imprescindible para ser libres es quitar
radicalmente la forma negativa de hablar, pensar y actuar. La tercera meta
imprescindible para ser libres es saber y creer que Dios no nos maldice de lo cual
vamos a hablar a continuación.
Todas las metas de las que estamos hablando son igualmente
importantes e imprescindibles pero, entender y saber que Dios no maldice a
nadie es un broche de oro espiritual de altísimo valor. Dios no maldice a
nadie somos nosotros los que nos maldecimos y hacemos que nuestra vida sea
improductiva.
Una persona que no mantiene un firme sentido de
responsabilidad familiar y que habla negativamente de los demás lo más seguro
es que piense que Dios la ha maldecido en alguna forma. A ver, vamos a insistir
en esta importantísima tercera meta imprescindible para ser libres pidiéndote
que la repitas audiblemente en este momento diciendo: Dios no me maldice
sino todo lo contrario Dios me ha bendecido. La buena práctica sería repetírtelo
varias veces al día hasta que tomes plena conciencia entendiendo y creyendo que
Dios no te ha maldecido.
A modo de repetitiva forma educativa hemos de entender que Dios
no maldice a nadie y que somos nosotros mismos los que nos maldecimos por
nuestra mentalidad y vocabulario negativo. Cuando la Escritura habla de la
maldición de Dios se está refiriendo a un acto de justicia divino por el cual
los que maldicen, que es decir mal de alguien, siempre serán sentenciados por
el Cielo con la misma justicia que ellos emplearon.
La decisión de ser maldecidos o bendecidos depende de nosotros
mismos. Dios no nos maldice, pero si nos bendice. La maldición es una especie
de búmeran que lanzamos cuando decimos algo negativo de alguien y que siempre regresará
a nosotros. No confundir discernir lo malo y juzgarlo con la justicia del Cielo
que hablar despectiva y negativamente de alguien prejuzgando sus intenciones o
acciones. Las maldiciones siempre regresan a quienes las lanzan.
Ahora vamos a afirmarnos con la Escritura para asentar con
firmeza en nuestra intelecto emocional y espiritual que Dios nos bendice
siempre más de lo que podemos comprender. Lo que hemos de saber es que entre la
maldición y la bendición siempre está la desobediencia o la obediencia a Dios y
su Palabra.
Mirad: Yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la
maldición: la bendición, si obedecéis los Mandamientos del Señor vuestro Dios,
que yo os prescribo hoy, y la maldición, si no obedecéis los Mandamientos del
Señor vuestro Dios y os apartáis del camino que yo os ordeno hoy, para ir tras
dioses ajenos que no habéis conocido. Deuteronomio 11.26-28
Con una sencilla deducción podemos entender a ciencia cierta
que la desobediencia trae la maldición y la obediencia bendición. La pregunta
lógica es ¿Nos maldice Dios o nos maldecimos nosotros cuando no obedecemos? Dios
siempre nos bendice cuando obedecemos su voluntad. Así de sencillo y a la vez
así de importante entender y saber. Nadie debe pensar que Dios lo ha maldecido.
Lo que debemos entender es que Dios nos ha bendecido y espera de nosotros que también
seamos de bendición a los demás.
Cuando el Señor, tu Dios, te haya introducido en la
tierra a la cual vas para tomarla, pondrás la bendición sobre el monte Gerizim
y la maldición sobre el monte Ebal, Deuteronomio 11.29
Antes de entrar a la Tierra Prometida Dios enseñó a su pueblo
que habían superado muchas metas, pero que aun habiendo sido liberados tenían que
ser libres por su propia decisión. Los que fuimos liberados tenemos que ser
libres por propia voluntad. La libertad no se regala se alcanza por la decisión
de obedecer a quién nos liberó de la esclavitud del pecado y de la muerte.
El Señor puso al pueblo hebreo ante la decisión de subir a
un monte de maldición y a otro de bendición. La pregunta evidente es ¿A qué
monte estoy subiendo al de bendición o al de la maldición? Dios no nos maldice
somos nosotros mismos los que elegimos la bendición o la maldición subiendo a
un monte o al otro. Por nuestra parte no podemos impedir a nadie que suba al
monte de la maldición o que suba al monte de la bendición. La responsabilidad es
de cada uno de vosotros. En este caso nosotros nos limitamos a exponer lo que
dice la Escritura al respecto, pero la responsabilidad final siempre será tuya.
Por eso cuando no mantenemos un firme sentido de
responsabilidad familiar y comunitaria estamos subiendo al monte de la
maldición. Dios no nos maldice nosotros somos los que nos echamos al monte de
la desobediencia. Los que no cuidan a su familia están maldecidos por sus
propios hechos. La falta de amor a la familia es una maldición que algunos
asumen para su propia cuenta y riesgo estando por ello bajo el juicio del
Señor. No hay otra forma de decirlo. Cuando amamos a nuestra familia y la
cuidamos de todas las maneras posibles demostramos a la vista de todos que estamos
subiendo al monte de la bendición.
Cuando no quitamos radicalmente de nuestra vida la forma negativa
y destructiva de hablar estamos subiendo al monte de la maldición. Por el contrario
cuando empleamos una forma de hablar positiva y buena vocalizando la Escritura estamos
subiendo al monte de la bendición.
Cuando pensamos que Dios nos ha maldecido no podemos
tener paz, ni emocional ni espiritual. Todo lo vemos mal y nos sentimos
culpables llegando a la angustia más dolorosa, pero cuando entendemos que Dios siempre
nos bendice recobramos el ánimo y las ganas de servir al Señor y al prójimo
empezando siempre por la propia familia y comunidad. Dios nos bendice para que
seamos de bendición algo que es imprescindible entenderlo para nuestro propio
bien y el de nuestra casa. Los que entienden y creen que Dios les bendice son
los que están subiendo al monte de la bendición.
Amó la maldición, y esta le sobrevino; no quiso la
bendición, ¡y ella se alejó de él! Salmo 109.17
La maldición les sobreviene a algunos cuando no aprecian,
entiéndase aman, las muchas bendiciones que Dios les ha dado. En realidad lo que
están haciendo es desear la maldición. Hoy estamos siendo llamados a amar a
Dios y amar su bendición para que no se aleje de nosotros ¿Qué queremos maldición
o bendición? Las tres metas imprescindibles para ser libres nos garantizan la
bendición de ser liberados, ser libres y vivir para liberar a otros. La
decisión es nuestra. Luego no digas que no lo sabías y culpes a otros o incluso
a Dios de lo que pasa o no te pasa.
En conclusión las tres metas imprescindibles para ser
libres son tener un firme sentido de responsabilidad familiar y comunitaria. La
segunda es quitar radicalmente la forma negativa de hablar, pensar y actuar. La
tercera entender y creer que Dios no nos maldice sino que nos bendice para
poder bendecir a otros. Si es así de evidente para ti hazlo saber y pide a Dios,
en oración y ruego, que te ayude a superar las tres metas imprescindibles para
ser libres que hoy hemos expuesto.
Nota: El próximo sábado, si el Cielo lo permite, nos encontraremos a la misma hora en este mismo canal LTV. La decisión de compartir el tema de hoy es tuya, pero te garantizamos que a nosotros nos gusta que nos regales un me gusta por tu parte. Si no estás suscrito a este canal hazlo que no te cuesta nada a ti, pero que hace mucho por los demás y por nosotros. Por último deja también tus opiniones al respecto, y con respeto, en la casilla de comentarios debajo de este video en YouTube. Muchas gracias por vuestra amable atención y un abrazo para todos nuestros amigos.
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